Todos están en la mesa esperando a que traigan su orden. La incomodidad es más que evidente pero nadie intenta iniciar un tema de conversación hasta que Tabatha arranca a llorar.
—Vaya pulmones que se gasta —comenta Erica de la nada.Stella no presta mucha atención a su amiga pues el ver cómo Sofia a pellizcado la piernita de la beba la ha dejado desencantada.—Si. Lo siento. Ella suele ser muy tranquila —responde Sofia mientras mueve un poco el coche para calmar a la bebé —amor, la puedes llevar a agarrar un poco de aire. Siempre se calma contigo.—¿Por qué será? —murmura Stella con molestia.—¿Dijiste algo?—No, Sofia. No dije nada.Stella se cruza de brazos y gira su cara a un lado. Erica no entiende nada de lo que está pasando y Nathaniel se limita a sacar a Tabatha de la carreola para entretenerla un rato fuera del restaurante.—¿Erica. Te molestaría darme unos minutos con tu amiga?—Lo que tengas que decirle hazlo frente a mi —Stella vuelve su mirada a Sofia y al entender de que va el asunto voltea la cara hacia Erica, apoya su mano del hombro de ella y asiente serena— bien. Les voy a dar solo dos minutos.— ¡Gracias! Que linda amiga eres. Otra cosa que envidiarle a Stella.Erica se marcha a regañadientes. Sale del restaurante, se recuesta de la pared muy cerca de la puerta y saca del bolsillo de su chaqueta una cajetilla de cigarros para tener una excusa si se topa con Nathaniel y este le pregunta porqué ha salido.Mientras tanto, adentro, Stella escucha en silencio todo lo que Sofia tiene para decirle.— primero que nada, tienes que saber que escuche todo lo que tú y Nathaniel hablaron cuando yo estaba dentro del baño.—aja...— Quiero que tengas en claro que no estoy dispuesta a dejar que destruyas mi matrimonio. No vas a poder sacarme de la vida de Nathaniel tan fácilmente y mucho menos a nuestros hijos.—Me alegro por ti. Pero a mí no me interesa robarte a Nathaniel.—Te dije que lo escuché todo.—¿Y si es así que haces aquí diciéndome estás estupideces?—Porque conozco a las tipejas como tú. Se hacen las desinteresadas, las importantes, ¿ y para qué? Todo para tenerlo hechizado con tus encantos, porque Nathaniel no te ama, solo está obsesionado con la idea de tener algo que se le negó.—¿Eres loca o te haces?—¡cállate! —se levanta de la silla, toma la copa de agua y se la arroja a Stella en la cara— la única loca aquí eres tú. Roba maridos. Resbalosa, mujerzuela —tras cada insulto la voz de Sofia sube más y más.Los demás comensales empiezan a dejar sus platillos de lado para poder entender de que va todo el escándalo y Stella, completamente enojada, se levanta de su silla, mira fijo a Sofia mientras está sigue insultandola, y sin dudarlo ni un segundo, le estampa una fuerte cacheta que le deja la mejilla colorada a Sofia.—No sé que hiciste para que Nathaniel volteara a verte, pero estoy segura de que eres el peor error de su vida.—¡Maldita!... ¿crees que te vas a quedar con mi marido? Sobre mi cadáver, oíste. Solo lo tendrás el día que yo me muera.Stella se estaba alejando de la mesa cuando esas declaraciones llegaron a sus oídos. Así que se detuvo, la encaró y le sonrió con malicia.—Nathaniel está contigo por lástima, pero el día que yo le diga déjala, lo hará sin mirar atrás. Así que reza para que no me tome tus insultos en serio y me de por querer quitarte al hombre que dices amar.Y sin decir nada más e ignorando a las personas que la observaban, Stella se giro sobre sus talones y salio del restaurante. Lo único que escucho tras de ella fueron los gritos frustrados de Sofia.—Vamonos —dijo apenas cruzo la puerta.Erica no preguntó nada y siguió a su amiga en silencio.En el camino se toparon con Nathaniel pero Stella se negó a hablarle. Erica fue quien le hizo saber que su mujer seguramente estaba destrozando el restaurante.Al escuchar a Erica y ver la camisa mojada de Stella, no le fue muy difícil deducir que es lo que había pasado para que su esposa perdiera los estribos. Él quería preguntar, solo para estar seguro y disculparse de ser necesario, pero por la actitud fría de Stella, entendió que todo lo que estaba pasando era por su culpa, sí que no insistió, y con su beba en brazos, se fue de vuelta al restaurante.[...]—Sofia, ¿qué haces? —expresó con sorpresa al restaurante y encontrarse con su esposa arrojándole platos a los mesoneros que intentaban agarrarla.Sofia estaba como en trance, realmente no parecía ella, pero apenas escucho la voz de Nathaniel se calmo.—amor... Viniste —dejo caer al suelo los platos que tenía en cada mano—pense que te ibas a ir con esa golfa... Pensé que me habías abandonado.—¿qué? ¿golfa? ¿Te refieres a Stella?—¡NO PRONUNCIES ESE SUCIO NOMBRE!—Señor, por favor. Llévese a su mujer fuera del establecimiento o tendremos que llamar a las autoridades —pidio el anfitrión del restauran que a simple vista se le notaba que la paciencia ya había llegado a su límite.—Si, claro —Nathaniel se apresura a poner a Tabatha de vuelta en la carreola, y antes de ocuparse de su esposa, saca su billetera del bolsillo trasero de su pantalón, revisa hasta encontrar la tarjeta de crédito y se la entrega al anfitrión —Cargue todos los daños aqui.—Muy bien. Haré los cálculos y procesare el cargo a la tarjeta.—Bien... —el señor se da media vuelta y camina en dirección a la caja —Disculpe, ¿será que me puede procesar el pago por cuotas?El señor mira hacia donde está Tabatha, luego vuelve su mirada cargada de lastima a Nathaniel y suspira.—Esta bien. Lo procesare de esa forma.—Se lo agradezco...Nathaniel volvió su atención a Sofia y vio que ya estaba más calmada. Se acercó a ella, la abrazo y la guío hacia la salida del restaurante mientras las personas presentes cuchicheaban.—No hagas caso a nadie y solo deja que te saque de este lugar... ¿Está bien?—Esta bien —repitio con sus ojos brillando de alegría y con una gran sonrisa en su rostro.Salieron del restaurante como si nada y caminaron un largo trecho hasta el estacionamiento del centro comercial. Sofia no se quejo, solo tomó la mano de su esposo durante todo el trayecto mientras esté empujaba la carreola.Llegaron al auto y Nathaniel abrió la puerta del copiloto para Sofia después de acomodar a Tabatha en el portabebe para carros que estaba fijo en el medio del asiento trasero.—Esperen aquí. Iré a ver cuánto dió el monto por los daños y en cuántas cuotas lo van a procesar.—No te tardes.—Tardare lo que tenga que tardar —le dijo antes de cerrar la puerta sin darle oportunidad de replicar ni hacer berrinches.—Stella, ¿No quieres contarme lo que pasó allá?Stella seca las lágrimas que lograron escaparse de sus ojos y sorbe por la nariz antes de poder responder sin que su voz se quiebre.—No es necesario.—Amiga, te ves triste. Me preocupas.—¿triste yo? ¡Nada que ver!—Stella, siempre es necesario desahogarse, de lo contrario, puedes enfermar.—¡Qué va! No me voy a enfermar por algo como lo que acaba de pasar. Además, en este momento lo menos que necesito son oídos que me escuchen. Lo único que realmente preciso es de media hora de práctica en el campo de tiro.—No puedes descargar tu rabia contra un papel de blanco de tiro.—¿Quién dice que no? —sonrie con tal malicia, que por un momento, Erica creyó ver un centelleo en los ojos de Stella.—Eso no es sano, amiga. —Quizás, pero sin duda alguna es mejor opción descargar las municiones de mi armamento en quién tengo en mente... ¿no crees?Erica no necesitó de más referencias para entender de lo que hablaba Stella. También descubrio lo rencor
Hace ya más de un mes que Dante se desligó de su familia; no porque él así lo decidiera, sino, porque su padre comenzó a cerrarle todas las puertas cuando se negó a continuar con el compromiso que le habían arreglado... Desde entonces, Dante ha estado trabajando en un pequeño bar; uno ubicado en un pueblo no tan concurrido por turistas y donde cobra un sueldo que a duras penas le alcanza para cubrir sus gastos al fin de mes. Definitivamente no es la vida a la que él está acostumbrado, pero por el momento, no le queda de otra más que adaptarse y conformarse.Un suspiro profundo se escapó de su garganta cuando se vió al espejo; él nunca antes había usado un uniforme, y mucho menos había tenido que trabajar para mantenerse. Era consciente de que esa es la realidad de la gran mayoría de las personas, pero nunca imagino que un día esa también sería la suya.«¡Demonios!, tengo que hallar la manera de solucionar las cosas con papá» —pensó después de palmear sus mejillas con un poco de perf
—¿Te sientes bien? —susurro Gabriella mientras entrega una botella de coñac a uno de los meseros del VIP.—E-Eh... Si si. Estoy bien —respondió Dante intentando esconder la emoción que revoloteaba en la boca de su estómago como pequeñas e inquietas mariposas.—ahhh... ¿Y la cara de tonto a qué se debe?—Porqué mejor no te pones a trabajar en lugar de estar molestandome.— Es que ya me quiero ir.—Dile a Theo.—mmmm... Mejor no.Dante rie antes de agarrar un vaso para llenarlo de cerveza. —¿De que te ríes, tonto?—De ti —se encoge de hombros.—Que simpático —le da una palmada malintencionada en la espalda que lo hace derramar un poco de cerveza en el suelo. —¡Gabriella!—¡Dante! —exclama imitandolo.Dante rueda los ojos, limpia el vaso, repone lo perdido y se lo entrega a la chica que esperaba con una sonrisa tan amplia que parecía dolorle. Dante le devuelve la sonrisa por compromiso y está le pagó la bebida junto con una generosa propina.—Gracias.—Avísame si quieres mi número.—C
Dante y Stella seguían allí, parados a la orilla de la acera frente al Kelly's bar; seguian tomados de la mano, no obstante el silencio de ambos se estaba volviendo muy incomodo. —Nunca he tenido una cita... Pero si tengo tres gatos esperándome en casa —solto Stella de la nada con una sonrisa tonta que solo buscaba romper con el molesto silencio. Dante la miró extrañado, si le sonrió en respuesta, pero eso no borró la confusion de su cara. —En mi mente sonó más gracioso — expresó Stella con un rostro completamente sonrojado cuyo ojos esquivaban desesperadamente la mirada curiosa de Dante. —¿Espera... Acabas de decir que esta será tu primera cita? —S-Si... —levanto su vista al cielo nocturno carente de estrellas. —¡Ajá, como no! —Es en serio, Dante —lo miró sería. —No creas que me vas a ver la cara de tonto... ¡jajaja! —¿Qué ganaría con eso? —No lo sé. —Mejor olvida que lo dije —sacude su mano para obligar a Dante a soltarla. —Stella... —¿Qué? —gruño bajo. A Dante le
—Señor, dejenos por aquí por favor ——Muy bien.El conductor se detiene frente a una pequeña tienda de viveres y Stella mira a su alrededor no muy convencida con la elección de Dante para la cita—¿Estas seguro de que es aquí donde nos tenemos que bajar?—Si.—No te parece que le falta como... ¿Algo?—No deberías juzgar antes de tiempo.—Es cierto, pero es que — señala la pequeña tienda de víveres con ambas manos— me la pones difícil.*Dante sonrie*—Dejame sorprenderte.—Creeme, sorprendida ya estoy.Dante, no pudo evitar reír por lo bajo después de descifrar lo que pasaba por la cabeza de Stella: ¿Una cita en un minimercado? ¿A quien se le ocurre semejante cosa?—Stella.Ella, que estaba perdida en sus pensamientos, al escuchar su nombre despega sus ojos del vidrio de la ventanilla y lo voltea a ver, otra vez. —Recuerda que te prometí una cita que no podrás olvidar —rie burlesco.—Si... Difícilmente podré olvidar que mi primera cita fue en un minimercado —tambien rie.La complici
LOS ANGELES, CALIFORNIA.VERANO DE 1985.Stella Camacho es una joven muchacha de veinticinco años de edad, notablemente hermosa, alegre, carismática y con un gran sentido de la justicia. Este último lo tiene tan marcado que hace unos pocos meses atrás, justo después de titularse como licenciada en contaduría, decidió dejar su profesión de lado para unirse a la fuerza policial local. Por supuesto, recibió muchas criticas y hasta consejos que nunca solicitó, y aunque los escucho a todos, se mantuvo firme en su decisión.No fue un paso facil de dar, y mucho menos el adaptarse a las exigencias de su nueva vida. Aún así, ella intentaba no darle demasiada importancia a los cambios. Ni siquiera al hecho de que su compañero se aprovecha de su condición de novata para dejarle todo el trabajo.Por supuesto que la situación le molesta. Pero, ¿Qué otra cosa puede hacer desde su posición?, como ella lo ve, su única opción es cumplir con la orden y en silencio.—¡Vaya!, eso sí que es tener las ojer
Stella permaneció un largo rato dentro de su auto y seguía estacionada frente al bar de la familia Johnson. No fue hasta que Elvira se asomó por la ventana del mismo cuando finalmente se decidió a encender el motor y poner el auto en marcha sin atreverse a mirar por el retrovisor mientras se alejaba del lugar.Manejó sin tomar descansos a pesar de que sus ojos picaban. No estaba segura si lo hacían por el sueño o por el llanto que le tenía los párpados hinchados; De lo que si estaba consciente es de lo mucho que necesitaba llegar a su departamento, asi que piso el acelerador sin ningún temor, y como consecuencia, se ganó una multa por sobrepasar la velocidad permitida, además de pasarse un semáforo que no vió que seguia en rojo.Finalmente llegó a su casa y su cuerpo no le permitió más que caminar hasta llegar a su departamento, y de allí, hasta su habitación. arrastro los pies como si de ellos colgarán cadenas y se dejó caer boca abajo sobre su cama.Se sentía tan cansada, física y e
UN AÑO Y MEDIO MÁS TARDE.Ha pasado más de un año desde la última vez que Stella y Nathaniel se vieron. Un año en el que ambos han mantenido su respectiva promesa: Stella dejo de llamar, escribir y buscar a Nathaniel cada vez que se sentía agobiada. Dejo de hacerlo su confidente y se limitaba a responder los esporádicos mensajes que él le enviaba con la débil excusa de saludarla. No ha sido una promesa fácil de cumplir para ella, incluso hubieron días donde el dolor causado por la ausencia de Nathaniel se sentía peor que las contadas balas que han logrado perforan diferentes partes de su cuerpo. Aún así, su determinación es mucho más fuerte, y de a poco, se ha ido acostumbrando a una vida donde Nathaniel no puede ser su principe de brillante armadura. Nathaniel, por su parte, cumplió con lo que se esperaba de él: se casó y desde entonces no se ha despegado del lado de Sofia. Él se ha convertido en el apoyo incondicional de su esposa pasando innumerables noches en vela, ya sea por c