Las hojas del almanaque fueron cayendo, y tal como Santiago le había pedido a Lucero, ella se alejó, pero no se había ido sola, porque producto de esa noche, un hijo crecía en su vientre.El día que se enteró de la noticia ella se emocionó, porque a pesar de todo, aún lo amaba, como el primer día que lo vio, posó la mano en su vientre sintiendo una alegría como nunca. Sabía que tenía que avisarle a Santiago, él tenía que conocer de la llegada de su hijo.La chica lo llamó, pero todas las veces él se negó a hablar con ella, por eso decidió ir a su oficina para darle la noticia, porque no quería más secretos.Se llegó a la oficina, pero cuando entró en el lobby del edificio la detuvieron.―Buenas tardes, señorita, necesito ir a la oficina de Santiago Del Pino.―¿De parte de quién? ―interrogó la mujer.―Dígale que es Lucero Santamaría.―¿Tiene cita? ―interrogó y Lucero negó―, déjeme y la anuncio.Un par de minutos después la mujer negó con la cabeza.―Lo siento señorita, el señor Del Pin
Erika escuchó el teléfono, y se apresuró a contestar, sintiendo el alma en un hilo, esperando que no fuera lo que temía en lo más profundo de su ser, Julián la siguió, intentó atender, pero ella negó con la cabeza.―Hola, ¿quién habla? ―dijo, su voz temblorosa.“Buenas noches, ¿Es usted familiar del joven Salvador Del Pino?” preguntó una voz de hombre al otro lado de la línea.―Sí, soy madre, ¿qué ha sucedido? ―respondió Erika, con el corazón latiendo con fuerza.“Siento mucho tener que informarle que su hijo ha tenido un accidente automovilístico en la carretera. Y se encuentra en el hospital central. Necesitamos que venga lo antes posible”.Erika sintió que todo el aire se escapaba de sus pulmones y un nudo se formaba en su garganta. ―¿Pero cómo está mi hijo? ¿Está bien? ―preguntó angustiada.“Señora, cuando llegue se le dará toda la información que requiera”. Julián no necesitó preguntar por qué ya había escuchado, cuando iba a llamar a sus hijos, estos ya estaban bajando, ambos
―¿Cómo... cómo sucedió? ―preguntó Dayana, apenas logrando articular las palabras entre sollozos, su cuerpo temblaba y sentía que su corazón se había encogido en su pecho producto del dolor y la tristeza que le producía la noticia.Su madre respiró profundamente antes de responder.“Hasta ahora, solo sé que fue un accidente automovilístico, cariño. No tengo muchos detalles, pero parece ser grave. Estoy esperando que tu papá me llame para informarme, no sé si querrás regresar, solo sé que Salvador te necesitan ahora más que nunca” explicó su madre con voz entrecortada.Dayana sintió una mezcla de emociones abrumadoras: dolor, culpa y miedo. Se culpó a sí misma porque si hubiese aceptado pasar la noche con él, nada de eso habría pasado.―Voy a tomar un vuelo de regreso lo más pronto posible, por favor, mantenme informada de cualquier cambio. Necesito ver a Salvador, decirle cuánto lo amo ―dijo Dayana con determinación, con la voz rota como consecuencia del llanto.Después de colgar, Daya
A pesar de sus deseos no tuvo esa suerte, Salvador, dibujó una sonrisa de medio lado, luego movió sus labios, pero como ella no escuchó nada, ella se inclinó aún más cerca, esperando escuchar su voz.―T... te amo... Dayana ―logró susurrar con debilidad.Inmediatamente, las lágrimas inundaron los ojos de Dayana, esta vez de alegría y alivio. Aunque Salvador estaba débil y herido, sus palabras eran un bálsamo para el alma de Dayana.Ver su mirada de ternura la paralizó, al fin había despertado, Dayana no pudo evitar sorprenderse con su confesión, en un acto reflejo de esto, al ver su mirada de amor, sintió una profunda emoción.―Yo también te amo, Salvador. Siempre lo he hecho y siempre lo haré, mi tontito, me diste un susto de muerte, creí que morirías ―respondió con ternura, sin apartar la mirada de sus ojos.―Yo… también lo pensé… de hecho no quería despertar… hasta que vi a Santi pidiéndote matrimonio… no pude soportar eso y desperté… fue muy raro… yo me vi en la morgue, mis padres
Lucero se alejó de Santiago, decidida a no presionarlo ni aferrarse a una ilusión. Aunque en su interior anhelaba que él la buscara, pero entendía que su encuentro había sido solo producto del deseo y no quería ilusionarse en vano. Por eso, se mantuvo en silencio y puso distancia entre ellos. Días y semanas pasaron sin que Santiago se comunicara con ella. Cada día que transcurría, Lucero sentía cómo su esperanza se desvanecía poco a poco. Aunque intentaba convencerse de que había tomado la decisión correcta al alejarse, su corazón se lo cuestionaba, anhelaba que Santiago demostrara algún interés en mantener contacto. En medio de la confusión y la tristeza, Lucero encontró apoyo en su amiga Dayana. Juntas compartían sus pensamientos y emociones, y Dayana se convertía en su fuente de consuelo y aliento. ―Lucero, sé que es difícil, pero debes recordar que no puedes controlar los sentimientos de otra persona. Si Santiago no se ha acercado, puede ser que no esté listo para enfrentar lo q
Lucero se levantó de la cama, con lágrimas en los ojos, y comenzó a recoger sus cosas en silencio. Su corazón estaba destrozado por el rechazo de su familia, pero no podía permitirse derrumbarse. Tenía que ser fuerte por ella misma y por el bebé que llevaba en su vientre.Mientras empacaba, Lucero recordó las palabras reconfortantes de su amiga Dayana. Sabía que no estaba sola y que podía encontrar apoyo en las personas que realmente se preocupaban por ella. Iba a llamar a Dayana para contarle lo que estaba sucediendo, pero recordó el vínculo de ella con Santiago, seguramente hablaría con Salvador y este le contaría a su gemelo, y realmente no quería obligarlo a atarlo a ella.Tomó el dinero que tenía guardado y lo metió en su bolso, solo pudo hacer una maleta con las cosas más importantes, cuando iba a salir de la casa su padre, la detuvo. ―Entrégame la llave del auto ―le dijo extendiendo la mano.―Me lo diste de regalo de cumpleaños ―alegó y él negó con la cabeza.―Ahora te lo qui
Después de esa conversación, el chico por fin se decidió a resolverlas.―La llamaré ―Santiago tomó su celular y marcó al número de teléfono de Lucero.El corazón le latía con fuerza en el pecho mientras esperaba que ella contestara, intentó varias veces, pero salió ocupado―, ¿Dónde se metió? ¡No contesta!―Hermano, yo no soy muy conocedor de estas cosas, pero quiero preguntarte algo ―empezó a decir Salvador y Santiago asintió―, dime, ¿Has intentado comunicarte con Lucero? ¿Desde cuándo no la llamas? ―Desde que despertaste ―respondió Santiago, bajando su cabeza y dándose cuenta de su error.―¿Es en serio? ―su hermano se pasó la mano por la cabeza con frustración―, y eso que tú eres el inteligente emocional, es que ni que ella fuera la madre Teresa de Calcuta te atendería, debe estar furiosa, porque debe creer que solo fue una calentura de tu parte… ¿Sabes? Ve a buscarla, y si te quiere bañar con agua fría mientras la visitas, aguantas callado, debes demostrarle a Lucero que ella te im
La madre de Lucero retrocedió alarmada ante el violento ataque de Santiago, pero el hombre se mantuvo firme, con una mirada desafiante en los ojos. ―Eso no cambia el hecho de que ella está embarazada de alguien sin estar casada y que nos ha deshonrado a todos con su comportamiento indecente ―replicó el padre de Lucero, con voz entrecortada al mismo tiempo que trataba de recuperar el aire. Santiago lo soltó de inmediato con desprecio. ―Usted no es más que un triste hombre acomplejado, que se cree con el derecho de humillar a los demás, porque piensa que es perfecto… quien sabe cómo estará su conciencia y viene a juzgar a su hija ―expresó el chico sin poder contener la furia en su interior. Se giró hacia la mujer cuya expresión de abatimiento se dibujaba en su cara. ―¿Y usted permitió que echaran a su hija? ―ante su pregunta, ella solo bajó la cabeza en silencio, pero Santiago no calló―. Creo que el título de madre le ha quedado demasiado grande señora, por lo menos ¿Tiene idea dónd