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Espectro de jade

Había calor, mucho calor, mi respiración era forzada, sentía placer en el roce de nuestros cuerpos.

—Te amo—eran las únicas palabras que mis oídos escuchaban.

Sus rasgos eran borrosos, no podía discernir nada más que unos hermosos ojos azul zafiro en aquel rostro que me miraba.

Todo era placer y nada más…hasta que desperté.

Ya era de día, me tomé un tiempo para procesar mi regreso a la realidad, aquel sueño había sido raro, se sentía muy real, ¿Sería un recuerdo? No lo sé. Me levanté de la hamaca con pesadez antes de estirarme, Ikal no estaba, fui a buscar bajo las alas de Pel, pero tampoco estaba ahí, entonces lo noté, había niebla.

Por alguna razón, no se sentía bien, era demasiado espesa, apenas podía ver un par de metros por delante de mí antes de que la neblina lo devorara todo.

Fruncí el ceño mientras pensaba «No hubo niebla los días anteriores» era raro, pero no pude hacer mucho hasta que llegara Ikal, así que me limité a juntar algo de leña.

Pasó media hora más y aún no había señal de Ikal por ninguna parte, me senté en el suelo con aburrimiento y tomé el libro que el bastardo desaparecido me dio.

Regresaré mañana por la mañana, hay carne seca en una de las bolsas que lleva Pel, leé. -Ikal

Eso era todo lo que decía la estúpida nota en la primera página del libro…el imbécil me dejó sola.

—Está bien, puedo estar sola un día, no será difícil.

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Me dolían las piernas por el esfuerzo, había corrido lo más lejos que pude de aquel lugar.

Las cosas no deberían haber sido así… cuando la cosa nos ofreció el oro nunca nos advirtió que algo como esto podría suceder.

Sólo eran unos huérfanos sin valor, viajeros que tomábamos con el poder de la niebla que eso nos dio, a nadie le importaba si algunos desaparecían…que tonto.

Quizás Dios envió ese monstruo a castigarnos por nuestros pecados, aún recuerdo cómo sentía que aquella oscuridad me absorbía cuando veía los orificios en esa maldita máscara.

Ese monstruo mató a los demás, no, no era un monstruo, los monstruos pueden tocarse, los monstruos hacen ruido, los monstruos no se desvanecen sin más, quizás era un espectro…un espectro de jade.

Me apoyé en un árbol para recuperar el aliento, escuché un ruido a mi derecha.

—Chicos, lo lograron—casi gritaba esas palabras en mi alivio.

No era el único que salió vivo, de los treinta que habíamos sido esta madrugada, ahora solo éramos cinco.

Mantuvimos la niebla, lo más espesa que pudimos, con la esperanza de que el espectro no nos encontrará.

Una cabeza explotó de la nada, nos quedamos inmóviles, fue ese  monstruo estoy seguro, llevaba un rifle en su espalda, ¿pero cómo? No hubo sonido de disparo, no debería poder apuntar con una niebla tan espesa.

Volteamos a ver en todas direcciones, pero no había nada, un sonido detrás de mí, un conejo.

El ruido de gorgoteos me llamó de nuevo, al frente solo para observar a ese, ese maldito monstruo cortándole el cuello a mi compañero lentamente y justo frente a mi, para cuando reaccioné ya no estaba.

Ya no había nadie a mi alrededor, "¿En qué momento se los llevó?"

En ese momento estaba aterrado, y aquel pensamiento que se arrastraba en la parte trasera de mi mente tomaba más fuerza a cada segundo que pasaba.

—Voy a morir aquí—susurré para mí mismo.

—Al fin te has dado cuenta—aquella voz goteaba malicia e ironía, resonaba en todo el bosque como si estuviera en todos lados

En ese momento me paralicé tanto que podría jurar que mi cuerpo estaba muerto y era mi alma la que simplemente se negaba a partir.

Aquel fantasma literalmente simplemente apareció ante mí, como si hubiera sido traído por la niebla.

Cuando mi cuerpo volvió a responder, le disparé hasta dejar mi pistola vacía, sí, las balas lo atravesaron, más no lo perforaron.

El espectro mandó mi arma a volar de un manotazo y con patadas a las rótulas, me rompió ambas rodillas, su mano voló a mi garganta y me levantó del piso.

No importó que tan fuerte gritaba, nadie vino.

Me llevó hasta un tronco caído, y entonces sentí un dolor como ningún otro que haya tenido antes, se abrió paso desde mi espalda hasta mi abdomen, cuando miré hacia abajo pude ver la gruesa rama que atravesaba mi estómago.

Me habían empalado en un árbol.

Levanté mi mirada para ver al fantasma, no había una sola mancha de sangre sobre él, habló de nuevo, pero parecía hacerlo consigo mismo.

—Debería ir por un ciervo, Rojo no se enojara si le digo que vine a cazar para que tengamos algo que vender en la ciudad.

El dolor sordo en mi estómago parecía desaparecer a cada paso que el fantasma daba mientras se iba, la oscuridad en el borde de mi visión incrementaba con cada débil latido de mi corazón hasta que todo fue negro, tan negra como los ojos en esa maldita máscara.

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