EPÍLOGO POV´S ALEJANDROLa primera vez que la vi la odié. Es decir, yo estaba odiando a una mujer ya, y luego apareció ella para ofrecerse a tener sexo conmigo, así que definitivamente pensé que todas las mujeres eran iguales, y me porté como un bruto, intentando castigarla, como si yo tuviera el derecho de hacer algo así.Quería destrozarla, no, tal vez lo que yo quería destrozar era el dolor que me estaba quemando por dentro, y que era causado por mujeres como ellas dos: interesadas.Ella no se me acercó por interés, como lo pensé en un inicio, porque ella necesitaba no perder lo que le quedaba, y se aferraba a ello a pesar de todo, incluso de su dignidad y orgullo.Verla tan desvalida, luego de verla orgullosa de sí misma negándose a casarse conmigo por contrato, me generó una indescriptible compasión que no me permitió quitarle los ojos de encima.La pobre Emilia Chardón acaparó mi vista, mis pensamientos y también los sentimientos que ni siquiera sabía que tenía, y decidí proteger
EPÍLOGO POV´S ARMANDO DARRELLAlejandro era un niño tranquilo, más que el promedio, pero era un niño feliz, capaz de amar con todo su corazón, corazón que se cerró por completo cuando un terrible accidente lo dejó sin sus amados padres.Pensé que Alejandro no lo entendería, porque era pequeño, y tontamente le enseñé que era mejor alejarse de los problemas que afrontarlos, o al menos así sentí que ese niño lo aprendió cuando lo alejé de la casa que tanto daño le hacía con le excusa de protegerlo.Pero eso no fue lo único malo que el pequeño Alejandro Darrell aprendió, y tarde me di cuenta de ello. Ese niño, de alguna manera casi increíble, se convenció de que la única manera de no volver a experimentar la pérdida era no teniendo nada que perder.Ahora lo veo claro. Cada que me devolvió una mascota para no quererla y no sufrir al perderla, debió ser para mí una clara señal, pero no la vi. Además, no es como que yo fuera tan diferente a él, igual que él lo hiciera con Emilia, muchos años
ESPECIAL. UNA NAVIDAD EN FAMILIAEmilia comenzó a escuchar ruidos afuera de la habitación, y sonrió emocionada, escuchando las risitas de sus hijos, que, por lo significativo de la fecha, estaban emocionados también.—¿Quieres ir a ver? —preguntó Alejandro, que también despertó al corredero y los cuchicheos de sus hijos en el pasillo que conectaba todas las habitaciones.Emilia asintió, ese evento único en el año era algo que le llenaba de energías, porque la sonrisa de sus seis hijos era, sin duda alguna, lo mejor que le podía pasar.—Vamos —dijo la castaña, sintiéndose como si ella fuera también una niña corriendo, la mañana de navidad, a debajo de ese árbol que siempre tenía dos regalos para ella, incluso cuando su madre murió, porque su tía siempre se esforzó porque el cariño que antes recibía de dos siguiera siendo el mismo aun cuando solo quedaba una.Cada navidad era lo mismo desde que se convirtió en mamá, en una emoción indescriptible que le llenaba el alma de felicidad. La na
UNA VIDA JUNTOS... AÑOS DESPUÉSAbrió los ojos extrañando los pasitos corriendo de sus hijos que eran bastante mayores como para correr a buscar regalos debajo de un árbol porque, para empezar, tres de ellos ya ni siquiera estaban en casa.Adrián, con treinta años, vivía su propia vida ya, casado con una preciosa mujer que trabajaba con él en la empresa de Alejandro, y con quien vivía muy feliz, alentándose uno al otro para seguir creciendo laboralmente.Alexa, de veintisiete años, ahora, también estaba casada, y esperaba a su primer bebé, uno que los llenaba de emoción a todos, pero que no sería el primer nieto de esa casa porque, Alessandro tenía tres hijos, dos niños de tres años y una pequeña que cumpliría un año meses adelante.De todos sus hijos, Alessandro siempre andaba corriendo, buscando experimentar todo el mundo con sus propios ojos y manos así, un día, cuando tenía veintidós, llegó a su casa con su novia embarazada y les pidió a sus padres, bajo la promesa de que ya se por
—Dijo que no podía creer en mis palabras —explicó el ebrio jefe de enfermeros que se lamentaba por todas las malas decisiones que había tomado en su vida. Porque, es decir, si no era porque él decidió jugar con todas las enfermeras que se lo permitieron, sin comprometerse con nadie, definitivamente no habría terminado con la reputación que ahora tenía; y, sin esa reputación, definitivamente, Emilia no habría descartado por completo sus sentimientos cuando los declaró. » Pero sí la amo —aseguró Alejo Díaz, comenzando a lagrimear—. La amo demasiado... La amo como jamás había amado a nadie... La chica a su lado, una joven de cabello café claro, casi rubio, y ojos azules, respiró profundo, demasiado profundo mientras seguía jugando con su cabello liso y largo, cosa que hacía todo el tiempo, más por manía que por gusto; aunque, si debía señalarlo, era complaciente seguir pasando sus dedos entre esas hebras delgadas, suaves y brillantes que eran su cabello. » Yo habría hecho lo que fuera
—¿De qué mierda hablas? —preguntó Meredith, que había salido de su estupor luego de que hablara el hombre en su cama—. Si mi memoria no me falla, y mira que me siento tan mal que sé que estaba muy borracha, pero estoy segura de que todo te funcionó perfectamente anoche. Si recuerdas todo, ¿o no? Me ofendería muchísimo que no.—Recuerdo todo, Mer —aseguró Alejo, sentándose también, porque, desde que él abrió los ojos, la joven a su lado estaba ya sentada en la cama—. Recuerdo perfectamente bien todo, incluso que fuiste tú quien lo comenzó, que te insistí mucho en que no lo hiciéramos, pero que eres terca como mula y buenísima en la cama.—Ay, no —musitó la castaña de ojos azules, bajito y sofocada, como si le faltara el aire—... Sí te acuerdas de todo. Debiste olvidar algunas partes o, por lo menos, por pura caballerosidad, fingir que no las recordabas.Alejo sonrió un poco, luego se dejó caer atrás y agradeció que las cosas no fueran a ponerse incómodas entre ellos luego de haber pasa
—Disculpa, ¿se te perdió algo? —preguntó Alejo, mirando con algo de desconfianza a un cardiólogo que le veía como si le recriminara algo.Sabino, al ver cómo la joven, que estaba formada delante de él, le miraba por sobre el hombro, evidentemente intrigada, solo negó con la cabeza y miró a otro lado, procurando poner más atención a lo que ese hombre hablaba con la joven mujer a su lado.—Deja de ser tan sarnoso —pidió Meredith, dándole un pellizco al costado de Alejo, quien se quejó un poco antes de reírse por esa manía de la joven por llamarlo con insultos extraños—. No desquites tus frustraciones sexuales con el pobre hombre.—Yo no tengo ninguna frustración sexual —aseguró el enfermero, en un tono grave y con una expresión tan sugerente que el corazón de la castaña se detuvo y su estómago burbujeó mientras su cara se llenaba de carmín—. Gracias a...Las manos de la pediatra se estamparon con fuerza en los labios de Alejo, a quien intentaba acallar con toda prisa y que terminó, para
Meredith, que estaba ya muy mareada por haber bebido sin parar por un buen rato, no lograba asimilar por completo lo que estaba pasando, pero su cerebro le estaba gritando que el amor de su vida le estaba besando y eso la tenía con el corazón latiendo a mil por hora, casi saliéndosele del pecho por la fuerza con la que golpeaba.Un beso intenso comenzó a perder fuerza hasta el punto en que se tornó dulce y delicado; ella ni siquiera supo cuando, pero las manos que la tomaron con fuerza de los hombros ahora sostenían con delicadeza su cintura, empujándola a chocar su cuerpo con el de ese hombre alto y formido que había decidido besarla de la nada.Al final, cuando su necesidad de aire le ganó a sus ganas de comerse el uno al otro, ambos se miraron, como perdidos en quién sabe cuál mundo, y Sabino se volvió a enfurecer cuando vio esa marca medio amoratada en el pecho de la joven y dirigió sus labios justo ahí para superponer su propia marca.—Ouch —exclamó Meredith a modo de quejido, dá