Inicio / Chick Lit / AMOR PARA DOS / PARTE II. CAPÍTULO 1
PARTE II. CAPÍTULO 1

—Dijo que no podía creer en mis palabras —explicó el ebrio jefe de enfermeros que se lamentaba por todas las malas decisiones que había tomado en su vida.

Porque, es decir, si no era porque él decidió jugar con todas las enfermeras que se lo permitieron, sin comprometerse con nadie, definitivamente no habría terminado con la reputación que ahora tenía; y, sin esa reputación, definitivamente, Emilia no habría descartado por completo sus sentimientos cuando los declaró.

» Pero sí la amo —aseguró Alejo Díaz, comenzando a lagrimear—. La amo demasiado... La amo como jamás había amado a nadie...

La chica a su lado, una joven de cabello café claro, casi rubio, y ojos azules, respiró profundo, demasiado profundo mientras seguía jugando con su cabello liso y largo, cosa que hacía todo el tiempo, más por manía que por gusto; aunque, si debía señalarlo, era complaciente seguir pasando sus dedos entre esas hebras delgadas, suaves y brillantes que eran su cabello.

» Yo habría hecho lo que fuera por ella —declaró el hombre, con la voz entrecortada y que ya sonaba demasiado nasal—... Si ella me hubiera elegido... Si ella me hubiera amado... Yo...

Alejo no pudo decir más, pues el nudo en su garganta no le permitió más que ahogar sus gemidos.

Él se había declarado de nuevo a la mujer que amaba, porque muchas veces antes le había insinuado y dicho que la quería, y que, si ella quería, la haría muy feliz, a ella y a su hijo; pero Emilia jamás le creyó, ella siempre le agradeció el cariño con una sonrisa y se tomó sus declaraciones como un simple halago que no podía ir más allá.

—De todas formas —habló la castaña, mirando al techo de ese posible bar, porque afuera no decía exactamente qué era ese establecimiento que se veía muy elegante y cómodo para ser una simple cantina—, ella no era para ti.

—Lo sé —aseguró Alejo tras un nuevo trago a esa horrible bebida que no cumplía con su propósito de aminorar el dolor que lo estaba matando—... Ella siempre fue de él... Aunque él no la merecía.

—Es que no hay manera de que la razón le gane al corazón —aseguró esa castaña de nombre Meredith Carson, que era, ni más ni menos, que la mejor amiga de Alejo Díaz desde que ambos estuvieron en la primaria—, al menos no cuando se trata de amor. Ya ves yo, que te amo desde siempre y tú nada más no me pelas.

Alejo hizo una mala cara al fijar sus ojos en la castaña que le sonreía burlonamente, pues esa broma estaba de más justo en ese momento.

Sí, él sabía que ella lo había amado en algún momento de la vida, tanto era así que Meredith siempre se refería a él como su primer amor, el más doloroso por no haber sido correspondido jamás.

Pero ya no era así, ahora Meredith, o Mer, como Alejo la llamó siempre, estaba enamorada de alguien más; aunque, lamentablemente, esta vez ella tampoco era correspondida; o al menos eso sugerían todas las críticas que esa joven pediatra hacía del ahora amor de su vida, un joven cardiólogo que trabajaba con ellos en el mismo hospital, y lo seguiría haciendo por poco tiempo.

Sabino Méndez era el nombre del nuevo amor de la vida de Meredith Carson, un joven rubio cenizo de ojos verdes y de perfecta sonrisa.

Sabino era el médico más amable que ese hospital tuvo el honor de conocer, pero era demasiado tímido, o demasiado “alzado” según las observaciones de todos aquellos que se enteraron que era hijo de médico de más prestigio y dinero de la ciudad y decidieron decidir que su aparente timidez no era más que una fachada para no tener que relacionarse con el pueblo.

Por alguna razón, que alguna vez algunas cuantas pensaron que había sido el destino, ese joven cardiólogo terminó haciendo sus prácticas médicas en el hospital donde Meredith tenía una plaza en pediatría, y fue ahí donde la castaña se enamoró de él.

Pero, tal vez, una médico de familia común, y más bien pobre, no era suficiente para alguien como él, y por eso Meredith decidió dejarlo todo por la paz, amando en silencio y sufriendo sola por la manera en que ese joven fingía no ver que ella lo amaba y la forma nada sutil en que se desvivía por él.

—¿Quieres que te ame? —preguntó Alejo y, aunque por medio segundo el corazón de la joven se paralizó, la pediatra terminó por sonreír burlonamente.

—¿Crees que quiero las sobras de algo que ni siquiera será real? —preguntó la joven, mirando a la nada y sintiendo cómo el poco alcohol que ingirió le hacía liviano el cuerpo y pesados los párpados—... Además, no, no quiero que me ames a mentiras y me rompas el corazón de verdad. Yo solo tengo un corazón, y ya está hecho muchos pedazos.

—Deberías decirle que lo amas —sugirió Alejo, haciéndole un gesto a su bebida—. En realidad, nunca se lo dijiste, ¿o sí?

Meredith negó con la cabeza antes de suspirar.

—Pero se lo insinué tanto que me gané el apodo de mantequilla —soltó la joven antes de reír un poco, igual que su mejor amigo quien, a unísono con ella, terminó por decir—: por resbalosa.

Ambos profesionales de la salud rieron a carcajadas, luego de eso respiraron profundo y volvieron a suspirar. Sus males de amores eran algo malo, pero no definían sus vidas por completo, así que también tenían sus buenos ratos.

—¿Sabes que ya se va la próxima semana? —preguntó Alejo y Meredith asintió mientras se mordía los labios—. Le harán una fiesta de despedida. ¿Quieres ir conmigo?

—También fui invitada, ¿sabes? —cuestionó la joven con el ceño fruncido—. Pero, sí, te acompañaré porque, aunque definitivamente no le molestará, quiero que vea que, al final, yo soy quien elige dejar de soñar con él y que puedo salir con alguien más, aunque sea una mentira.

—¿Pretendes usarme? —preguntó Alejo y la otra asintió lentamente mientras alzaba una ceja y fruncía los labios de una divertida manera—... Que mala eres.

—No soy mala —alegó la castaña—, soy tan buena persona que iré a la fiesta con mi mejor amigo que no tiene una pareja para ir porque la mujer que ama no lo ama

—Sí eres mala —reiteró Alejo y su compañera, amiga y colega en el cuidado de la salud sonrió socarronamente, batallando en abrir los ojos luego de cerrarlos un poco.

Y, a pesar de que en un inicio Alejo miró mal a su mejor amiga, terminó riendo otra vez; probablemente por el alcohol.

—Mejor vámonos —sugirió el rubio, poniéndose en pie y sintiendo cómo el mundo giraba a su alrededor—... Uhg, creo que estoy muy ebrio.

Dicho eso, con ambas manos de palma en la barra, donde las apoyó para no terminar en el piso, escuchó un golpe seco a su lado y giró la cabeza lento, sintiendo cómo eso también alteraba su equilibrio, para terminar viendo a su mejor amiga sentada en el piso, mirando a la nada con una expresión casi divertida de ver.

Meredith, que también se había sentido mareada cuando se puso en pie, pero que, a diferencia de Alejo, no había alcanzado a sostenerse de ningún lado porque en lugar de inclinarse al frente lo hizo hacía atrás, se fue de sentaderas al piso y terminó contrariada hasta que su cerebro le llamó idiota y le informó que se había caído.

La joven se rio a carcajadas mientras todo el mundo la observaba, entonces, Alejo negó con la cabeza y la ayudó a levantarse, decidido a ser su apoyo para sacarla de ese lugar, a pesar de que tampoco se sentía lo suficientemente bien.

Apoyados el uno con el otro, parados en la orilla de la acera de una solitaria, silencia y fría calle, Meredith Carson y Alejo Díaz no sabían ni qué demonios estaban haciendo o qué debían hacer, y todo era mucho más confuso cuando Meredith se reía de la nada, terminando por contagiar a su mejor amigo.

Ellos eran un par de borrachos con el cerebro apagado, o al menos era así con las funciones racionales.

» ¿Crees soportar un viaje en taxi? —preguntó el jefe de enfermeros y la joven negó con la cabeza.

—No sin vomitar —declaró la castaña y Alejo suspiró.

—Entonces quedémonos en ese hotel —señaló el joven de cabello rubio platinado y de ojos miel y, al ver asentir a su mejor amiga, muy ebria y casi dormida, la arrastró hacia el final de la calle donde un luminoso letrero mostraba el nombre el hotel.

El hotel era pequeño y el recepcionista en turno ni siquiera les prestó atención. En esa área de la ciudad había muchos bares y discotecas, así que sus clientes siempre eran personas ebrias que no se encontraban en las condiciones de hacer más que arrastrarse al refugio más cercano para dormir; y eso era lo que proporcionaban ellos.

Alejo pagó la habitación, arrastró a su amiga hacia el elevador y le cubrió la boca con su suéter para que el suelo no terminara cubierto con el vómito de la joven que, inevitablemente, dejó el cuerpo de la chica cuando su estómago resintió el movimiento del elevador.

—Necesito darme un baño —declaró Meredith, sintiéndose asqueada porque, además de haber vomitado el suéter de Alejo, se había vomitado un poco encima.

—Ni siquiera puedes sostenerte en pie —declaró el rubio y la castaña le miró fijo—. Te podrías ahogar con el agua, o resbalar y caer. Duerme así, mañana temprano te das ese baño.

Meredith entendió lo que su amigo decía porque, conforme pasaba el tiempo, ella se sentía cada vez peor: más mareada, más soñolienta y con más asco; pero aún así no quería dormir en las condiciones en que se encontraba justo en ese momento.

—¿Me ayudas? —preguntó la joven y el hombre le miró con los ojos muy abiertos hasta que la vio cómo casi se caía cuando cabeceó involuntariamente y luego casi lloró—... No quiero dormir sucia... por favor.

Alejo suspiró de nuevo, como lo llevaba haciendo toda la noche, y decidió meterse un poco en su papel de enfermero profesional, ese que no veía el cuerpo de las mujeres como el cuerpo de una mujer, sino como un cuerpo de un paciente que necesitaba de su apoyo.

**

—Supongo que no funcionó —declaró Alejo cuando, a la mañana siguiente de una tremenda borrachera para curar su corazón, abrió los ojos y se encontró con su mejor amiga mirándole casi aterrada.

Ambos estaban en la misma cama, ambos desnudos y con obvias señales de haber intimado demasiado; y eso le horrorizaba un poco también.

Mary Ere

Hola, hermosuras, vuelvo con una segunda parte de esta novela. Ahora toca el turno de ser feliz a Alejo... ¿o será su turno de sufrir?

| 14
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo