CAPÍTULO XXII DOLOR Y PLACER

Durante los días siguientes a su candente reencuentro, Milenka e Itzam se dedicaron a recuperar el tiempo perdido en la cama. Su necesidad por esa conexión íntima no parecía saciarse.

Los rayos del sol entraban con fuerza en la habitación, la fina tela de las cortinas no tenía la suficiente fuerza para detenerlos.

Con un ritmo acompasado, Milenka movía sus caderas sobre Itzam, este la abrazaba con fuerza por la cintura a la vez que sus labios devoraban los de ella. Sus cuerpos sudorosos, mientras se frotaban entre sí, no parecían incomodarles en lo absoluto.

El mundo afuera de aquel idilio dejó de existir, solo existía ese padre, cuerpo ardiente, las caricias, los besos. En ese nuevo universo en que solo estaban ellos dos, el único sonido que se podía escuchar era el de los gemidos de placer que proferían a través de sus gargantas.

Una que otra palabra de amor logro colarse. El que no se mencionan a menudo no significaba que no existiera ese sentimiento, no hacía falta decirlas en voz
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