¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Cómo pude ser tan ingenua? Sabía quién era él, lo supe desde el principio. No era un buen hombre. Todo en él gritaba peligro, pero una parte de mí, obstinada y ciega, se negó a aceptarlo.Camino apresurada, con el corazón en un puño, buscando refugio en la casa. Antes de llegar, giro para asegurarme de que no me sigue. Me detengo un instante, respiro hondo e intento recomponerme. Estoy agitada, y las lágrimas que escaparon seguramente han dejado rastro en mis mejillas. Con una mano temblorosa aliso mi vestido, limpio mi rostro y cruzo la puerta.—Ya están sirviendo el desayuno —me informa mamá al verme entrar.—Olvidé algo en el cuarto. Ya bajo —respondo, subiendo las escaleras con una serenidad fingida.Al cerrar la puerta de mi habitación, dejo que mi cuerpo caiga contra ella, cubriendo mi rostro con las manos. Cierro los ojos. Trato de similar lo que acaba de ocurrir.—Mi primer beso —murmuro, como si decirlo en voz alta le quitara un peso que no qui
Muy a mi pesar, debo admitir que sé poco sobre actividades recreativas. Desde siempre, mi único empeño ha sido estar a la altura del honor de ser el primogénito de don Ignacio Enríquez Quesada, y en ese esfuerzo, la diversión nunca tuvo cabida. Mi hermana Antonia suele reprocharme mi escaso encanto social, y temo que no le falta razón.Nunca creí necesario cultivarlo. Mi apellido bastaba para inclinar en mi favor las miradas de cualquier dama, y siempre supuse que el simple cumplimiento de los protocolos sería suficiente para conseguir la esposa que eligiera. Sin embargo, esta vez no es así.La joven sentada frente a mí no me ha concedido una sola mirada de aprobación sincera. Me ha dedicado sonrisas y gestos de cortesía, nada más. Nada comparable a los que, aquel día, obsequió a mi hermano. Lo cierto es que me fijé en ella por la forma en que interactuó con Juan Benedicto, aunque jamás imaginé que realmente sería distinta a las demás. Su actitud no cambió cuando manifesté mis inten
Agradezco al cielo la aparición de mamá, pues no sé cómo habría respondido a eso. Obviamente, el tema queda pendiente, pero eventualmente él querrá su respuesta.Nos encontramos en medio de la plaza del pueblo. Para estas festividades, no solo han decorado el parque, sino que también han cerrado algunas calles cercanas, llenándolas de vida y bullicio. No solemos asistir a estos eventos, en parte por falta de dinero, pero también por prudencia. Al ser mujeres, los comerciantes a menudo intentan aprovecharse de nuestra ignorancia y sacar ventaja. Sin embargo, esta ocasión es diferente.Debo admitir que es agradable. Observar a los niños correr con globos de vibrantes colores, maravillarse con los puestos repletos de artesanías y productos novedosos... todo crea una atmósfera mágica.Por un momento, mis ojos se detienen en un lazo azul cielo. Es hermoso. No obstante, no me detengo mucho y sigo a mamá.—Lamento esto —le murmuro con una leve sonrisa al señor Jaime, después de qué mamá lo p
Cuando mis labios por fin tocaron los suyos, algo se activó en mí. No hubo lugar para la duda ni espacio para el pensamiento racional; cada fibra de mi ser gritaba que ella era la otra mitad de mi alma. Me juré a mí mismo hacer las cosas bien, ganar su aceptación, su confianza... pero esa maldita cita me lo pone difícil.¿Cómo puedo permanecer en calma cuando sé que, en este preciso instante, otro hombre tiene su atención? Alguien la mira con intenciones que no le corresponde, y ella, en su inocencia, aún no lo comprende. No podía dejarme ver, pero estuve allí, en cada uno de sus pasos junto a él. Escuché cada palabra, analicé cada reacción y eso... eso me está llevando al límite.Es un hombre hábil, lo reconozco, pero no avanzará más de lo que lo ha hecho hoy. Cuando ese animal atacó, estuve a un instante de destrozarlo sin medir las consecuencias, pero él reaccionó antes. Tomó la primera espada que encontró y, con una única estocada precisa, redujo a la bestia a una agonía lenta y d
—Perdón, madre. Creo que me quejaba en sueños —respondo, esforzándome por tranquilizarla—, pero estoy bien.Mamá me observa con preocupación, su mirada se detiene en mi pierna.—Qué incidente tan desafortunado... Que ese animal se escapara justo hoy, con tanta gente en la plaza y tú en tu primera cita. Menos mal no pasó a mayores. Pudo haber sido peor si el señor Jaime no hubiera controlado la situación.Asiento pensativa, pues es verdad. Aún no estoy segura si podría aceptar en mi vida a Jaime. Creo que tiene cualidades muy buenas y claras las prioridades en su vida, pero temo que es un hombre de extremos, no conoce los puntos medios y eso me genera algo de temor, y escalofrío cuando pienso en su falta de reacción a la sangre.—¿Te duele mucho, mi cielo?Abro la boca para responder, pero entonces lo noto. No hay dolor. Mi tobillo está completamente bien. Me quedo inmóvil, confundida. ¿Cómo es posible?Mi estómago se contrae al pensar en él. En sus manos tocándome de forma tan íntima.
¿Qué estoy haciendo? Debo haber perdido el juicio.Me arrodillo junto a la cama, entrelazo las manos y cierra los ojos en un intento desesperado de encontrar claridad. Todo en mi interior me empuja hacia esto, y aunque la decisión debería ser mía, siento que, en realidad, nunca lo ha sido. Mi tobillo, tan doloroso hasta hace poco, ahora no me causa molestia alguna, lo que solo aumenta mi desconcierto.Cuando finalmente reúno el valor, me levanto con ayuda de una muleta y bajo a la sala. Pablo se pone de pie al verme entrar. Su expresión es indescifrable, su ceño apenas fruncido, pero no pronuncia palabra. No quiero preocupar a mamá. Hay demasiado que debo decirle a este hombre, pero no puedo hacerlo bajo su mirada vigilante. En algún momento, hablaremos a solas.—Buenos días, señorita Rebeca. Me alegra saber que su lesión no fue grave —su voz es serena, pero hay una tensión en su semblante que no pasa desapercibida.—Así es, afortunadamente no ha sido nada de cuidado. Por favor, tome
Me alegré cuando escuché sobre el ataque de aquel animal. No podía evitar imaginar la expresión de terror en el rostro de mi hermana, esa mosca muerta que siempre parecía salir ilesa de todo. No le deseo la muerte, claro está, pero una herida menor, como la que sufrió, me resultó gratificante. Sin embargo, mi satisfacción se esfumó con las noticias que llegaron después.Era inesperado, inconcebible. Pablo no solo era medio hermano de mi esposo, sino que, además, ya no era un don nadie. Ahora era un Ortega. Apenas me reponía de la sorpresa cuando recibí otra revelación aún más perturbadora: Pablo era el dueño de la prestigiosa hacienda Amanecer y, para colmo, acababa de comprometerse oficialmente con mi hermana.La fortuna la persigue, todo lo bueno le sucede a ella. Es injusto. Pablo era mío, y voy a recuperarlo.Convencer a mi esposo de que me permitiera viajar al pueblo y quedarme con mamá no me costó esfuerzo alguno. La excusa era perfecta: ayudar a cuidar a Rebeca mientras se repo
Estoy siendo imprudente, tanto o más que un adolescente. Me había prometido controlarme, pero ahora, sabiéndola mía, es imposible. Aquel hombre, a los ojos de todo el pueblo, es un héroe; así que, aunque no me enorgullece haberla forzado a darme un sí, lo he hecho.Su respuesta llega clara cuando la escucha hablar con su madre en la habitación. No me ama. Sin embargo, está dispuesta a un matrimonio sin amor con tal de alejarme de Marta. No me importa. Tengo toda la vida para ganarme su corazón.Hablé con don Noé. No aprueba mi proceder, pero aun así, me aconsejó que consiguiera los anillos de compromiso. Y lo hice. Según entiendo, esa joya le indica a todos que ella me pertenece, que es mía, del mismo modo en que los licántropos marcamos a nuestra pareja, así que con gusto los consigo.Al regresar a la Hacienda Ortega, sostengo una interesante conversación con mi medio hermano.—¿Por qué aceptaste ser mi capataz si eres el dueño de otra hacienda? —pregunta Iván Felipe con extrañeza—.