Emilia vio la pantalla de su teléfono y cerró los ojos con fuerza. Esa llamada no la estaba esperando, no, de hecho, ella la había pedido, pero se le había olvidado de eso, así que en serio la estaba tomando por sorpresa.La joven castaña se levantó de la cama, apesadumbrada, y dejó ese espacio que estaba compartiendo con su hijo y su exmarido, ahora novio de nuevo, y tomó la llamada.—Entiendo, sí, muchas gracias por el recordatorio —dijo la joven luego de escuchar en silencio las indicaciones de esa mujer con quien había hablado por última vez casi cuatro meses atrás—. Nos veremos pronto.Emilia se recargó a la pared, estaba un poco intranquila por lo que había ocurrido, así que no se sentía del todo bien, y ahí, apoyándose en un muro, respiró en serio profundo hasta que su esposo dejó también la habitación, sin que ella lo notara, y por eso la castaña se sobresaltó al escuchar su nombre.—¿Ocurrió algo? —pregunto Alejandro, que mecía a su bebé de un lado a otro ahora que lo tenía en
—No puedo creer que te vayas —declaró Armando, viendo cómo su nieto subía las maletas de esa joven a su auto—, me vas a hacer mucha falta, y los llantos de este niño ni te dijo.Armando, cuando mencionó al niño, le tomó la manita y el pequeño se aferró a ella con fuerza, intentando llevar esa mano a su boca, provocando sonreír a los dos que le veían.—Solo serán dos años —declaró la castaña, sintiendo llegar hasta ella al padre de su hijo, quien la abrazó por la espalda y se aferró a su cintura mientras colocaba su cabeza en uno de los hombros de esa joven mujer—. Se irán como agua; además, vendré en mis vacaciones y pueden ir siempre que quieran, no estaremos tan lejos.El anciano asintió porque, si bien era cierto que los años se iban como si no duraran los doce meses que prometían, la distancia siempre marcaba mejor el tiempo; a él solo le consolaba que no estarían tan lejos y que podrían ir y ella venir, algunas veces durante ese tiempo.—Ya es hora —declaró Alejando y la joven sus
—Eres todo un amo de casa —declaró Emilia, llegando a su casa el último día de su guardia nocturna—. ¿Quién diría que a estas horas te iba a encontrar cocinando mi cena?Alejandro sonrió, negando con la cabeza. Él sabía que ella tenía la guardia nocturna esa semana, de hecho, desde el lunes por la mañana insistió en ir por ella, pero la joven le dijo que prefería que no sacaran al pequeño Adrián de madrugada, para que no se expusiera al frío y no se resfriara, así que ella iba y venía en un auto que Armando le prestó, y en el que manejaba a fuerzas.A decir verdad, conducir un auto, cualquiera que fuera, no era del total agrado de la joven, pero era, como ella decía, un mal necesario. Es decir, definitivamente andar en carro le ahorraba tiempo de los trayectos, y tampoco se cansaba, a pesar de que se bajaba temblando de ese precioso automóvil luego de conducir por diez minutos todos los días dos veces al día, excepto el sábado que era su día de descanso.—Deja eso —pidió Alejandro, con
—Pero no es lo normal —declaró la mujer que, dos años atrás, hubiera visto toda la disposición de esa joven que tenía por la plaza que estaba recibiendo, es decir, ella incluso cambió de ciudad por obtenerla—. Sabes, son contadas con una mano, y me sobran tres dedos, las personas que renuncian a este tipo de cosas.—Mi más grande sueño siempre fue hacer una familia —explicó la castaña, que terminaba de firmar algunos papeles para la disolución de su contrato con el gobierno del estado—, así que espero poderme dedicar a eso el resto de mi vida.—¿En serio? ¿Pero no es que necesitas mucho dinero para hacer una familia? Emilia, los hijos son muy caros —señaló en un tono medio burlón la mayor y ambas sonrieron, las dos tenían un hijo, así que lo sabían bien.—El padre de mis hijos es rico —explicó la joven y la otra asintió en un par de veces como si entendiera algo, y también con los ojos muy abiertos.—Y, si tu pareja tiene dinero, ¿por qué dedicaste tanto esfuerzo en obtener la plaza? —
Las preparaciones no dieron mayor problema, esta vez fue solo algo entre ellos dos en el registro civil un día cualquiera, ellos solo querían volver a estar unidos, no crear un escándalo innecesario gracias a que habían sabido mantener los rumores de una separación, que nunca se confirmó, bajo perfil.Y ahora estaban ahí, sin querer planear la boda de la iglesia aún, porque ese evento sí era algo que querían celebrar a lo grande, con toda esa gente que los había acompañado en dos ceremonias antes que, gracias a que se habían casado de nuevo, de nuevo tenían sentido.Pero la preparación llevaba tiempo y, calculando, el tiempo más próximo se empataba con Emilia dando a luz por segunda vez, y no quería casarse con una barriga enorme, y tampoco recién parida, así que, por lo menos, esa boda se tardaría en llegar entre año y medio y casi dos años.Y estaba bien, Alejandro no llevaba prisa; ahora que él confiaba en el amor a su vida, y en sí mismo, estaba bien con los tiempos perfectos de su
El llanto de su hija la obligó a despertar. Ella estaba tan cansada que, antes de que gritara, no la lograba escuchar. Dejó la cama y caminó hasta esa cuna donde horas atrás había dejado a la pequeña Alexa, porque dormía tan profundamente que temía lastimarla mientras dormía o, peor, asfixiarla al caerle encima.—Ya, ya, ya —hizo la castaña como si siseara, meciendo a la pequeña entre sus brazos antes de bostezar—, ya está aquí mamá, no pasa nada, no estás solita.Y, dicho eso, caminó de regreso a su cama, para encender la luz de la habitación que antes estuviera solo alumbrada por el par de lámparas en los burós de estas, y dejó a la pequeña en la cama para ir por todo lo necesario para cambiar un pañal, porque la chiquilla requería el cambio urgente, Emilia lo supo en el momento en que la levantó en brazos.—Guácala —dijo Adrián, que entraba en la habitación de su madre y la veía limpiar a su hermana mientras caminaba hasta la cama—... Huele muy feo.—¿Y para qué vienes? —preguntó Em
Terminó su rutina de ejercicio y, sintiéndose mareada, al punto de tener náuseas y de ver un poco oscuro, se tiró en el tapete en que había iniciado esa rutina, haciendo un poco de yoga para estirar y calentar.Odiaba hacer ejercicio, pero no tanto como cuidar lo que comía, porque en serio amaba toda la comida y, como no quería privarse demasiado de ella, decidió hacer bastante ejercicio por las mañanas, siguiendo ese plan de ejercicios que le preparó un entrenador del gimnasio del club al que alguna vez Alejando asistió, y que era amigo de este mismo.Faltaba un mes para su boda, y con Alexa de casi siete meses, ella casi tenía el cuerpo con el que quería lucir el precioso vestido que había mandado diseñar porque no encontró en ninguna parte un vestido que recordaba haber visto en una revista cuando tenía trece años, junto a su madre y su abuela, así que medio lo dibujó y un diseñador lo mejoró un poco y lo confeccionó para ella.Esta vez, a diferencia de su primera boda por el civil,
Emilia despertó con el corazón en la boca, porque ese era el día de su boda y porque tenía muy poco tiempo dormida. La ansiedad por pensar que algo podría no salir bien ese día le había robado el sueño, pero, cerca de las seis de la mañana, la joven, cansadísima, se quedó profundamente dormida hasta las ocho de la mañana que sonó su despertador.La castaña abrió los ojos, extrañando a su marido, que no estaba en la cama, pero, cuando se despertó un poco más, escuchó la regadera de su habitación tirando agua, y se dio cuenta entonces que él se estaba bañando.La joven, sentada en la cama, mirando a una cuna donde su bebé dormía aún, respiró demasiado profundo, sintiendo el asco recorrerle en tracto digestivo, y tuvo que correr al baño de una de las habitaciones vecinas, que estaban solas, para devolver el estómago.—¿Nerviosa? —preguntó Armando, que la veía salir de esa habitación frente a la de él tras entrar corriendo y vomitar en el baño.—Demasiado —aseguró la castaña, y el hombre n