Cuando la vio alejarse, Santiago, que había estado recostado en la cama, se dejó caer abrumado por la tristeza y la decepción. Había depositado todas sus esperanzas en esa confesión, pero ahora se encontraba enfrentando un rechazo doloroso.Mientras tanto, Dayana caminaba por el pasillo con el corazón apretado. Se sentía culpable por haber lastimado a Santiago, pero sabía que no podía forzar sus sentimientos, eso probablemente los haría infelices. Se detuvo cerca de la escalera y se apoyó en ella, dejando escapar un sollozo contenido.Lucero, que había estado esperando ansiosa la aparición de su amiga a un extremo del pasillo, cuando la vio se levantó y se acercó lentamente a Dayana, por un momento se miraron.―¿Lo aceptaste? ―interrogó su amiga.Justo en el momento que Salvador abría la puerta de la habitación y escuchaba la conversación.Dayana negó primero con la cabeza y luego le respondió.―Lo siento, pero no pude hacerlo, yo no lo amo y no me parece justo engañarlo, no me voy
Lucero bajó la mirada, sintiéndose acorralada por las palabras de Santiago. Su rostro reflejaba confusión y angustia mientras buscaba las palabras adecuadas para responder.―Santiago, eso no te incumbe... eso solo le corresponde saberlo, es a Salvador ―murmuró con voz entrecortada.―Pues que te parece, a mí también, me interesa, por eso quiero tu respuesta, no quiero rodeos, Lucero. Quiero la verdad, sin medias tintas. ¿Lo amas o no? Responde si o no ―insistió Santiago con determinación.Lucero suspiró profundamente.―Si Santiago. Amo a Salvador ―confesó con voz temblorosa.El semblante de Santiago se tornó más serio, porque no se sentía aliviado de escuchar esas palabras.Él asintió y terminó enfurruñándose.―Quiero que me dejes solo, ya no te necesito por hoy, ve a tu cena con tus futuros suegros ―pronunció con un tono de amargura.Ella volteó una vez más a verlo y salió de manera silenciosa. Se sentía extrañada por la actitud de Santiago, si no estuviera seguro de que amaba a Dayan
Dayana no podía creer lo que estaba sucediendo, todo había sucedido tan rápido, pero su cuerpo ardía por el beso apasionado de Salvador. Se dejó llevar por el momento y profundizó el beso, entrelazando su lengua con la de él. Fue un beso lleno de deseo y anhelo, y Dayana se dio cuenta de que por más que quisiera olvidarlo no podía, amaba a Salvador hasta los tuétanos.Después de unos minutos, Salvador se separó de ella y la miró con intensidad. Dayana se ruborizó al sentir su mirada penetrante en ella.―No vuelvas a haces eso ¿Por qué lo hiciste si se supone que amas a Lucero? ―preguntó Dayana molesta, sin dejar de verlo al rostro, de pronto lo vio que palidecía.―Yo… ―comenzó a decir, pero se quedó en silencio apretándose el puente de la nariz y Dayana se dio cuenta.―¡Es mentira! No la amas ¡Eres un idiota Salvador Del Pino! Es que me provoca caerte a chancletazos ―expresó bastante molesta―, ¿Y la engañaste? ¿Le estás haciendo creer que la amas y es mentira?En vez de negarlo, él se
Salvador salió corriendo de la habitación de su hermano sin decir nada, y él estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta de su presencia, caminó por los pasillos de su casa con el corazón lleno de angustia. La imagen que acababa de presenciar lo había dejado profundamente herido. No era fácil procesar, ver a tu propio hermano teniendo intimidad con tu prometida. Pero su dolor no provenía del hecho de que Lucero estuviera con Santiago, ya que él no la amaba realmente. Lo que lo lastimaba era el hecho de que su propio hermano hubiera llegado a ese extremo de traicionarlo.Se detuvo en medio de la sala, dejando que las emociones lo abrumaran. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero luchó por contenerlas. La sensación de traición y abandono lo invadió. ¿Cómo podía haberse acostado con Lucero cuando supuestamente conocía que él albergaba sentimientos por ella?Los pensamientos se agolpaban en su mente, causando un torbellino de emociones. Se sentía profundamente heri
Dayana se sentía desesperada por la situación. No sabía qué había sucedido entre Salvador, Santiago y Lucero, pero esperaba que él hubiese tenido el valor de conversar. Esperó ansiosamente una llamada de Salvador, pero el tiempo pasaba y no recibía noticias suyas.Finalmente, decidida a tomar medidas, Dayana agarró su teléfono y marcó el número de Salvador. El móvil repicó varias veces, pero él no contesto, respiró profundo y le dejó un mensaje de voz.“Salvador, ¿dónde estás? Estoy preocupada, necesito saber qué está pasando ¿Te decidiste?” dijo Dayana, con su voz cargada de angustia.Cuando vio que el tiempo pasó y no llamó, por fin tomó una decisión, caminó hacia sus padres, quienes estaban en la sala de estar viendo una película muy cerca uno de otro.―Papá, mamá ¿Podemos hablar un momento? ―interrogó la chica con inquietud.Enseguida sus padres posaron su mirada en ella con interés.―¿Qué pasa hija? ―interrogó Aníbal presintiendo que lo que le iba a decir su hija no iba a gustarl
En la morgue del hospital vio el rostro pálido y ya sin vida de un joven con sus mismas facciones, retrocedió con miedo, no podía creer lo que estaba ocurriendo, se imaginaba que se trataba de una pesadilla, de un sueño del que pronto iba a despertar.Pero no era así, su madre se lanzó encima llorando en el frío cuerpo, por completo angustiada mientras no dejaba de abrazarlo.―¡Ay, mi hijo! ¡Por Dios! ¿Cómo fue esto posible? ¡Qué dolor tan grande! Esto no puede estar pasando ―gritó su madre desesperada, mientras su padre con gruesas lágrimas corriendo por su rostro trataba de darle fortaleza.―Mi amor, por favor… ―le decía tratando de calmarla, pero sabía que eso no serviría de nada, porque él mismo estaba agobiado por el dolor, esa noticia los había impactado como si un rayo destructor hubiera caído sobre sus cabezas, sin ninguna misericordia.―Él está dormido ¿Verdad? Dime que está bien, por favor, que mi bebé va a despertar ¡Párate Salva! No juegues conmigo de esta manera ¡Levántat
Las hojas del almanaque fueron cayendo, y tal como Santiago le había pedido a Lucero, ella se alejó, pero no se había ido sola, porque producto de esa noche, un hijo crecía en su vientre.El día que se enteró de la noticia ella se emocionó, porque a pesar de todo, aún lo amaba, como el primer día que lo vio, posó la mano en su vientre sintiendo una alegría como nunca. Sabía que tenía que avisarle a Santiago, él tenía que conocer de la llegada de su hijo.La chica lo llamó, pero todas las veces él se negó a hablar con ella, por eso decidió ir a su oficina para darle la noticia, porque no quería más secretos.Se llegó a la oficina, pero cuando entró en el lobby del edificio la detuvieron.―Buenas tardes, señorita, necesito ir a la oficina de Santiago Del Pino.―¿De parte de quién? ―interrogó la mujer.―Dígale que es Lucero Santamaría.―¿Tiene cita? ―interrogó y Lucero negó―, déjeme y la anuncio.Un par de minutos después la mujer negó con la cabeza.―Lo siento señorita, el señor Del Pin
Erika escuchó el teléfono, y se apresuró a contestar, sintiendo el alma en un hilo, esperando que no fuera lo que temía en lo más profundo de su ser, Julián la siguió, intentó atender, pero ella negó con la cabeza.―Hola, ¿quién habla? ―dijo, su voz temblorosa.“Buenas noches, ¿Es usted familiar del joven Salvador Del Pino?” preguntó una voz de hombre al otro lado de la línea.―Sí, soy madre, ¿qué ha sucedido? ―respondió Erika, con el corazón latiendo con fuerza.“Siento mucho tener que informarle que su hijo ha tenido un accidente automovilístico en la carretera. Y se encuentra en el hospital central. Necesitamos que venga lo antes posible”.Erika sintió que todo el aire se escapaba de sus pulmones y un nudo se formaba en su garganta. ―¿Pero cómo está mi hijo? ¿Está bien? ―preguntó angustiada.“Señora, cuando llegue se le dará toda la información que requiera”. Julián no necesitó preguntar por qué ya había escuchado, cuando iba a llamar a sus hijos, estos ya estaban bajando, ambos