Escapé y estoy viva, aunque ahora me pregunto si vale la pena seguirlo estando. Logré volver al lugar que alguna vez consideré hogar. Encontré a mis padres y me han recibido con cariño, pero no hay forma en que me vuelva a sentir segura, no importa a donde vaya. Creo ver el mal oculto detrás de cada rostro masculino, así que es imposible no preocupar cada día a mis progenitores. Sé que ellos intuyen lo que me pasó, lo que tuve que hacer y soportar, pero eso es algo que nunca confirmarán de mis labios.He ocultado lo mejor que puedo las diferentes marcas que ahora adornan mi cuerpo, pero es imposible ocultar las del alma. Me siento sucia, indigna, pecadora, juzgada.No estoy segura del porqué, pero solo he sido capaz de abrirme ante la señorita Rebeca, perdón, la señora Rebeca, por eso acepto su amable ofrecimiento. Para el resto del mundo ahora soy una persona muda.・☆・﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋・☆・No sé si son impresiones mías, pero siento que al ingresar a la Hacienda Amanecer todos me observan. Este
—Todos hablan de la señorita Rosalba. La humana que habita entre nosotros es la novedad, incluso entre los Omegas —dice Pedro con su tono habitual de despreocupación, como si no tuviera nada mejor que hacer.Lo fulmino con la mirada. No dice ninguna mentira. Verla ahí, tan vulnerable en nuestro territorio, despierta en todos los machos un instinto de protección feroz. Y si a eso le sumamos su belleza, su fragilidad... es casi imposible no desearla.— ¿Averiguaste algo? —corto de raíz la charla antes de que la rabia termine por nublarme el juicio.Pedro, por primera vez, se pone serio.—Sí, y no es nada bonito.Pedro me da un informe general de la situación, pero es más que suficiente para que sienta hervir mi sangre. Mi mate fue violentada en repetidas ocasiones y aunque ahora está a salvo, sigue sufriendo. No importa si decido tenerla conmigo o no, lo único cierto es que no me contendré para lastimar a quienes la lastimaron— ¿Tienes un nombre? —pregunto, aunque en mi interior ya sé
Una corriente helada recorre mi espalda en el instante en que sus brazos me envuelven. Su aroma se infiltra en mis sentidos, despertando algo primitivo en mí, mientras el mío se aferra a su piel como una marca indeleble. Me quedo inmóvil. La razón me suplica que me aparte, que no me permita este lujo peligroso, pero mi corazón se aferra con desesperación a la ilusión de todo lo que ella representa. No soy el indicado para sanar las heridas de su alma... pero el simple pensamiento de que alguien más lo haga me resulta insoportable.Después de unos minutos tratando de recomponerme, salgo de su habitación dispuesto a llegar a la mía, pero soy descubierto por un sonriente Pedro.—Que raro verte salir del cuarto de una mujer a plena luz de día —habla Pedro con voz burlona— eso quiere decir que es serio, ¿vas a reclamarla?Ingreso a mi habitación y el imprudente ingresa conmigo. Mis huesos se reacomodan a la par que mi pelaje se contrae.—No te entrometas —digo buscando algo de ropa.Se rec
Abrir los ojos y encontrar a aquel gran lobo negro en el suelo de mi habitación fue impactante. ¿Cómo entró? Su respiración pausada y su postura relajada le dan un aire casi apacible, como si ese fuera su lugar por derecho. Por un instante, olvido que es un animal salvaje.Su pelaje oscuro y espeso parece absurdamente cómodo, y una idea descabellada se instala en mi mente: quiero hundir mis dedos en él, sentir su calor, recostar la cabeza sobre su lomo como si fuera la almohada más segura del mundo. Pero debo ser más realista, tengo que trabajar, pero no me atrevo a pasar por su lado y que no sea tan amigable como me gustaría que fuera.El amanecer tiñe con su luz cálida la habitación cuando el lobo comienza a moverse.— ¿Qué haces aquí, lobito? —digo con voz suave tratando de no alterarlo y parece que funciona, pues me mira y no me siento amenazada.Un impulso extraño, casi irracional, me domina, y antes de poder detenerme, mi mano se extiende hacia él.—No me muerdas, por favor... —
Al atardecer del décimo día, finalmente regresamos a la manada. Aunque disfruté el viaje, anhelaba la familiaridad de mi hogar. Tras dejar a Rebeca en compañía de la señorita Rosalba, me dirijo directamente a mi estudio, donde me encierro con mi Beta. Hay muchos asuntos que discutir.Iniciamos hablando de la manada y posteriormente cambiamos temas de recolección y sacrificio de ganado.—Don Noé nos informó hace unos días que, en cualquier momento, llegará el inspector que determinará si podemos convertirnos en un pueblo —dice Alan con seriedad.—Eso es una excelente noticia —respondo pensativo—. Todo avanza más rápido de lo que esperaba. Estamos listos, solo nos falta alguien que pueda representarnos.—Así es. Mañana será la ceremonia de Raquel. ¿Asistirás?—Desde luego. Quiero ver con mis propios ojos cómo avanza la relación de dos esos.Aún no olvido que aquel hombre mostró un interés evidente por mi mujer. La impresión que me deje mañana definirá si sigo la recomendación de don Noé
En unos minutos, Raquel será oficialmente una hija de Dios. Tengo la certeza de que será bautizada y recibirá el cuerpo de Cristo sin que ocurra nada perturbador, y aun así, siento que me encuentro al borde de un abismo con los ojos cerrados, a punto de dar un salto de fe.¿Me estoy esforzando por abrir los ojos antes de lanzarme a ese avismo? No lo creo.En uno de los salones alternos de la iglesia, me preparo para asistir al padre Andrés en la ceremonia. Pero cada vez se hace más evidente que esta ya no es la vida que deseo. La incomodidad se ha convertido en una sombra persistente, y la única vez que siento que realmente pertenezco a algún lugar es cuando estoy al lado de Raquel.—Aún tenemos algo de tiempo, padre. ¿Escucharía mi confesión? —mi voz suena más grave de lo que esperaba.El padre Andrés, ya listo para la ceremonia, me observa con detenimiento. Debo lucir atormentado, porque su expresión se torna sería antes de asentir en silencio y dirigirse al confesionario.He aplaza
Nos encontramos con Pablo y Rebeca en el camino a la iglesia. No sabía que ya habían regresado de su luna de miel. Desde el instante en que descendieron del carruaje, mi mirada quedó atrapada en ellos. Se ven radiantes, envueltos en un aura de felicidad que no puede fingirse. Caminan de la mano, sus dedos entrelazados con naturalidad, compartiendo risas juguetonas y miradas cargadas de complicidad.Un ardor sutil me atraviesa el pecho. ¿Envidia? Talvez. No puedo ser el único que se dé cuenta del derroche de felicidad que tienen y bien sé que pude ser yo quien llevara del brazo a Rebeca en este momento. No tengo derecho a quejarme, amo a mi esposa, Marta es una mujer especial y fuerte que ha hecho mi vida mucho más entretenida, pero no tiene el carácter dócil y el derroche de nobleza de Rebeca; por otro lado, el hombre que la acompaña es mi medio hermano, así que debo estar feliz por él.Me vuelvo hacia Marta, dispuesto a sugerirle que, tras la misa, invitemos a Pablo y Rebeca a compar
Mi Alfa percibe mi reacción y su burla me golpea de inmediato.Rosalba desciende la escalera junto a Luna Rebeca, y no puedo evitar maldecir mi decisión de quedarme. Se ve hermosa, incluso si trata de esconderse bajo ese enorme chal.Se acompleja por las marcas en su piel, sin sospechar ni siquiera que son lo de menos. No imagina todo lo que despierta en mí. Si tan solo pudiera acercarme y recorrer su cuerpo con mi lengua, ese sería un obstáculo ya superado por su mente. Le haría entender, una y otra vez, que aunque la deseo con una urgencia abrasadora, nuestros cuerpos son solo el puente que unirá nuestras almas.Su cabello oscuro cae en una trenza larga, ladeada, con un lazo rosa atado en la punta. Cuando se acerca, mi Alfa toma la mano de su Luna y la ayuda a subir al carruaje. Yo aprovecho la oportunidad y extendiendo la mía hacia Rosalba. Ella vacila, dudando por un instante antes de aceptarla.Es la primera vez que mi forma humana la tocará, y ya me preparo para el impacto en mi