Nos encontramos con Pablo y Rebeca en el camino a la iglesia. No sabía que ya habían regresado de su luna de miel. Desde el instante en que descendieron del carruaje, mi mirada quedó atrapada en ellos. Se ven radiantes, envueltos en un aura de felicidad que no puede fingirse. Caminan de la mano, sus dedos entrelazados con naturalidad, compartiendo risas juguetonas y miradas cargadas de complicidad.Un ardor sutil me atraviesa el pecho. ¿Envidia? Talvez. No puedo ser el único que se dé cuenta del derroche de felicidad que tienen y bien sé que pude ser yo quien llevara del brazo a Rebeca en este momento. No tengo derecho a quejarme, amo a mi esposa, Marta es una mujer especial y fuerte que ha hecho mi vida mucho más entretenida, pero no tiene el carácter dócil y el derroche de nobleza de Rebeca; por otro lado, el hombre que la acompaña es mi medio hermano, así que debo estar feliz por él.Me vuelvo hacia Marta, dispuesto a sugerirle que, tras la misa, invitemos a Pablo y Rebeca a compar
Mi Alfa percibe mi reacción y su burla me golpea de inmediato.Rosalba desciende la escalera junto a Luna Rebeca, y no puedo evitar maldecir mi decisión de quedarme. Se ve hermosa, incluso si trata de esconderse bajo ese enorme chal.Se acompleja por las marcas en su piel, sin sospechar ni siquiera que son lo de menos. No imagina todo lo que despierta en mí. Si tan solo pudiera acercarme y recorrer su cuerpo con mi lengua, ese sería un obstáculo ya superado por su mente. Le haría entender, una y otra vez, que aunque la deseo con una urgencia abrasadora, nuestros cuerpos son solo el puente que unirá nuestras almas.Su cabello oscuro cae en una trenza larga, ladeada, con un lazo rosa atado en la punta. Cuando se acerca, mi Alfa toma la mano de su Luna y la ayuda a subir al carruaje. Yo aprovecho la oportunidad y extendiendo la mía hacia Rosalba. Ella vacila, dudando por un instante antes de aceptarla.Es la primera vez que mi forma humana la tocará, y ya me preparo para el impacto en mi
Su mirada se torna dorada, y por un instante, juro que veo en sus ojos a mi querido lobo. Su mano aprisiona la mía con firmeza, evitando que caiga de la escalinata del carruaje. Debería sentir miedo, pero lo que se agita en mi pecho es una emoción distinta, salvaje y desconocida. Me asusta... y, sin embargo, también la disfruto.¿Acaso por fin enloquecí? Talvez. Después de todo, mis noches transcurren en compañía de un gran lobo negro que me lleva en su lomo a paisajes de ensueño. ¿Es solo una fantasía? No lo sé. Pero sí sé que esa ilusión me ha dado la fuerza para intentar volver a conectarme con el mundo.Subo al carruaje y me acomodo junto a la señora Rebeca, incapaz de apartar la vista del señor Alan. La puerta se cierra, pero su imagen sigue grabada en mi mente. No puedo negar que, desde el primer momento en que lo vi, deseé ser una muchacha normal, de esas que suspiran y se ruborizan ante los misterios y peligros que encierra un hombre como él. Pero en su lugar, soy esta versión
Pedro se burlará de mí sin piedad, estoy seguro. Me encuentro deleitándome en detalles tan pequeños, tan efímeros, que hasta yo me sorprendo. ¿Siempre he sido así de sentimental? No, claro que no. Es solo por ella.¿Cómo no tener la mayor paciencia y cuidado con la dueña de la otra mitad de mi alma?«Sí, por favor», tres palabras cortas y simples para cualquiera, pero que para mí son la prueba de que mi paciencia comienza a ser recompensada. Poco a poco, ella se abre a mí.—No he traído un carruaje lujoso ni mucho menos un cochero que nos lleve —le digo, señalando la carreta—. Prefiero algo más simple y ser yo quien lleve las riendas. Espero que sea lo suficientemente cómodo.La verdad es que, en mi prisa por encontrarla, tomé solo un caballo, pero a última hora recordé que no es habitual ver a una mujer montando, y menos acompañada. Además, "Se ve mejor en mi lomo", pienso, recordando nuestras escapadas nocturnas.Me estoy volviendo codicioso. Cada vez quiero más de ella. En las noch
—¿Por qué puedes confiar en el lobo, pero no en mí?Me congelo ante esas palabras. Mis manos quedan en su pecho y entonces siento que afloja ligeramente su agarre.—¿Cómo sabes de mi lobo? —pregunto con mi cabeza escondida en su pecho.Lo escucho reír con sarcasmo.—¿Tu lobo? ¿El lobo puede ser tuyo pero yo no? ¿Cuándo se trata del lobo si puedes hablarme bien? —hace una pequeña pausa anteS de seguir hablando, pero ahora con un tono más íntimo— ¿Acaso no lo merezco?Un hormigueo recorre mi cuerpo. Mi mente grita que no es eso. Soy yo quien no está a la altura de él.—Acabas de cometer un error —susurro, sintiendo el ardor de las lágrimas al brotar sin permiso—. Te arrepentirás cuando veas mi cuerpo. Aun a tiempo... Habla con mi padre, dile que esto fue un error.Mis palabras tiemblan entre nosotros. No quiero que lo haga, pero sé que es lo mejor para él.Sus dedos secan mi llanto con una ternura que me estremece de otra manera, distinta... peligrosa.Levanto el rostro y su mirada se cl
Salgo de la habitación y, al cerrar la puerta, me apoyo contra la pared. La desesperación me golpea con la fuerza de un huracán, y mis piernas ceden hasta que termino sentado en el suelo. Todo lo que el vínculo me gritó, todo lo que ella sintió, fueron los golpes más brutales que haya recibido antes. Y aun así, no debía detenerme.No podía hacer esto en dos etapas. Sería torturarla dos veces. Y ni siquiera estoy seguro de que yo mismo resistiera el tormento de volver a pasar por ello. Que me odie y me tema es casi inevitable, un destino que ya he sellado con mis propias manos. Lo único que me queda es intentar rescatar algo de esto, que al menos su piel recuperada le brinde un consuelo, una razón para... tal vez, algún día, perdonarme.Dos semanas ganando su confianza. Un solo día para perderlo todo.Siempre supe que la Diosa se había equivocado conmigo. No soy el indicado para sanar un alma destrozada. No tengo la paciencia ni la ternura necesaria. Lo intenté, de verdad lo intenté, p
—¿Aún quieres saber lo que soy y como sé del lobo?No me responde, solo me mira con temor aferrándose fuertemente a la sábana.—Te traje algo de ropa —digo con suavidad, señalando el pequeño montón que dejé en la esquina de la cama—. Pero antes de vestirte, quiero que te mires en el espejo. Cuando estés lista, llámame... y hablaremos.Me incorporo con lentitud. Justo antes de cruzar la puerta, me detengo un instante y la observo una vez más, atrapando en mi memoria su expresión vulnerable y el temblor apenas perceptible en sus labios. Luego, sin una palabra más, salgo de la habitación.════ ∘◦❁◦∘ ════La escucho levantarse de la cama. Durante un largo instante, solo hay silencio. Entonces, un sonido ahogado de sorpresa me indica que finalmente ha reunido el valor suficiente para enfrentarse a su reflejo. No dice nada, pero pronto la oigo sollozar.Quisiera estar a su lado. Envolverla en mis brazos, asegurarle que está a salvo. Pero sé que debo darle su espacio, esperar a que se calme.
—Afuera.La orden de mi Alfa retumba dentro de mí como un trueno. Su aura, por primera vez, es hostil hacia mí. La orden no deja espacio para el debate, no es que tuviera intención de hacerlo. Sabía que este enfrentamiento era inevitable, pero es una sensación desagradable.Salimos en silencio, la tensión entre nosotros es más densa que la oscuridad en una noche sin luna. Caminamos hasta la nueva y amplia construcción que pronto formará parte del colegio.—Más te vale que te defidas —dice, desabrochándose la camisa y dejándola caer al suelo.No está jugando. No tiene intención de hablar primero. Su postura es de ataque y, antes de que pueda siquiera responder, inicia una transformación parcial.Está furioso.Respondo de la única manera que puedo: preparándome también para el combate.La contienda es larga, brutal. Dolorosa.Entrenar con mi Alfa es una cosa, pero esto es diferente. Esto es castigo. Puedo igualarlo en habilidad, pero no en poder. Al final, su fuerza es superior. Aun así