Stella permaneció un largo rato dentro de su auto y seguía estacionada frente al bar de la familia Johnson. No fue hasta que Elvira se asomó por la ventana del mismo cuando finalmente se decidió a encender el motor y poner el auto en marcha sin atreverse a mirar por el retrovisor mientras se alejaba del lugar.
Manejó sin tomar descansos a pesar de que sus ojos picaban. No estaba segura si lo hacían por el sueño o por el llanto que le tenía los párpados hinchados; De lo que si estaba consciente es de lo mucho que necesitaba llegar a su departamento, asi que piso el acelerador sin ningún temor, y como consecuencia, se ganó una multa por sobrepasar la velocidad permitida, además de pasarse un semáforo que no vió que seguia en rojo.Finalmente llegó a su casa y su cuerpo no le permitió más que caminar hasta llegar a su departamento, y de allí, hasta su habitación. arrastro los pies como si de ellos colgarán cadenas y se dejó caer boca abajo sobre su cama.Se sentía tan cansada, física y emocionalmente, que ni siquiera se molestó en cambiarse la ropa o quitarse los zapatos; nada más cerró sus ojos y no supo de si misma hasta que la alarma programada en su radio despertador sonó en medio de la oscuridad de su habitación.[...]«¡vaya!, ¿tan rápido se hicieron las ocho de la noche?» —penso con los ánimos caídos.Stella en verdad no tenía ganas de ir al trabajo, y menos de lidiar con Elías. Pero pensar en como Nathaniel iba a continuar con su vida y sin su compañía le hizo entender que ella debía hacer lo mismo. Así que sin saber muy bien de dónde, se llenó de coraje, se levantó de la cama de un golpe, se estiró, se dió unos minutos para mirarse al espejo y choco sus palmas sobre sus mejillas con algo de fuerza para espantar el sueño.—¡BIEN! A PONER MANOS A LA OBRA QUE LA VIDA ES UNA SOLA— gritó para sí misma como si de un grito de guerra se tratara.Desató su cabello mientras se encaminaba al baño.Se dió un rápido baño con agua fría; al terminar, seco su cabello y lo ató como de costumbre, en un moño alto muy al estilo de bailarina de ballet. Sacó un uniforme limpio de su closet; una vez estuvo lista, agarro las llaves de su departamento junto con su arma, placa, su bolso de mano y salió de su casa intentando no verse tan deprimida como se sentía.[...]Stella llegó a la estación de policia tan puntual como siempre, y para su sorpresa, se encontró con que ya el fiscal habia logrado cerrar el caso del hijo del Sargento.—Tú si que tienes la suerte de trabajar con Elías...Fue lo que le dijo una de sus compañeras cuando Stella pasaba por su lado.Stella se detuvo y miró a la chica un poco extrañada.—¿Por qué lo dices?—¿Cómo que por qué?... él es un genio. Mira que dar con la evidencia clave para que el fiscal pudiera cerrar su caso... Y con un acuerdo increible.—¿De qué hablas?La chica rodó sus ojos antes de dedicarle a Stella una mirada llena de desprecio.—¿Cómo es que Elías tuvo la mala suerte de convertirse en tu compañero?Desconcertada, Stella siguió su camino y no tardó ni un minuto en descubrir que la tan nombrada evidencia que consiguió Elias no era otra más que la cinta de video que ella le dió más temprano.Stella estaba furiosa porque Elias se llevó todo el crédito; su esfuerzo no figuraba por ninguna parte, así que sin pensarlo dos veces, salió en busca de su compañero.—¿Por qué lo hiciste? —fue lo primero que preguntó cuando lo encontró en la parte de atrás del edificio dándole una calada un cigarrillo.—Se más especifica —bota el humo sin tener cuidado y todo le cae a Stella en la cara.—Lo de la cinta de video. Pudiste compartir el crédito, por lo menos. —tose.—¡Ay que tanto!, no es como si te fueran a dar una medalla. Además, yo tengo más tiempo que tú, es lógico que yo sea quien se lleve el crédito. Yo te estoy entrenando.—Entrenando un rábano. Cada vez que puedes me dejas sola con todo el trabajo.—Te dejó sola porque así aprendes a desenvolverte. Además, si tanto querías reconocimiento debiste llevarle la cinta tú misma al fiscal... ¿No crees? —Stella suelta un gruñido en respuesta y Elías le da la última calada a su cigarrillo antes de arrojarlo al suelo.—Tú me dijiste que debía respetar la cadena de mando.—Y tu me creiste. —Elias arrincona a Stella con su cuerpo— mejor ya deja esto así y vamos a ver qué casos tenemos pendientes.—Imbecil —murmuró Jane.—¿dijiste algo?—Sé que me escuchaste fuerte y claro.—Pequeña mujerzuela...Elías totalmente encolerizado, levanta su mano y sujeta el cuello de Stella después de chocarle la cabeza contra la pared; mejora su agarre y la levanta lo suficiente para obligar a sus pies a separarse unos cuantos centímetros del suelo.—Suéltame... —apenas logra susurrar.—Donde digas algo de esto a alguien te olvidas de tu carrera.—No te tengo miedo.—Deberias. En este trabajo necesitas más que talento. —la suelta y Stella comienza a toser mientras agarra su cuello— como te dije antes, tú no sirves para policía, no por falta de talento —se agacha y acerca su boca a su oreja— sino por la falta de conexiones, malicia y ganas de devorarte al mundo sin medir los medios para obtener el poder. Un policía honesto no llega lejos... Y tú, eres demasiado recta para mí gusto —fue lo último que dijo antes de irse con una enorme sonrisa adornando su rostro insidioso.[...]Después de la altercado que Stella tuvo con Elías, ella, por primera vez, sintió que su vida corría peligro. Intento ocultarlo, pero se le hacía muy difícil no sobresaltarse cada vez que su compañero se le acercaba. Instintivamente retrocedía y varias veces notó que esto le causaba gracia a Elías.—¿Estas bien? —cuestionó Elías como si en verdad estuviera preocupado por ella.Stella no respondió, solo lo miró en silencio antes de volver su vista a la pantalla de su computador.—Camacho, Miller. —les llamó el Sargento.Ambos se acercaron a él, y este les entrega de inmediato un carpeta a cada uno— resuelvan esto tan rápido como resolvieron el caso de mi hijo.Elías asiente antes de echarle un vistazo al contenido pero Stella se queda frente a su Sargento debatiéndose internamente si debería o no hablar de lo sucedido con su compañero.—¿Sucede algo, Camacho?—N-No, Sargento. —fue lo único que terminó contestando antes de irse de regreso a su escritorio.—¿Qué? ¿Ya no quieres trabajar conmigo? —Elias hace un puchero que, para Jane, lo hace ver ridículo.—Solo concentrémonos en el caso.— Está bien —agarra su chaqueta junto con las llaves del auto— andando.—¿Andando?... Yo no voy a ir a ningún lugar contigo.—¿Qué? ¿Me tienes miedo?—No.Contesta con seguridad pero Elias niega divertido.—Bueno, tú ve a buscar el informe del forense y yo iré a la escena.— No. Yo me voy a casa.—¿Te volviste loca, o crees que tienes autoridad para hacer lo que se te pegue en gana?—Conozco mi rango, pero tú me lo debes así que me voy a mi casa, necesito descansar —agarra sus cosas después de guardar el expediente que le acaban de dar— Y si no estás de acuerdo, eres libre de levantarme un informe.—¡Esooo!... me gusta esta nueva actitud. Es lindo ver cómo intentas no parecer un ratón asustado frente a mi. Solo por eso, te voy a conceder que te vayas —la empuja con un poco de delicadeza hacia la salida— vete antes de que me arrepienta.—No te estaba pidiendo permiso.—Lo sé.[...]Totalmente cansada, con sus zapatos en mano, sudada y su cabello a medio atar, Stella llega a su casa después de subir siete pisos por la escalera ya que el ascensor del edificio sigue en mantenimiento.—¡Gracias a dios que no compre en el piso diez! —Exclamo después de recuperar el aliento.Se volví a calzar los pies y camino hacia su departamento con los ojos clavados en el piso.—¿Nathaniel?...¿Qué haces aquí? —le cuestiona Stella con mucha sorpresa al encontrarlo sentado frente a la puerta de su departamento y con su cabeza apoyada de sus rodillas.—Entonces, estás bien.Ella lo mira muy confundida antes de asentir.—¿Por qué creíste lo contrario?—Bueno, porque te he llamado al número de tu arrendadora, a tu trabajo y a tus amigos pero desde ayer nadie sabe nada de ti.—Ah, eso. La verdad es que llegue y me quedé dormida.—Ahhhh....—Te voy a volver a preguntar: ¿Qué haces aquí y a esta hora de la madrugada?—¿No es obvio...? — se pone de pie y sacude la parte trasera de su pantalón—, te estoy esperando.—Si. Pero, ¿Por qué? —saca las llave del bolsillo de su chaqueta y abre la puerta después de que Nathaniel se hace a un lado.—Siento que nos debemos una conversación.Con esa declaración ella confirmo lo que ya sospechaba: el rumbo que tomarían las cosas. Es por eso que sintió en su interior como la depresión amenazaba con volver a ella.—La verdad es que tuve un turno muy pesado. Estoy cansada y quiero dormir. Pero no te preocupes. Todo está bien entre nosotros. No hay nada que explicar —forza una sonrisa que parece todo menos lo que debería ser.—No pienso igual. Necesito explicarte todo.—En serio... solo dejemos todo tal y como esta. Somos amigos y todo está bien así.— No te creo.—¡Ash!... ¡Olvide lo intenso que puedes llegar a ser!—Mi corazón también me duele.—Nathaniel, en serio, no hablemos de cosas que ya no pueden ser.—No me niegues la oportunidad de decirte todo lo que siento.—¿No crees que ya es muy tarde para eso?—Si, Pero...—Pero nada. Solo vete por favor.—¿Sabes?, la culpa de como resultaron las cosas no es solo mía.—Es verdad. Y aunque no lo justifica, debes entender que nunca dije nada al respecto por miedo al rechazo, a perder nuestra amistad, a qué me apartaras de tu lado.—¿Y no has pensado que yo me sentía igual?—Stella lleva su mirada al suelo— y ayer me di cuenta del gran error que cometí... Si tan solo me hubieras dado una señal.—No podemos vivir pensado en: "si tan solo..."—¿Y entonces qué?—Dejamos las cosas como están.—Ya no puedo ser tu amigo. No después de ver cómo reaccionaste ayer...¿O me vas a decir que eres feliz con la idea de ver como estoy a punto de formar una familia con otra mujer?, ¿Vas a negar que estás enamorada de mi?—No vas a conseguir escuchar lo que quieres. Ya no se puede.—¡Maldita sea! ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?—¿Olvidas que te vas a casar?, ¿Acaso estás buscando una excusa para salirte del paquete?— Nathaniel se queda en silencio y Stella lo toma como una respuesta positiva a sus preguntas— me niego a ser tu comodín —agrega muy molesta.—Yo no amo a Sofia. Te amo a ti, Stella.—¿Entonces por qué te vas a casar con ella?—Mi relación con Sofia empezó como algo casual. Sin embargo, cuando descubrió que esta embarazada le prometi quedarme a su lado pase lo que pase. Ella tendrá a mi hijo y está arriesgando su vida en el proceso. Casarme con ella es lo menos que puedo hacer.—¿Está enferma?—Tiene cáncer de ovario en etapa dos. Lo descubrió el mismo día que le dijeron que tenía seis semanas de embarazo. Sofia se negó a interrumpir el embarazo por lo que no puede recibir quimioterapia hasta que nazca el bebé.Stella se queda sin palabras. Nathaniel se rinde ante el llanto y se aventura a refugiarse en los brazos de quien a sido su mejor amiga por veinte años.—Lo siento. Ya verás que todo saldrá bien. Sofia y tu bebé saldrán bien —susurra Stella mientras desliza su mano de arriba a bajo por la espalda de Nathaniel intentando calmarlo un poco.—Jodí la oportunidad de Sofía a recibir tratamiento a tiempo, jodí la posibilidad de estar junto a ti... y no sé que le estoy jodiendo a ese inocente bebé que apenas se está formando... ¡Maldición! podría crecer sin su madre y todo por mi culpa.—Tu no estás jodiendo nada porque nada de lo que mencionaste es tu culpa. En cuanto a mi, seguiré aquí para ti, te apoyaré en todo lo que pueda. Independientemente de mis sentimientos por ti, aún soy tu amiga.—No te puedo ver igual después de saber que mi amor por ti es correspondido.—Estoy segura que podremos superar estos sentimiento. Solo debemos entender que "tú y yo" simplemente no estaba destinado a ser. Has tu vida. Da todo de ti para apoyar a quien se convertirá en tu esposa; mientras tanto yo intentaré ya no llamarte tanto, no correr hacia a ti cuando sienta que mi mundo se cae. Te juro que seré fuerte, no solo por mi, sino también para ti —Stella ayuda a Nathaniel a incorporarse y seca sus lágrimas con sus pulgares— Deja de pensar en lo que no podremos tener tú y yo. Solo te voy a pedir una cosa.—¿Qué?—Que a partir de hoy, y desde este preciso momento, solo procura que Sofia se sienta amada. Es importante que ella no se de cuenta que dudaste y sobre todo, hazle entender que no es mi reemplazo —Stella extiende el dedo meñique.—Lo intentaré.—No es aceptable esa respuesta.—Bien bien. Te juro que daré mi mejor esfuerzo — dice enlazando su meñique con el de Stella.UN AÑO Y MEDIO MÁS TARDE.Ha pasado más de un año desde la última vez que Stella y Nathaniel se vieron. Un año en el que ambos han mantenido su respectiva promesa: Stella dejo de llamar, escribir y buscar a Nathaniel cada vez que se sentía agobiada. Dejo de hacerlo su confidente y se limitaba a responder los esporádicos mensajes que él le enviaba con la débil excusa de saludarla. No ha sido una promesa fácil de cumplir para ella, incluso hubieron días donde el dolor causado por la ausencia de Nathaniel se sentía peor que las contadas balas que han logrado perforan diferentes partes de su cuerpo. Aún así, su determinación es mucho más fuerte, y de a poco, se ha ido acostumbrando a una vida donde Nathaniel no puede ser su principe de brillante armadura. Nathaniel, por su parte, cumplió con lo que se esperaba de él: se casó y desde entonces no se ha despegado del lado de Sofia. Él se ha convertido en el apoyo incondicional de su esposa pasando innumerables noches en vela, ya sea por c
Stella y Erica llegaron al centro comercial más conocido de la ciudad después de pasar como unos veinte minutos en la carretera.El lugar es enorme, moderno e iluminado hasta el techo con luces led de diferentes tamaños. No obstante, su mayor atractivo es un tragaluz de vidrio y estructura de acero que le da ese toque vintage que a muchos les parece atractivo; el ambiente es bastante agradable y el lugar es bonito a la vista, aún así, Stella no tiene muchas ganas de estar en ese espacio tan bullicioso, sin embargo, no dijo nada y se limito a seguir los pasos de quien se ha convertido en una gran amiga para ella. —¡Woooow! Mira esos vestidos —expresó Erica totalmente extasiada con la vista que le dejaban unos maniquíes exhibidos detrás de la ventana panoramica de la pequeña tienda frente a ellas— ¡están hermosooos!Stella arruga el ceño y sus labios hacen un mohín que deja en claro su completo desagrado por las prendas delante de sus ojos.—No pongas esa cara.—Es que son...—El último
Todos están en la mesa esperando a que traigan su orden. La incomodidad es más que evidente pero nadie intenta iniciar un tema de conversación hasta que Tabatha arranca a llorar.—Vaya pulmones que se gasta —comenta Erica de la nada.Stella no presta mucha atención a su amiga pues el ver cómo Sofia a pellizcado la piernita de la beba la ha dejado desencantada.—Si. Lo siento. Ella suele ser muy tranquila —responde Sofia mientras mueve un poco el coche para calmar a la bebé —amor, la puedes llevar a agarrar un poco de aire. Siempre se calma contigo.—¿Por qué será? —murmura Stella con molestia.—¿Dijiste algo?—No, Sofia. No dije nada.Stella se cruza de brazos y gira su cara a un lado. Erica no entiende nada de lo que está pasando y Nathaniel se limita a sacar a Tabatha de la carreola para entretenerla un rato fuera del restaurante. —¿Erica. Te molestaría darme unos minutos con tu amiga?—Lo que tengas que decirle hazlo frente a mi —Stella vuelve su mirada a Sofia y al entender de qu
—Stella, ¿No quieres contarme lo que pasó allá?Stella seca las lágrimas que lograron escaparse de sus ojos y sorbe por la nariz antes de poder responder sin que su voz se quiebre.—No es necesario.—Amiga, te ves triste. Me preocupas.—¿triste yo? ¡Nada que ver!—Stella, siempre es necesario desahogarse, de lo contrario, puedes enfermar.—¡Qué va! No me voy a enfermar por algo como lo que acaba de pasar. Además, en este momento lo menos que necesito son oídos que me escuchen. Lo único que realmente preciso es de media hora de práctica en el campo de tiro.—No puedes descargar tu rabia contra un papel de blanco de tiro.—¿Quién dice que no? —sonrie con tal malicia, que por un momento, Erica creyó ver un centelleo en los ojos de Stella.—Eso no es sano, amiga. —Quizás, pero sin duda alguna es mejor opción descargar las municiones de mi armamento en quién tengo en mente... ¿no crees?Erica no necesitó de más referencias para entender de lo que hablaba Stella. También descubrio lo rencor
Hace ya más de un mes que Dante se desligó de su familia; no porque él así lo decidiera, sino, porque su padre comenzó a cerrarle todas las puertas cuando se negó a continuar con el compromiso que le habían arreglado... Desde entonces, Dante ha estado trabajando en un pequeño bar; uno ubicado en un pueblo no tan concurrido por turistas y donde cobra un sueldo que a duras penas le alcanza para cubrir sus gastos al fin de mes. Definitivamente no es la vida a la que él está acostumbrado, pero por el momento, no le queda de otra más que adaptarse y conformarse.Un suspiro profundo se escapó de su garganta cuando se vió al espejo; él nunca antes había usado un uniforme, y mucho menos había tenido que trabajar para mantenerse. Era consciente de que esa es la realidad de la gran mayoría de las personas, pero nunca imagino que un día esa también sería la suya.«¡Demonios!, tengo que hallar la manera de solucionar las cosas con papá» —pensó después de palmear sus mejillas con un poco de perf
—¿Te sientes bien? —susurro Gabriella mientras entrega una botella de coñac a uno de los meseros del VIP.—E-Eh... Si si. Estoy bien —respondió Dante intentando esconder la emoción que revoloteaba en la boca de su estómago como pequeñas e inquietas mariposas.—ahhh... ¿Y la cara de tonto a qué se debe?—Porqué mejor no te pones a trabajar en lugar de estar molestandome.— Es que ya me quiero ir.—Dile a Theo.—mmmm... Mejor no.Dante rie antes de agarrar un vaso para llenarlo de cerveza. —¿De que te ríes, tonto?—De ti —se encoge de hombros.—Que simpático —le da una palmada malintencionada en la espalda que lo hace derramar un poco de cerveza en el suelo. —¡Gabriella!—¡Dante! —exclama imitandolo.Dante rueda los ojos, limpia el vaso, repone lo perdido y se lo entrega a la chica que esperaba con una sonrisa tan amplia que parecía dolorle. Dante le devuelve la sonrisa por compromiso y está le pagó la bebida junto con una generosa propina.—Gracias.—Avísame si quieres mi número.—C
Dante y Stella seguían allí, parados a la orilla de la acera frente al Kelly's bar; seguian tomados de la mano, no obstante el silencio de ambos se estaba volviendo muy incomodo. —Nunca he tenido una cita... Pero si tengo tres gatos esperándome en casa —solto Stella de la nada con una sonrisa tonta que solo buscaba romper con el molesto silencio. Dante la miró extrañado, si le sonrió en respuesta, pero eso no borró la confusion de su cara. —En mi mente sonó más gracioso — expresó Stella con un rostro completamente sonrojado cuyo ojos esquivaban desesperadamente la mirada curiosa de Dante. —¿Espera... Acabas de decir que esta será tu primera cita? —S-Si... —levanto su vista al cielo nocturno carente de estrellas. —¡Ajá, como no! —Es en serio, Dante —lo miró sería. —No creas que me vas a ver la cara de tonto... ¡jajaja! —¿Qué ganaría con eso? —No lo sé. —Mejor olvida que lo dije —sacude su mano para obligar a Dante a soltarla. —Stella... —¿Qué? —gruño bajo. A Dante le
—Señor, dejenos por aquí por favor ——Muy bien.El conductor se detiene frente a una pequeña tienda de viveres y Stella mira a su alrededor no muy convencida con la elección de Dante para la cita—¿Estas seguro de que es aquí donde nos tenemos que bajar?—Si.—No te parece que le falta como... ¿Algo?—No deberías juzgar antes de tiempo.—Es cierto, pero es que — señala la pequeña tienda de víveres con ambas manos— me la pones difícil.*Dante sonrie*—Dejame sorprenderte.—Creeme, sorprendida ya estoy.Dante, no pudo evitar reír por lo bajo después de descifrar lo que pasaba por la cabeza de Stella: ¿Una cita en un minimercado? ¿A quien se le ocurre semejante cosa?—Stella.Ella, que estaba perdida en sus pensamientos, al escuchar su nombre despega sus ojos del vidrio de la ventanilla y lo voltea a ver, otra vez. —Recuerda que te prometí una cita que no podrás olvidar —rie burlesco.—Si... Difícilmente podré olvidar que mi primera cita fue en un minimercado —tambien rie.La complici