Estoy siendo imprudente, tanto o más que un adolescente. Me había prometido controlarme, pero ahora, sabiéndola mía, es imposible. Aquel hombre, a los ojos de todo el pueblo, es un héroe; así que, aunque no me enorgullece haberla forzado a darme un sí, lo he hecho.Su respuesta llega clara cuando la escucha hablar con su madre en la habitación. No me ama. Sin embargo, está dispuesta a un matrimonio sin amor con tal de alejarme de Marta. No me importa. Tengo toda la vida para ganarme su corazón.Hablé con don Noé. No aprueba mi proceder, pero aun así, me aconsejó que consiguiera los anillos de compromiso. Y lo hice. Según entiendo, esa joya le indica a todos que ella me pertenece, que es mía, del mismo modo en que los licántropos marcamos a nuestra pareja, así que con gusto los consigo.Al regresar a la Hacienda Ortega, sostengo una interesante conversación con mi medio hermano.—¿Por qué aceptaste ser mi capataz si eres el dueño de otra hacienda? —pregunta Iván Felipe con extrañeza—.
—No está bien lo que estás haciendo —insiste don Noé, su voz grave y llena de preocupación—. No puedes casarte con esa joven sin que sepa la verdad. No sabes cómo lo tomará. Podrías terminar dañando su vida... y la tuya, si no manejas bien la situación.He pensado mucho en eso y sé que tiene razón, pero encontrar el momento adecuado para hablar con ella y confesarle lo que soy es complicado. Su madre y su vigilante hermana rara vez la dejan sola.—Se supone que ayer pasaba Iván Felipe por su mujer, así que espero que apartir de hoy sea más fácil hablar con Rebeca —comento.—Eso espero... —responde con un suspiro—. ¿Y cómo van las adecuaciones aquí?Caminamos entre las construcciones de la manada. Algunas edificaciones ya estaban bastante avanzadas, mientras que otras apenas comienzan a tomar forma. Los jóvenes aceptan los cambios con facilidad, pero los mayores, aunque obedientes, siguen mostrando cierta resistencia.—La escuela está prácticamente lista. Por ahora, solo tenemos dos p
—Es un gusto volverlo a ver, padre Juan Benedicto. Permítame presentarme oficialmente, soy Raquel.Un frío recorre mi cuerpo y por poco pierdo la fuerza en cuanto la veo. Frente a mi está el tentador demonio de ojos avellana y tez bronceada que noches atrás descontroló mi mundo haciéndome dudar de mi vocación y temer por mi alma.—Que bueno saber que se conocen. Supongo que se habían visto en la hacienda amanecer —dice el padre Andrés ageno a la situación— eso facilitará mucho más las cosas, ¿No es así, padre?—dice el hombre mirándome.Escuché perfectamente sus palabras, pero mi concentracion está en la hermosa criatura que ahora a plena luz de día trae a mi mente las imágenes y sensaciones que tanto luché por suprimir. Mi boca se niega a emitir sonido hasta que el padre Andrés recalca su premisa y debo obligarme a hablar.—¿Quieres preguntarme algo? —dice el demorio una vez que el padre Andrés sale del aula en que supuestamente tengo que educarlo en la fé.—¿Es este un tipo de pru
Están acostumbradas a que mis visitas sean siempre en la tarde, así que hoy decido adelantar mi recorrido. Al llegar al jardín, encuentro a Rebeca sola, sumergida en la lectura bajo la sombra de un árbol. La luz de la mañana resalta la suavidad de su piel, y por un instante, me detengo solo para contemplarla.Parece que, al igual que en la hacienda Ortega, aquí tampoco puede evitar madrugar.—Buen día —digo, sentándome a su lado en la base del frondoso árbol.Rebeca alza la vista, sorprendida. Se incorpora con rapidez, cerrando el libro con un gesto casi defensivo.—Buen día —responde—. Vamos a la casa, ahí está mi madre.—Sí, pero yo quiero hablar contigo, no con ella. Nunca tenemos la oportunidad de hacerlo a solas. Siempre está presente.Tomo su mano con suavidad, deteniendo su avance. Siento cómo se tensa ante el contacto.—Pero eso no está bien... No es correcto que estemos solos —musita, como si pronunciara una verdad inamovible.—Pero hemos estado solos antes. Incluso en la hac
—¡Atrápenlo, que no escape! —grito al ver cómo el lobo de tamaño mediano, que hasta hace poco tenía la apariencia de un joven, huye entre los árboles.Los licántropos están ahora demasiado cerca de los pueblos. Nos están perdiendo el miedo y, si aprenden a mezclarse entre la población, será un problema grave. Siguen desapareciendo personas, sobre todo en los corregimientos más pequeños, y aunque la mayoría de los cuerpos nunca aparecen, la conclusión más lógica es aterradora: esas bestias los están devorando.Se suponían que en este continente no eran una raza agresiva. Pero ya no estoy tan seguro. En el pueblo vecino, a solo cuatro horas de camino, encontraron los restos destrozados de una mujer. Dejó atrás a su esposo ya su pequeña hija. Una familia destruida. Están de luto. Y es mi deber asegurarme de que algo así no vuelva a ocurrir.El licántropo que persigo coincide con la descripción de un desconocido que, según los aldeanos, siguió con insistencia a la mujer asesinada durante
—Una visita muy interesante —dice Alan, después de haber llevado a Iván Felipe de regreso a su casa—. ¿Por qué no le das el pequeño empujón que necesita? Sería lo más sensato para todos nosotros.Lo miro con frialdad, y él, en respuesta, expone el cuello y alza una mano en señal de paz.—¿Y si ocurre todo lo contrario? ¿Si, en lugar de aceptar su naturaleza, decide acabar con la manada... o incluso con su propia vida? —respondo con firmeza—. Sabes lo recto que es mi querido hermano. Activar su parte licán chocaría con sus convicciones. Es más seguro seguir con el plan de camuflaje.Alan me observa con esa expresión suya tan perspicaz, como si viera más allá de mis palabras.—Yo, en cambio, creo que se parece más a ti de lo que quieres admitir.Sé que no se refiere al físico. Iván Felipe es tan pálido como su madre, mientras que yo heredé la piel bronceada de mi padre. No, Alan habla de otra cosa.—Aunque no sea un licán completo, emite energía Alfa. Por eso todos lo trataron hoy con t
Llevo rato merodeando su casa. La medianoche se acerca y aún no estoy seguro de lo que voy a hacer. No puedo pedir consejo a nadie, mucho menos a don Noé; se escandalizaría con mis métodos. Pero me estoy quedando sin tiempo, y eso me obliga a tomar medidas desesperadas.No la veo, pero sé que está despierta. Por un momento, considero transformarme frente a ella, pero eso implicaría que me viera desnudo. Si aún no se acostumbra a mis besos, mostrarle mi cuerpo sería un problema aún mayor.Entonces, la puerta del balcón se abre y aparece Rebeca, bañada por la luz de una hermosa luna de plata.Por un instante, olvido el propósito de mi visita. Se ve hermosa. El pecho se me llena de orgullo al imaginarla ya mía. Nunca antes la había visto con el cabello suelto, y no tenía idea de que sus rizos rebeldes la harían lucir tan salvaje.—Te había dicho que eres hermosa? —digo, saliendo de la penumbra.No sé qué está pensando, pero algo bueno debe de ser, porque sus ojos brillan con una fascinac
Todo se siente tan real que me estremece. Casi nunca soy consciente de estar soñando, pero este sueño es tan inverosímil que la conclusión se impone por sí sola. No comprendo qué imagen de él habita en mi mente, pero al parecer, le he atribuido habilidades sobrehumanas.Está frente a mí. Sus manos envuelven las mías, firmes y decididas, obligándome a sostener su mirada. Un gesto innecesario. No podría apartarme de esos ojos, y menos ahora que sé que esto no es más que un sueño. Si estuviera despierta, no sería correcto permitirme el descaro de examinarlo con tanta devoción, de perderme en sus facciones con una intensidad que traiciona todo pudor.Sus ojos resplandecen con un matiz dorado, vibrante y salvaje, pero en lo profundo descubro la misma ternura que he aprendido a reconocer en él. Si tan solo esos ojos no hubieran mirado primero a Marta, todo sería más fácil. Pero una parte de mí aún se siente eclipsada por ella. No poseo su belleza ni su desenvoltura, menos aún su facilidad p