—Una visita muy interesante —dice Alan, después de haber llevado a Iván Felipe de regreso a su casa—. ¿Por qué no le das el pequeño empujón que necesita? Sería lo más sensato para todos nosotros.Lo miro con frialdad, y él, en respuesta, expone el cuello y alza una mano en señal de paz.—¿Y si ocurre todo lo contrario? ¿Si, en lugar de aceptar su naturaleza, decide acabar con la manada... o incluso con su propia vida? —respondo con firmeza—. Sabes lo recto que es mi querido hermano. Activar su parte licán chocaría con sus convicciones. Es más seguro seguir con el plan de camuflaje.Alan me observa con esa expresión suya tan perspicaz, como si viera más allá de mis palabras.—Yo, en cambio, creo que se parece más a ti de lo que quieres admitir.Sé que no se refiere al físico. Iván Felipe es tan pálido como su madre, mientras que yo heredé la piel bronceada de mi padre. No, Alan habla de otra cosa.—Aunque no sea un licán completo, emite energía Alfa. Por eso todos lo trataron hoy con t
Llevo rato merodeando su casa. La medianoche se acerca y aún no estoy seguro de lo que voy a hacer. No puedo pedir consejo a nadie, mucho menos a don Noé; se escandalizaría con mis métodos. Pero me estoy quedando sin tiempo, y eso me obliga a tomar medidas desesperadas.No la veo, pero sé que está despierta. Por un momento, considero transformarme frente a ella, pero eso implicaría que me viera desnudo. Si aún no se acostumbra a mis besos, mostrarle mi cuerpo sería un problema aún mayor.Entonces, la puerta del balcón se abre y aparece Rebeca, bañada por la luz de una hermosa luna de plata.Por un instante, olvido el propósito de mi visita. Se ve hermosa. El pecho se me llena de orgullo al imaginarla ya mía. Nunca antes la había visto con el cabello suelto, y no tenía idea de que sus rizos rebeldes la harían lucir tan salvaje.—Te había dicho que eres hermosa? —digo, saliendo de la penumbra.No sé qué está pensando, pero algo bueno debe de ser, porque sus ojos brillan con una fascinac
Todo se siente tan real que me estremece. Casi nunca soy consciente de estar soñando, pero este sueño es tan inverosímil que la conclusión se impone por sí sola. No comprendo qué imagen de él habita en mi mente, pero al parecer, le he atribuido habilidades sobrehumanas.Está frente a mí. Sus manos envuelven las mías, firmes y decididas, obligándome a sostener su mirada. Un gesto innecesario. No podría apartarme de esos ojos, y menos ahora que sé que esto no es más que un sueño. Si estuviera despierta, no sería correcto permitirme el descaro de examinarlo con tanta devoción, de perderme en sus facciones con una intensidad que traiciona todo pudor.Sus ojos resplandecen con un matiz dorado, vibrante y salvaje, pero en lo profundo descubro la misma ternura que he aprendido a reconocer en él. Si tan solo esos ojos no hubieran mirado primero a Marta, todo sería más fácil. Pero una parte de mí aún se siente eclipsada por ella. No poseo su belleza ni su desenvoltura, menos aún su facilidad p
No creí que un beso pudiera hacerme sentir así. Ni siquiera sabía que algo así era posible.Nuestros labios se separan, y aprovecho para recuperar el aliento mientras miro con inquietud hacia el pasillo por donde desapareció el señor Alan. Temo que él, o alguien más, pueda entrar y encontrarnos. Pero entonces me recuerdo a mí misma que esto es un sueño y que mis temores son absurdos, pero ¿y si no es un sueño? ¿Y si esto de verdad está pasando?—Te garantizo que nadie va a venir aquí, nadie nos verá —dice nuevamente como si supera lo que pienso.—¿Tan evidente soy? —pregunto sorprendida.—Eres transparente —afirma con una sonrisa antes de acortar de nuevo la distancia entre nuestros labios.Un suspiro de escapada de mi pecho. El momento exige más, algo que no sé nombrar, y tiemblo. No tengo experiencia en esto. El pánico me envuelve, y mis manos suben a su pecho en un intento por ganar espacio entre nosotros.—Es tarde... debo regresar —mi voz apenas es un susurro.Su mirada, intensa
—Puedes retirarte —digo con firmeza al omega que trajo la información.El joven asiente y abandona la casa de la manada con premura. Ahora, solo quedamos Alán y yo.— ¿Qué opinas? —pregunto, frotándome el rostro con ambas manos, dejando entrever mi preocupación.—Creo que la Diosa, una vez más, nos protege —responde con solemnidad—. Si no fuera por la documentación que hemos obtenido y el comercio con los humanos, los cazadores habrían dado con nosotros hace meses.Asiento lentamente.—Opino lo mismo. La muchacha muerta evidentemente fue obra de un licántropo sin manada y ahora están reforzando las búsquedas. Necesito hablar con quienes encontraron a sus mates entre los humanos.—¿Qué tienes en mente?No les va a gustar la idea de estudiar, pero si quieren conservar a sus parejas sin esconderlas y sin que eso represente un problema futuro para la manada, deberán hacerlo.—Solo las clases altas se casan, pero lo que si o si deben hacer es presentarse de manera formal ante las familias
No sé en qué estaba pensando al creer que Pablo podría hacer algo. Tiene razón; no puede simplemente presentarse, tocar la puerta y declarar: «Vengo por las muchachas que tienen retenidas. Entréguenlas ahora mismo» . Esos hombres son crueles, no cederán por las buenas, y lo último que quiero es que él o los suyos resulten heridos.Por eso acepté su ayuda. Rosalba necesita salir de esa hacienda y buscar un nuevo aire para sanar no solo su cuerpo sino su alma.Cuando Pablo se marcha, mamá deja a un lado su bordado y me mira con severidad antes de hablar.—No deberías haber hecho eso, hija —su tono es una mezcla de reproche y preocupación—. Sabe que tu madrina aseguró que se encargaría. Para este momento, ya debe haber tomado cartas en el asunto. Tú solo deberías concentrarte en tu boda.No confío en mi madrina, pero en el fondo sé qué mamá no está del todo equivocada. Antes vivía en una burbuja, ignorante de todas las injusticias que existían en el mundo. Pero ahora, al saberlas siento
La prenda que llevo me avergüenza tanto que, en un impulso de pudor, me cubro con una bata. Estoy de pie junto a la cama cuando Pablo entra en la habitación.—Se acaba de ir el último invitado —dice mientras desabrocha los puños de su camisa—. Casi tuve que echarlo; Debí conseguir menos licor. ¿Te gustó la fiesta?—Estuvo bien —murmuro, sintiéndome extrañamente vulnerable.Mi mirada se evade cuando sus dedos liberan los primeros botones de su camisa. Siento que mi pulso se acelera, así que me apoyo sutilmente en el dosel de la cama para disimular el temblor en mi cuerpo. Pero entonces lo siento más cerca.—¿Estás bien? —su voz suena baja, íntima, mientras su mano se posa con suavidad en mi cintura.No hay forma de ocultarle mi nerviosismo, así que decido confesar mi temor.—No sé nada de esto... —mi voz es apenas un murmullo.Pablo guarda silencio por un instante antes de responder con una media sonrisa.—Yo tampoco.Frunzo el ceño y lo miro con reproche, pero él ríe con suavidad.—Es
Por fin, mi Luna está donde pertenece: a mi lado. Su cuerpo, completamente exhausto, reposa contra el mío, compartiéndome su calor y envolviéndome en una dicha indescriptible. Desde el momento en que la marqué, una sensación de plenitud me invade, tan intensa que no hay palabras capaces de describirla.Huele increíble, su nuevo olor me hace desear volver a poseerla y esta vez sí dar rienda suelta a mi ímpetu. Pero sé que aún no puedo, debo contenerme mientras ella se adecúa y despierta su curiosidad y apetito sexual.Su piel, en contraste con la mía, es una tentación perpetua. Incluso ahora, me debato entre la necesidad de respetar su descanso y el impulso de deslizar la mano bajo la delgada sábana para acariciar su suavidad. Mis dedos ansían explorar la tersura de sus senos, deslizarse más abajo, hundirse en su calidez hasta sentirla desbordar de placer. Mi imaginación me traiciona, y el deseo se agita en mí, amenazando con tomar el control.No.Con esfuerzo, me obligo a apartarme. R