Abrir los ojos y encontrar a aquel gran lobo negro en el suelo de mi habitación fue impactante. ¿Cómo entró? Su respiración pausada y su postura relajada le dan un aire casi apacible, como si ese fuera su lugar por derecho. Por un instante, olvido que es un animal salvaje.Su pelaje oscuro y espeso parece absurdamente cómodo, y una idea descabellada se instala en mi mente: quiero hundir mis dedos en él, sentir su calor, recostar la cabeza sobre su lomo como si fuera la almohada más segura del mundo. Pero debo ser más realista, tengo que trabajar, pero no me atrevo a pasar por su lado y que no sea tan amigable como me gustaría que fuera.El amanecer tiñe con su luz cálida la habitación cuando el lobo comienza a moverse.— ¿Qué haces aquí, lobito? —digo con voz suave tratando de no alterarlo y parece que funciona, pues me mira y no me siento amenazada.Un impulso extraño, casi irracional, me domina, y antes de poder detenerme, mi mano se extiende hacia él.—No me muerdas, por favor... —
Al atardecer del décimo día, finalmente regresamos a la manada. Aunque disfruté el viaje, anhelaba la familiaridad de mi hogar. Tras dejar a Rebeca en compañía de la señorita Rosalba, me dirijo directamente a mi estudio, donde me encierro con mi Beta. Hay muchos asuntos que discutir.Iniciamos hablando de la manada y posteriormente cambiamos temas de recolección y sacrificio de ganado.—Don Noé nos informó hace unos días que, en cualquier momento, llegará el inspector que determinará si podemos convertirnos en un pueblo —dice Alan con seriedad.—Eso es una excelente noticia —respondo pensativo—. Todo avanza más rápido de lo que esperaba. Estamos listos, solo nos falta alguien que pueda representarnos.—Así es. Mañana será la ceremonia de Raquel. ¿Asistirás?—Desde luego. Quiero ver con mis propios ojos cómo avanza la relación de dos esos.Aún no olvido que aquel hombre mostró un interés evidente por mi mujer. La impresión que me deje mañana definirá si sigo la recomendación de don Noé
En unos minutos, Raquel será oficialmente una hija de Dios. Tengo la certeza de que será bautizada y recibirá el cuerpo de Cristo sin que ocurra nada perturbador, y aun así, siento que me encuentro al borde de un abismo con los ojos cerrados, a punto de dar un salto de fe.¿Me estoy esforzando por abrir los ojos antes de lanzarme a ese avismo? No lo creo.En uno de los salones alternos de la iglesia, me preparo para asistir al padre Andrés en la ceremonia. Pero cada vez se hace más evidente que esta ya no es la vida que deseo. La incomodidad se ha convertido en una sombra persistente, y la única vez que siento que realmente pertenezco a algún lugar es cuando estoy al lado de Raquel.—Aún tenemos algo de tiempo, padre. ¿Escucharía mi confesión? —mi voz suena más grave de lo que esperaba.El padre Andrés, ya listo para la ceremonia, me observa con detenimiento. Debo lucir atormentado, porque su expresión se torna sería antes de asentir en silencio y dirigirse al confesionario.He aplaza
Nos encontramos con Pablo y Rebeca en el camino a la iglesia. No sabía que ya habían regresado de su luna de miel. Desde el instante en que descendieron del carruaje, mi mirada quedó atrapada en ellos. Se ven radiantes, envueltos en un aura de felicidad que no puede fingirse. Caminan de la mano, sus dedos entrelazados con naturalidad, compartiendo risas juguetonas y miradas cargadas de complicidad.Un ardor sutil me atraviesa el pecho. ¿Envidia? Talvez. No puedo ser el único que se dé cuenta del derroche de felicidad que tienen y bien sé que pude ser yo quien llevara del brazo a Rebeca en este momento. No tengo derecho a quejarme, amo a mi esposa, Marta es una mujer especial y fuerte que ha hecho mi vida mucho más entretenida, pero no tiene el carácter dócil y el derroche de nobleza de Rebeca; por otro lado, el hombre que la acompaña es mi medio hermano, así que debo estar feliz por él.Me vuelvo hacia Marta, dispuesto a sugerirle que, tras la misa, invitemos a Pablo y Rebeca a compar
Mi Alfa percibe mi reacción y su burla me golpea de inmediato.Rosalba desciende la escalera junto a Luna Rebeca, y no puedo evitar maldecir mi decisión de quedarme. Se ve hermosa, incluso si trata de esconderse bajo ese enorme chal.Se acompleja por las marcas en su piel, sin sospechar ni siquiera que son lo de menos. No imagina todo lo que despierta en mí. Si tan solo pudiera acercarme y recorrer su cuerpo con mi lengua, ese sería un obstáculo ya superado por su mente. Le haría entender, una y otra vez, que aunque la deseo con una urgencia abrasadora, nuestros cuerpos son solo el puente que unirá nuestras almas.Su cabello oscuro cae en una trenza larga, ladeada, con un lazo rosa atado en la punta. Cuando se acerca, mi Alfa toma la mano de su Luna y la ayuda a subir al carruaje. Yo aprovecho la oportunidad y extendiendo la mía hacia Rosalba. Ella vacila, dudando por un instante antes de aceptarla.Es la primera vez que mi forma humana la tocará, y ya me preparo para el impacto en mi
Su mirada se torna dorada, y por un instante, juro que veo en sus ojos a mi querido lobo. Su mano aprisiona la mía con firmeza, evitando que caiga de la escalinata del carruaje. Debería sentir miedo, pero lo que se agita en mi pecho es una emoción distinta, salvaje y desconocida. Me asusta... y, sin embargo, también la disfruto.¿Acaso por fin enloquecí? Talvez. Después de todo, mis noches transcurren en compañía de un gran lobo negro que me lleva en su lomo a paisajes de ensueño. ¿Es solo una fantasía? No lo sé. Pero sí sé que esa ilusión me ha dado la fuerza para intentar volver a conectarme con el mundo.Subo al carruaje y me acomodo junto a la señora Rebeca, incapaz de apartar la vista del señor Alan. La puerta se cierra, pero su imagen sigue grabada en mi mente. No puedo negar que, desde el primer momento en que lo vi, deseé ser una muchacha normal, de esas que suspiran y se ruborizan ante los misterios y peligros que encierra un hombre como él. Pero en su lugar, soy esta versión
Pedro se burlará de mí sin piedad, estoy seguro. Me encuentro deleitándome en detalles tan pequeños, tan efímeros, que hasta yo me sorprendo. ¿Siempre he sido así de sentimental? No, claro que no. Es solo por ella.¿Cómo no tener la mayor paciencia y cuidado con la dueña de la otra mitad de mi alma?«Sí, por favor», tres palabras cortas y simples para cualquiera, pero que para mí son la prueba de que mi paciencia comienza a ser recompensada. Poco a poco, ella se abre a mí.—No he traído un carruaje lujoso ni mucho menos un cochero que nos lleve —le digo, señalando la carreta—. Prefiero algo más simple y ser yo quien lleve las riendas. Espero que sea lo suficientemente cómodo.La verdad es que, en mi prisa por encontrarla, tomé solo un caballo, pero a última hora recordé que no es habitual ver a una mujer montando, y menos acompañada. Además, "Se ve mejor en mi lomo", pienso, recordando nuestras escapadas nocturnas.Me estoy volviendo codicioso. Cada vez quiero más de ella. En las noch
—¿Por qué puedes confiar en el lobo, pero no en mí?Me congelo ante esas palabras. Mis manos quedan en su pecho y entonces siento que afloja ligeramente su agarre.—¿Cómo sabes de mi lobo? —pregunto con mi cabeza escondida en su pecho.Lo escucho reír con sarcasmo.—¿Tu lobo? ¿El lobo puede ser tuyo pero yo no? ¿Cuándo se trata del lobo si puedes hablarme bien? —hace una pequeña pausa anteS de seguir hablando, pero ahora con un tono más íntimo— ¿Acaso no lo merezco?Un hormigueo recorre mi cuerpo. Mi mente grita que no es eso. Soy yo quien no está a la altura de él.—Acabas de cometer un error —susurro, sintiendo el ardor de las lágrimas al brotar sin permiso—. Te arrepentirás cuando veas mi cuerpo. Aun a tiempo... Habla con mi padre, dile que esto fue un error.Mis palabras tiemblan entre nosotros. No quiero que lo haga, pero sé que es lo mejor para él.Sus dedos secan mi llanto con una ternura que me estremece de otra manera, distinta... peligrosa.Levanto el rostro y su mirada se c