Stella y Erica llegaron al centro comercial más conocido de la ciudad después de pasar como unos veinte minutos en la carretera.
El lugar es enorme, moderno e iluminado hasta el techo con luces led de diferentes tamaños. No obstante, su mayor atractivo es un tragaluz de vidrio y estructura de acero que le da ese toque vintage que a muchos les parece atractivo; el ambiente es bastante agradable y el lugar es bonito a la vista, aún así, Stella no tiene muchas ganas de estar en ese espacio tan bullicioso, sin embargo, no dijo nada y se limito a seguir los pasos de quien se ha convertido en una gran amiga para ella.—¡Woooow! Mira esos vestidos —expresó Erica totalmente extasiada con la vista que le dejaban unos maniquíes exhibidos detrás de la ventana panoramica de la pequeña tienda frente a ellas— ¡están hermosooos!Stella arruga el ceño y sus labios hacen un mohín que deja en claro su completo desagrado por las prendas delante de sus ojos.—No pongas esa cara.—Es que son...—El último grito de la moda. ¡Lo sé! —exclama dando pequeños saltitos de emoción.—Mmm... Yo iba a decir que están como muy cortitos.Erica pone sus ojos en blancos y niega un par de veces con su cabeza.—Nada de eso... —se coloca detrás de Stella y le empuja sutilmente hacia la entrada de la tienda— vamos para que te pruebes algunos.—Erica...—Solo echemos un vistazo.—P-Pero...—Pero nada. Mueve tu cuerpo, Camacho.—No quiero... —se niega pero al mismo tiempo no pone demasiada resistencia.Finalmente las dos chicas entran a la tienda y otra no demora en salir a su encuentro.—Buenos días. ¿En qué les puedo ayudar? —saluda la dependienta con una sonrisa muy dulce.Erica le explica, con lujo de detalle, como es el vestido que busca para su amiga y aprovecha para pedir un par como los modelos que están en exhibición.La chica no demora en traer algunos modelos que cumplen con las especificaciones de Erica, sin embargo, Stella mantiene su opinión al margen.—¿Esto va a ser así?—¿De qué hablas?—Amiga, estos vestidos son para ti y tú ni siquiera los miras de reojo.—Ya te dije que están muy cortos.—¡Ash...! Solo ve al probador —espeta Erica totalmente exasperada por la actitud conservadora de su amiga.—Si, mamá.Stella, de mala gana, agarra el primer vestido que cuelga del brazo de la dependienta, para ella, el más feo de todos por ser de lentejuelas,—¿Dónde están los probadores?—Sigame por aquí, por favor.Ambas caminaron hasta el fondo de la tienda y la derecha, en un pasillo muy estrecho, estaban los probadores divididos por una pared de laminado de madera y cortinas en tonos oscuros.—Estare aquí afuera. No dude en llamarme si necesita algo.—Seguro. Gracias —fue lo único que dijo Stella.«que más da, no es como si tuviera algo que perder» —pensó antes de comenzar a quitarse su ropa para probarse el dicho vestido.Stella sale del probador y no tiene que ir en busca de su amiga pues está ya la estaba esperando al otro lado de la cortina.—Stella ¡te ves increíble, amiga!—¿Si?—Nena, pareces una top model.—Es verdad. Ese color le va muy bien y el corte del vestido realza sus curvas en los lugares exactos—agrega la dependienta.—No es a lo que estoy acostumbrada — estira la falda hacia abajo— a duras penas cubre la mitad de mis muslos... Y se ciñe más de lo que me gustaría.—Siempre es bueno probar cosas nueva ¡Anímate, Stella!Stella se debate internamente por una respuesta y sin caer en cuenta, termina asintiendo con la cabeza.—Entonces... ¿Se va a llevar este vestido?—Si. Ya no necesito probarme ningún otro.—Amiga, no seas tan impulsiva. No está de más ver cómo te quedan los otros modelos.Stella sonríe ampliamente y gira sobre sus talones.—Estoy segura que con este vestido encontraré al amor se mi vida.—O por lo menos un hombre que te saque las ganas.—¡Erica! —Exclama en un susurro cargado de vergüenza y con su cara completamente ruborizada.—¿Qué? Yo no dije nada malo.— Tonta.—Ya supéralo y ve a cambiarte que yo también quiero probarme unos cuantos vestidos. ¡Está noche salimos de cacería, ujuuuuu!Ante el bailecito de celebración de Erica y la cara de pena de Stella, la dependienta no puede evitar que una risita se le escape, pero rápidamente intenta ocultarla detras el dorso de su mano.[...]Ambas chicas salieron de la primera tienda con sus bolsas de compras en mano. Las dos habían tenido la suerte de conseguir su vestido ideal en la primera prueba. Ahora solo les quedaba conseguir el calzado y un salón de belleza.—Tengo hambre.—Erica, ni siquiera es mediodía.—Pero si solo faltan treinta minutos —hace puchero.—Bueno bueno. Vamos a ver que compramos para almorzar.— ¡siiiiii!... mi estómago te lo agradece. Pero primero, busquemos un baño que necesito vaciar mi vejiga.—Definitivamente tu no eres un delicada flor cuando hablas.—Asi me quieres, amiga.—Cierto.—Bien bien. Besitos y abrazos para después que descargue mi vejiga por favor, hermana.Stella se ríe mientras que Erica engancha su brazo con el de ella y la obliga a correr hasta el final del pasillo.—Te espero abajo.—¿Y eso?—Necesito ir a conseguir una cabina telefonica.—No no no... Nada de trabajo. Es nuestro único día libre, ¡por Dios!—¿No necesitabas ir al baño, Erica?—Cierto —camina apretando un poco las piernas—pero tú no te muevas de ahí. Es más, entra conmigo —la espera en la entrada del baño.—Ya deja el rollo que no eres ni mi mamá ni una chiquilla.—ok ok. Pero más te vale que cuando salga del baño te consiga aquí afuera.—Si, mamá —mofa arqueando una de sus cejas y cruzando sus brazos bajo su busto.Erica solo le saca la lengua en respuesta antes de cruzar la puerta del baño.Stella estaba a punto de ir en busca de una cabina telefonica cuando una voz la dejo inmóvil.—¿Stella?... eres tú, ¿verdad?Ella reconoció de inmediato a aquella voz tan profunda y particular. Su corazón palpitaba tan fuerte que le dolía el pecho, sus manos comenzaron a sudar y sus pies ya no sabían hacia donde se dirigían con tanta prisa.—Por supuesto que eres tú, Stella —unos brazos rodearon su cintura desde atrás—No sabes cuánto te he extrañado.—Por favor sueltame —su voz sale débil.—No quiero. No me obligues por favor...—¡Nathaniel! — llama su atención subiendo un poco el tono de su voz debido a que él ha hundido su nariz en el cuello de Stella y aspira con desespero la fragancia de su perfume erizandole la piel con cada inhalación.Nathaniel se percató de la reacción del cuerpo de Stella, y por ello, hizo caso omiso a su pedido. Y no solo no la soltó, sino que se atrevio a dejar un par de pequeños y suaves besos sobre su clavícula.—¡Respétame! —exigió completamente encolerizada antes de girar el brazo de Nathaniel al punto de inmovilizarlo —¿Te volviste loco?—¿Loco yo? Tú eres quien está a punto de romper mi brazo —suelta entra quejidos de dolor y agarrando con su mano libre el hombro del brazo que Stella tiene sujeto con fuerza.—Los brazos no se rompen con tanta facilidad y lo sabes mejor que yo —lo libera— Y para que quede claro, no te voy a permitir que te acerques a mi con segundas intenciones.—Pero....—Entiende que tú y yo no somos nada.—Se muy bien que no somos nada, ya ni siquiera somos amigos, pero eso no cambia lo que siento por ti.—Yo ya no siento nada por ti así que te agradezco que te controles.—No te creo.—Eres libre de creer lo que se te pegue la gana —declara con frialdad.Nathaniel la mira fijamente a los ojos y algo en su interior se quiebra cuando no percibe ni una gota de duda en su su voz ni en su lenguaje corporal.—¿Cómo lo lograste? ¿Cómo me olvidaste? ¿Cómo pudiste deshacerte de todo lo que sé que sentías por mi?... ¿¡Cómo!?... —sus manos se agitan con desesperación y el anhelo se vislumbra en sus ojos— Yo no he podido deshacerme de estos sentimientos —agarra su camisa como si se tratara de su corazón y la estruja con fuerza— eres el primer pensamiento que cruza por mi mente al despertar. También eres mi último pensamiento que tengo antes de dormir, incluso invades mis sueños... Tu recuerdo no me da descanso y quizas se deba a qué mi corazón se niega a aceptar que te perdí —su voz se va apagando lentamente— quisiera que esto fuera una pesadilla. Quisiera despertar y descubrir que en realidad eres tú quien duerme a mi lado...—Nathaniel —susurra suplicando sin palabras que por favor no siga.—No me pidas que guarde silencio. No quiero hacerlo, solo escuchame... me lo debes después de obligarme a casarme con una mujer que no amo.—¿Te has vuelto idiota, o que?... Yo no te obligue a nada.—Lo hiciste.—¿Si? ¿Cuando pasó eso?—Cuando me hiciste prometer que daría lo mejor de mi para cuidar de Sofia.—¿Y qué esperabas? ¿Acaso querías que te pidiera que abandonaras a la mujer que llevaba a tu hijo creciendo en su vientre? ¿Tan mala crees que soy?—No es que seas mala. Pero si esperaba que fueras más egoísta.—¿Egoísta? —suelta con rabia— tú ya habías tomado la decisión de casarte. Ya estabas comprometido y yo fui egoísta cuando no me permitir rogarte para que me eligieras.—No me ibas a rogar nada. Si tan solo me hubieras confesado tus sentimientos te habría escogido sin importar qué.—¡Ya basta! ¡Madura de una m*****a vez!... Embarazaste a una mujer porque decidiste acostarte con ella sin protección. Decidiste casarte porque la culpa no te permito abandonarla cuando la descubriste enferma. Así que no me vas a venir a tirar toda esa basura de que por mi culpa tu vida es desdichada. ¡No es mi culpa!—Es tu culpa. Estoy casado porque me hiciste prometer que cuidaría de ella con esmero.—Nathaniel, ya tu habías decidido casarte con ella. Eso fue lo que le dijiste a tus padres la última vez que estuve en casa de ellos...—Y no sabes cuánto me arrepiento de todo lo que dije ese día mientras veía en tus ojos como se rompía tu corazón —agarra sus manos— siempre creí que mi amor era unilateral, pero ese día descubrí lo equivocado que estaba.—Como te dije en su momento: ya es muy tarde para nosotros. Ni quiera es un escenario imaginable.—¿Por qué?... Ya Sofia está curada. Levi y Tabatha siempre seran mis hijos así que velare por el bienestar de ambos hasta el día de mi muerte.—¿Ambos? ¿Tuviste otro bebé?—Si, pero ese no es el punto, Stella.—¡Já! —suelta con indignación— ¿Cómo que ese no es el punto? Dices que eres infeliz, que esto y lo otro, pero si que te diste el tiempo para embarazar a tu mujer por segunda vez.—Soy hombre y Sofía siempre provoca nuestros encuentros. Te amo, pero también tengo necesidades...—¡Vaya! Deberías trabajar escribiendo tarjetas con dedicatorias.—Me vas a decir que en todo este tiempo tú no has tenido intimidad con nadie.—Eso no te incumbe.—Vez, es lo mismo. Mis sentimientos por ti son una cosa, pero pasar la noche entre las sábanas de Sofia es otra cosa.—¿Te escuchas cuando hablas?—No siempre —sonrie.—Se nota —libera sus manos de su agarre.—Stella. No me alejes. Acepta que todavía sientes lo mismo que yo siento por ti.—Nunca vas a escuchar de mi boca lo que deseas oír.—¡Maldita sea! ¿Por qué eres así? ¿Por qué?—Baja la voz que todos nos están mirando.—No me importan lo demás, yo solo quiero que entiendas que te necesito en mi vida. Tú y solo tú eres lo que necesito para ser feliz y si tengo que vender mi alma al diablo para conseguirte lo haré sin pensar en las consecuencias.—Deja de hablar tantas pendejadas que ya no eres un chiquillo.—No son pendejadas. Son mis anhelos y pagaría lo que fuera con tal de cambiar mi realidad y en lugar de estar casado con Sofia estuviera...Sus palabras quedan inconclusas cuando sus ojos ven a Sofia salir del baño con Tabatha en brazos. El baño no está muy lejos de donde él y Stella están parados así que agacha su mirada al entender que seguramente Sofia a escuchado todo lo que él acaba de confesar, o por lo menos gran parte de la conversación.—No sabes la guerra que me dió esta pequeña traviesa allí adentro. Creeme cuando digo que ese pañal era una bomba de tiempo —rie antes de despegar sus ojos de su bebé— ahora sí, ¿Vamos a comer algo, amor? —sus ojos se clavan en Stella aunque su pregunta está dirigida a su esposo.—Eh... Si. Vamos —Nathaniel se da la vuelta sin poder mirar a su esposa a los ojos.Stella no dice nada. Solo se que de espectadora.—¿Quieres venir a comer con nosotros? —Pregunta Sofia con una amabilidad tan fingida que le eriza la piel a Stella.—¿Ah, yo?—Claro —rie— acaso tú no eres la mejor amiga de Nathaniel.—Si... Bueno, hace mucho tiempo que no nos vemos, pero si, fui su mejor amiga en la infancia.—Ves. Por eso mismo debes venir con nosotros —Stella ladea su cabeza y una mirada llena de confusión queda en evidencia al tiempo que los ojos de Sofia se ponen en blanco— para que se pongan al día. Además, yo no te conozco y me gustaría hacerlo.—¿Mmmm?—En serio, desde que conozco a Nathaniel he tenido curiosidad por ti. Eres tan importante en la vida de Nathaniel a pesar de no estar en contacto con él, que hasta el día de hoy, no entiendo porque se distanciaron y mucho menos entiendo cómo es que no estuviste en nuestra boda.—¿Importante en la vida de Nathaniel? Nada de eso —se apresura a decir mientras agita sus manos con negativas.—No seas modesta. Tú y yo sabemos lo importante que eres para él .—Sofia, ya dejala ir.—¿Por qué? ¿No quieres estar más tiempo con tu amiga? ¿Acaso no eres tú quien siempre está hablando de Stella? —en su voz se puede notar un poco el reproche pero lo disfraza con una enorme sonrisa antes de volver su atención a su rival— . Yo creo que tú nombre es lo que más sale de la boca de Nathaniel durante el día. Y no lo voy a negar, algunas veces si me dan celitos —suspira— luego recuerdo que yo soy con quién se casó y se me pasan —rie cubriendo su boca con la mano—en fin, te aseguro que nos divertiremos todos juntos.—Ah... Ya veo. Pero igual no podre acompañarlos porque ando con una amiga.—¿Una amiga? —Sofia mira a l alrededor — No veo a ninguna amiga contigo.—Eso es porque ella sigue allí adentro —señala hacia el baño y justo en ese momento Erica cruza la puerta del baño.Stella se apresura a alcanzar a su amiga y se le guinda del brazo como si fuera un salvavidas en medio del océano.—¿Qué pasa?—Ayudame a salir de aquí —musita cerca de su oreja.—¿Ah?—Hola. Estoy invitando a Stella a comer con nosotros. ¿Te importaría?—Obvio. Ella y yo ya tenemos planes para hoy.Stella sonríe agradecida.—Entiendo. Pero dado que mi esposo y Stella hace cinco años que no se ven, no crees que pudieras posponer la salida de chicas por un par de horas?Erica ve a Stella y está suplicaba con los ojos.—Bien. Pero con la condición de que yo también los acompañe a comer.—Si. Por nosotros no es problema... ¿Verdad amor?—Eh-hh... Si, claro. Vamos todos.—¿Qué haces? —susurra Stella.—Veamos que intenciones se trae está loca contigo.—Erica...—Tú tranquila,amiga.Todos están en la mesa esperando a que traigan su orden. La incomodidad es más que evidente pero nadie intenta iniciar un tema de conversación hasta que Tabatha arranca a llorar.—Vaya pulmones que se gasta —comenta Erica de la nada.Stella no presta mucha atención a su amiga pues el ver cómo Sofia a pellizcado la piernita de la beba la ha dejado desencantada.—Si. Lo siento. Ella suele ser muy tranquila —responde Sofia mientras mueve un poco el coche para calmar a la bebé —amor, la puedes llevar a agarrar un poco de aire. Siempre se calma contigo.—¿Por qué será? —murmura Stella con molestia.—¿Dijiste algo?—No, Sofia. No dije nada.Stella se cruza de brazos y gira su cara a un lado. Erica no entiende nada de lo que está pasando y Nathaniel se limita a sacar a Tabatha de la carreola para entretenerla un rato fuera del restaurante. —¿Erica. Te molestaría darme unos minutos con tu amiga?—Lo que tengas que decirle hazlo frente a mi —Stella vuelve su mirada a Sofia y al entender de qu
—Stella, ¿No quieres contarme lo que pasó allá?Stella seca las lágrimas que lograron escaparse de sus ojos y sorbe por la nariz antes de poder responder sin que su voz se quiebre.—No es necesario.—Amiga, te ves triste. Me preocupas.—¿triste yo? ¡Nada que ver!—Stella, siempre es necesario desahogarse, de lo contrario, puedes enfermar.—¡Qué va! No me voy a enfermar por algo como lo que acaba de pasar. Además, en este momento lo menos que necesito son oídos que me escuchen. Lo único que realmente preciso es de media hora de práctica en el campo de tiro.—No puedes descargar tu rabia contra un papel de blanco de tiro.—¿Quién dice que no? —sonrie con tal malicia, que por un momento, Erica creyó ver un centelleo en los ojos de Stella.—Eso no es sano, amiga. —Quizás, pero sin duda alguna es mejor opción descargar las municiones de mi armamento en quién tengo en mente... ¿no crees?Erica no necesitó de más referencias para entender de lo que hablaba Stella. También descubrio lo rencor
Hace ya más de un mes que Dante se desligó de su familia; no porque él así lo decidiera, sino, porque su padre comenzó a cerrarle todas las puertas cuando se negó a continuar con el compromiso que le habían arreglado... Desde entonces, Dante ha estado trabajando en un pequeño bar; uno ubicado en un pueblo no tan concurrido por turistas y donde cobra un sueldo que a duras penas le alcanza para cubrir sus gastos al fin de mes. Definitivamente no es la vida a la que él está acostumbrado, pero por el momento, no le queda de otra más que adaptarse y conformarse.Un suspiro profundo se escapó de su garganta cuando se vió al espejo; él nunca antes había usado un uniforme, y mucho menos había tenido que trabajar para mantenerse. Era consciente de que esa es la realidad de la gran mayoría de las personas, pero nunca imagino que un día esa también sería la suya.«¡Demonios!, tengo que hallar la manera de solucionar las cosas con papá» —pensó después de palmear sus mejillas con un poco de perf
—¿Te sientes bien? —susurro Gabriella mientras entrega una botella de coñac a uno de los meseros del VIP.—E-Eh... Si si. Estoy bien —respondió Dante intentando esconder la emoción que revoloteaba en la boca de su estómago como pequeñas e inquietas mariposas.—ahhh... ¿Y la cara de tonto a qué se debe?—Porqué mejor no te pones a trabajar en lugar de estar molestandome.— Es que ya me quiero ir.—Dile a Theo.—mmmm... Mejor no.Dante rie antes de agarrar un vaso para llenarlo de cerveza. —¿De que te ríes, tonto?—De ti —se encoge de hombros.—Que simpático —le da una palmada malintencionada en la espalda que lo hace derramar un poco de cerveza en el suelo. —¡Gabriella!—¡Dante! —exclama imitandolo.Dante rueda los ojos, limpia el vaso, repone lo perdido y se lo entrega a la chica que esperaba con una sonrisa tan amplia que parecía dolorle. Dante le devuelve la sonrisa por compromiso y está le pagó la bebida junto con una generosa propina.—Gracias.—Avísame si quieres mi número.—C
Dante y Stella seguían allí, parados a la orilla de la acera frente al Kelly's bar; seguian tomados de la mano, no obstante el silencio de ambos se estaba volviendo muy incomodo. —Nunca he tenido una cita... Pero si tengo tres gatos esperándome en casa —solto Stella de la nada con una sonrisa tonta que solo buscaba romper con el molesto silencio. Dante la miró extrañado, si le sonrió en respuesta, pero eso no borró la confusion de su cara. —En mi mente sonó más gracioso — expresó Stella con un rostro completamente sonrojado cuyo ojos esquivaban desesperadamente la mirada curiosa de Dante. —¿Espera... Acabas de decir que esta será tu primera cita? —S-Si... —levanto su vista al cielo nocturno carente de estrellas. —¡Ajá, como no! —Es en serio, Dante —lo miró sería. —No creas que me vas a ver la cara de tonto... ¡jajaja! —¿Qué ganaría con eso? —No lo sé. —Mejor olvida que lo dije —sacude su mano para obligar a Dante a soltarla. —Stella... —¿Qué? —gruño bajo. A Dante le
—Señor, dejenos por aquí por favor ——Muy bien.El conductor se detiene frente a una pequeña tienda de viveres y Stella mira a su alrededor no muy convencida con la elección de Dante para la cita—¿Estas seguro de que es aquí donde nos tenemos que bajar?—Si.—No te parece que le falta como... ¿Algo?—No deberías juzgar antes de tiempo.—Es cierto, pero es que — señala la pequeña tienda de víveres con ambas manos— me la pones difícil.*Dante sonrie*—Dejame sorprenderte.—Creeme, sorprendida ya estoy.Dante, no pudo evitar reír por lo bajo después de descifrar lo que pasaba por la cabeza de Stella: ¿Una cita en un minimercado? ¿A quien se le ocurre semejante cosa?—Stella.Ella, que estaba perdida en sus pensamientos, al escuchar su nombre despega sus ojos del vidrio de la ventanilla y lo voltea a ver, otra vez. —Recuerda que te prometí una cita que no podrás olvidar —rie burlesco.—Si... Difícilmente podré olvidar que mi primera cita fue en un minimercado —tambien rie.La complici
LOS ANGELES, CALIFORNIA.VERANO DE 1985.Stella Camacho es una joven muchacha de veinticinco años de edad, notablemente hermosa, alegre, carismática y con un gran sentido de la justicia. Este último lo tiene tan marcado que hace unos pocos meses atrás, justo después de titularse como licenciada en contaduría, decidió dejar su profesión de lado para unirse a la fuerza policial local. Por supuesto, recibió muchas criticas y hasta consejos que nunca solicitó, y aunque los escucho a todos, se mantuvo firme en su decisión.No fue un paso facil de dar, y mucho menos el adaptarse a las exigencias de su nueva vida. Aún así, ella intentaba no darle demasiada importancia a los cambios. Ni siquiera al hecho de que su compañero se aprovecha de su condición de novata para dejarle todo el trabajo.Por supuesto que la situación le molesta. Pero, ¿Qué otra cosa puede hacer desde su posición?, como ella lo ve, su única opción es cumplir con la orden y en silencio.—¡Vaya!, eso sí que es tener las ojer
Stella permaneció un largo rato dentro de su auto y seguía estacionada frente al bar de la familia Johnson. No fue hasta que Elvira se asomó por la ventana del mismo cuando finalmente se decidió a encender el motor y poner el auto en marcha sin atreverse a mirar por el retrovisor mientras se alejaba del lugar.Manejó sin tomar descansos a pesar de que sus ojos picaban. No estaba segura si lo hacían por el sueño o por el llanto que le tenía los párpados hinchados; De lo que si estaba consciente es de lo mucho que necesitaba llegar a su departamento, asi que piso el acelerador sin ningún temor, y como consecuencia, se ganó una multa por sobrepasar la velocidad permitida, además de pasarse un semáforo que no vió que seguia en rojo.Finalmente llegó a su casa y su cuerpo no le permitió más que caminar hasta llegar a su departamento, y de allí, hasta su habitación. arrastro los pies como si de ellos colgarán cadenas y se dejó caer boca abajo sobre su cama.Se sentía tan cansada, física y e