—¿Aún quieres saber lo que soy y como sé del lobo?No me responde, solo me mira con temor aferrándose fuertemente a la sábana.—Te traje algo de ropa —digo con suavidad, señalando el pequeño montón que dejé en la esquina de la cama—. Pero antes de vestirte, quiero que te mires en el espejo. Cuando estés lista, llámame... y hablaremos.Me incorporo con lentitud. Justo antes de cruzar la puerta, me detengo un instante y la observo una vez más, atrapando en mi memoria su expresión vulnerable y el temblor apenas perceptible en sus labios. Luego, sin una palabra más, salgo de la habitación.════ ∘◦❁◦∘ ════La escucho levantarse de la cama. Durante un largo instante, solo hay silencio. Entonces, un sonido ahogado de sorpresa me indica que finalmente ha reunido el valor suficiente para enfrentarse a su reflejo. No dice nada, pero pronto la oigo sollozar.Quisiera estar a su lado. Envolverla en mis brazos, asegurarle que está a salvo. Pero sé que debo darle su espacio, esperar a que se calme.
—Afuera.La orden de mi Alfa retumba dentro de mí como un trueno. Su aura, por primera vez, es hostil hacia mí. La orden no deja espacio para el debate, no es que tuviera intención de hacerlo. Sabía que este enfrentamiento era inevitable, pero es una sensación desagradable.Salimos en silencio, la tensión entre nosotros es más densa que la oscuridad en una noche sin luna. Caminamos hasta la nueva y amplia construcción que pronto formará parte del colegio.—Más te vale que te defidas —dice, desabrochándose la camisa y dejándola caer al suelo.No está jugando. No tiene intención de hablar primero. Su postura es de ataque y, antes de que pueda siquiera responder, inicia una transformación parcial.Está furioso.Respondo de la única manera que puedo: preparándome también para el combate.La contienda es larga, brutal. Dolorosa.Entrenar con mi Alfa es una cosa, pero esto es diferente. Esto es castigo. Puedo igualarlo en habilidad, pero no en poder. Al final, su fuerza es superior. Aun así
Hablar con Raquel después de la ceremonia ha sido más difícil de lo que pensé. Desde que volvímos al claustro las hermanas no la han dejado sola un minuto e insisten en acompañarla todo el tiempo. Ya no tiene una excusa para permanecer aquí, así que don Noé quedó de venir por ella en un par de horas.Le pido apoyo a una de las novicias para enviarle un mensaje con la excusa de despedirme. Soy hombre, así que el motivo por el cual no puedo entrar a su celda es comprendido por la chica. "La espero en el patio, junto a la fuente", ese fue el mensaje.El sol está en su cenit, lanzando sobre el convento su furia dorada. Afortunadamente, el patio es amplio y las sombras de los naranjos y jazmines alivian el calor con su frescura. Estoy de espaldas a la entrada cuando la siento llegar. No la veo, no la oigo, pero sé que está ahí, deslizándose con sigilo en un intento por sorprenderme.—No creo que podamos conversar a gusto aquí —le digo tras burlarme de su cara de frustración por su plan
—Ha sido un día agradable —le cuento a mamá mientras cenamos—. Después de misa, pasamos la tarde con mi suegra y nos encontramos con Juan Pablo y Rebeca, que acaban de regresar de su luna de miel. Es una lástima que no pudieras venir con nosotros.Miró de reojo a mi esposa. Desde que llegamos, una sonrisa sutil baila en sus labios. No lo dice en voz alta, pero en el fondo sé que le reconforta la aparente felicidad de su hermana.—Me sentí indispuesta, así que fui a la misa de la tarde —responde mamá con su acostumbrado tono indiferente—. Pero me alegra que la hayan pasado bien.—Así es. Incluso hemos hecho planes para estos días. Marta pasará unos días en la Hacienda Amanecer, aprovecharemos la hospitalidad que nos ofrece Pablo.El tintineo de los cubiertos cesa de golpe. Mamá me mira con expresión expectante, como si aguardara a que rectificar mis palabras. Pero sostengo su mirada, dejando claro que ya no soy el niño al que puede doblar con un solo gesto.— ¿Marta irá sola? —pregunt
Despierto temprano, la emoción vibrando en mi pecho ante la inminente visita a la Hacienda Amanecer. Dicen que es aún más grande que la de mi esposo, y, por lo tanto... más próspera. Si tan solo hubiera esperado un poco más, habría sido yo, y no la tonta de mi hermana, quien fuera su mujer.¿Por qué me dejó creer que solo era un simple peón? ¿Por qué nunca me confesó que por sus venas corría sangre Ortega? De haberlo sabido, lo habría ayudado gustosa a recuperar su nombre, su legado... y habría sido infinitamente más útil que Rebeca. Pero aún no es tarde. Sé que puedo convencerlo de volver a mí. Pablo no es un hombre cobarde ni un esclavo de las convenciones sociales. Si logro despertar en él lo que una vez sintió, dejará sin dudar a mi hermana, sin importarle convertirse en la comidilla de la sociedad.Yo, en medio de mi tenacidad era inocente cuando lo conocí, era ignorante en temas carnales y él fue mi maestro, el hombre que dejó una marca para siempre en mi alma y a quien mi cuerpo
Supongo que han pasado días. Mi juicio está nublado por la rabia y el alcohol. Las cortinas cerradas del estudio me impiden saber si es de día o de noche, pero tampoco me importa. Solo quiero olvidar, aunque sea por un momento, que el mundo fuera de estas cuatro paredes sigue girando... y que duele.Mi mujer ¡Ja! Mi supuesta mujer ha sido confinada a lo que alguna vez fue nuestra recámara. Nunca me imaginé haciendo algo así. Hubo alguien más antes que yo y no tengo la certeza de quien es y si eso continúo después de nuestro matrimonio. Lo único que tengo es una confesión pobre y a medias, suficiente para quebrarme, insuficiente para darme paz. Me encerré aquí, aplazándolo todo. En esta habitación me permito sentir el dolor que carcome mi alma, al punto de casi desear morir. ¿Cómo puede doler tanto? Parece casi físico, ¿Por qué me apegué tanto a ella en tan poco tiempo?Parece que he sido un idiota que se dejó encandilar por un rostro dulce y aquella sensación extraña que me instaba a t
—Tus ojos... —Marta susurra, desconcertada, con la mirada fija en mi hijo.Y ahí está, la verdad que siempre temí.Los ojos de Iván Felipe resplandecen en un dorado feroz, el mismo tono que su padre mostraba cuando su lobo asomaba.—No... no, no, no... —murmuro, sintiendo el terror atenazarme el pecho.Mi hijo parece ajeno a lo que ocurre, como si la extraña luminiscencia en su mirada no existiera. Un sollozo se enreda en mi garganta, pero me obligo a ahogarlo cubriendo mis labios con ambas manos. No debo alterarlo más. No puedo permitir que esto llegue al extremo de una transformación.Sin pensarlo, huyo a mi habitación.Allí, con el corazón golpeando como un tambor de guerra, trato de calmar mi respiración. No entiendo. No debería ser posible. Su padre me lo aseguró cuando Iván Felipe tenía apenas cuatro años. Recuerdo cada palabra de aquel hombre con la nitidez de una maldición:«Un híbrido no siempre tiene un lobo, y nuestro muchacho parece no tenerlo.»Le creí. Quise creerle con
Una segunda carta ha llegado, y no es menos impactante que la primera. ¿Qué está ocurriendo en ese pueblo?La primera es de mi hermano. Me anuncia que dejará el seminario por una mujer llamada Raquel. Al principio, río ante la idea. Nuestro padre sufrirá un infarto al enterarse: ya no podrá seguir diciendo que uno de sus hijos será Cardenal, y mucho menos soñar con que alcance el papado. Pero, a medida que avanza en la lectura, la risa se disipa. No solo me informa que se ha enfrentará a nuestro padre y agradecerá al Rector del seminario por su educación, lo cual está bien, sino que se marchará a la hacienda Amanecer.No lo entiendo. Mi hermano nunca ha sido un aventurero, pero su educación le ha dado herramientas para ver el mundo con otros ojos. No lo imagino atado a un solo lugar, menos aún a un pueblo apartado. ¿Qué pretendo hacer allí? ¿Trabajar como un peón? No, eso es impensable. Es más inteligente y capaz de lo que él mismo cree. Sin embargo, hay algo que me inquieta. Algo que