Hacía ya una semana desde que la tragedia chocó contra mi vida, el sol no alumbraba como antes, pero aún seguía brindando su luz, los pájaros seguían saliendo a cantar y las nubes seguían inmutables su trayectoria era como si al mundo simplemente no le interesara mi desgracia.
No sentía nada, el hambre, el cansancio y la sed, habían sido reemplazados por la vacía y amarga culpa que se aferraba a mi alma, rodeándola y enrollándose para estrangularla como una versión bastante retorcida de una enredadera.
Era otro día en el camino y el cielo se comenzó a nublar, las nubes oscuras que traían con ellas la lluvia lucían con orgullo sus relámpagos, dibujandolos en ellas como si fueran sus propio esqueleto brillantes y finalmente bañando al mundo con el diluvio
Relámpagos sonando por todos lados, eran como la risa cruel de un monstruo que se divertía con mi pánico al ver el paisaje frente a mi, cuerpos por todos lados, un mar de cadáveres infinitos a mi alrededor, los ojos muertos viendo para siempre el camino al más allá, las manos levantadas en un último y vano intento de un cuerpo desesperado por mantener su alma en él, las voces por siempre pérdidas en el viento de padres, madres, hijos y hermanos que maldecían al destino, mientras le rogaban a su dios aunque sea un sólo día más de vida, una última charla con el amor de su vida, un último beso de sus madres, un sólo segundo más de existir. Alcé mi vista al cielo negro por las nubes, dónde miles y miles de rayos serpenteaban, y chocaban entre ellos, era casi como si fueran gigantes dragones de luz que luchaban en el cielo sin cesar. El viento cantaba su ma
Había un vacío en mi estómago, el nerviosismo en mi ser comenzaba a hacerme sentir indeciso, era una sensación de ingravidez que me hacía sentir como si estuviera caminando entre las nubes, los haces de luz dorada y brillante enteraban por la ventana bañando las paredes del pasillo que llevaba hacia el quirófano. Me detuve un momento frente a la puerta, vacilante, aspiré un poco del aire helado y crucé al otro lado, fuí recibido por la vista de una habitación blanca como el hueso, el olor a desinfectante y alcohol se hizo notar de inmediato en el lugar, empapaba todo, estaba impregnado en cada herramienta y aparato que decoraba la habitación, estaba en el piso y en las paredes, seguramente dentro de poco estaría incluso dentro de mi. — ¿Por qué yo?
El viento, aire helado del cielo inundaba mis pulmones, la fricción del viento contra mi cara, húmeda y fría, en lugar de caliente y dolorosa era un cambio de ritmo refrescante comparado con la constante caminata en la carretera. Cuando el pequeño loro se posó en mi hombro y pronunció la palabra "Basilisco" mi cerebro pensó de inmediato en una sola cosa «amenaza cognitiva» lo vieras por donde lo vieras un basilisco tenía marcada la palabra amenaza por todas partes, una serpiente con dientes del tamaño de personas, escamas tan densas y gruesas que no podían ser atravesadas por nada por debajo del calibre cincuenta, veneno tan potente que corroe cuál ácido, tan grande que podía enrollar un árbol completo del bosque de las hadas y romperlo bajo su aplastante presión pero por sobre todo lo demás había algo, una cosa que hacía a un basilisco tan letal, los
—No quedó ni uno vivo, dos equipos completos, veinticinco hombres muertos en diferentes lugares y de distintas formas, todos ellos con la misión de neutralizar al basilisco. —El basilisco no los mató… Al menos no a todos, pero aún así no hay rastros suyos o de su cadáver, es como si se hubiese esfumado—respondió una voz femenina y melodiosa como el arrullo de campanillas contra el viento. Ambos miraron a su alrededor, al bosque testigo del enfrentamiento de sus camaradas y aquella fuerza desconocida que los llevó a su final, a los cuerpos apilados de los hombres y mujeres que dieron la vida al servicio de su familia. —¿Estás segura de esto?, ¿No deberíam
El día era soleado, hermoso, las nubes blancas, como hechas de algodón nadaban indómitas sobre la tierra a través del infinito mar azul que era el cielo de primavera, el viento fluía a través de los árboles de la ciudad de las hadas en corrientes refrescantes. Veía a Máximo sentado en el césped del parque, mientras una pequeña niña trenzaba su largo cabello y otra ponía pequeñas flores silvestres sobre su barba, su sonrisa boba mientras hacía pequeñas demostraciones de alquimia, que los infantes confundían con magia era simplemente irritante. —Deja de perder el tiempo, Máximo, tenemos que averiguar si el objetivo está viajando en esta dirección o no. —Para empezar, mi gruñona acompañante, no sabemos si es un objetivo o varios, y además, es obvio que no vino "hacia" acá, el vino "desde" acá.
Estaba nervioso, mi pulso se disparó, había completado mi investigación, Marta esculpió las runas en mi cuerpo como si de una obra de arte se tratará, fue un proceso largo y doloroso que dejó a mi espalda gritando por piedad y ahora solo restaba probar los resultados. Era el momento, casi parecía ayer, cuando había sido un niño asustado que buscaba la forma de no ser dañado nunca más, uno que pensó que la mejor forma de resistir un golpe era no recibirlo, uno que creía que para dañar a alguien tenías que herirlo, era tan tonto y en cierto modo lo sigo siendo. Me despoje de toda mi ropa pero no de mi máscara, nunca de ella. Me paré en el centro de la habitación con Marta frente a mí y comencé la primera prueba con un solo pensamiento en mi cabeza. «Si esto falla moriré» "El cielo está ardiendo en llamas, sus cenizas ahora cubren la tierra que estoy pisando, el avatar de la muerte emerge de entre el fuego infernal, miro desde la lejanía la crueldad de la naturaleza hecha carne, es una entidad masiva que hace temblar el mundo con sus pasos, su bestial rugido como un millón de bombas que estallan, hace estremecer mi cuerpo aún a pesar de la distancia, caigo de rodillas sobre el crujiente suelo y admiró el incognoscible cataclismo al que los humanos llaman dragón". Fragmento del relato escrito de un colono, sobre la destrucción de su aldea en la era pre-alquimia. Aquellas palabras escritas cambiaron para siempre mi vida, no importa a dónde viajara, no importaba lo que hubieran hecho, no existían más que historias majestuosas sobre los dragones. Había tomado una decisión… yo sería uno de ellos. En la oscuridad
Estoy cansado, cada día que pasa mi esperanza se cae a pedazos un poco más, han pasado ya ciento uno días desde que nos adentramos tras las líneas enemigas, de los veinte que éramos al inicio solo quedamos cuatro, somos conscientes de que no saldremos de aquí con vida y que únicamente nos queda avanzar y debilitar al enemigo lo más que podamos. Ayer recibimos las indicaciones de nuestro siguiente trabajo, debemos asesinar a un objetivo de alto valor estratégico para paralizar los avances de las fuerzas enemigas en nuestras fronteras, vamos a morir, con lo que nos queda únicamente podríamos lograr nuestro cometido a costa de nuestras vidas. No servirá de nada, lo sé, el alcance de nuestros agresores es demasiado, nos superan por mucho en números, sus armas son buenas, sus recursos bastos y su alquimia fina en su calidad, nuestra guerra está perdida, mi casa va a morir, sus investigaciones y técnicas serán usurpadas por extraños.