Lucero se levantó de la cama, con lágrimas en los ojos, y comenzó a recoger sus cosas en silencio. Su corazón estaba destrozado por el rechazo de su familia, pero no podía permitirse derrumbarse. Tenía que ser fuerte por ella misma y por el bebé que llevaba en su vientre.Mientras empacaba, Lucero recordó las palabras reconfortantes de su amiga Dayana. Sabía que no estaba sola y que podía encontrar apoyo en las personas que realmente se preocupaban por ella. Iba a llamar a Dayana para contarle lo que estaba sucediendo, pero recordó el vínculo de ella con Santiago, seguramente hablaría con Salvador y este le contaría a su gemelo, y realmente no quería obligarlo a atarlo a ella.Tomó el dinero que tenía guardado y lo metió en su bolso, solo pudo hacer una maleta con las cosas más importantes, cuando iba a salir de la casa su padre, la detuvo. ―Entrégame la llave del auto ―le dijo extendiendo la mano.―Me lo diste de regalo de cumpleaños ―alegó y él negó con la cabeza.―Ahora te lo qui
Después de esa conversación, el chico por fin se decidió a resolverlas.―La llamaré ―Santiago tomó su celular y marcó al número de teléfono de Lucero.El corazón le latía con fuerza en el pecho mientras esperaba que ella contestara, intentó varias veces, pero salió ocupado―, ¿Dónde se metió? ¡No contesta!―Hermano, yo no soy muy conocedor de estas cosas, pero quiero preguntarte algo ―empezó a decir Salvador y Santiago asintió―, dime, ¿Has intentado comunicarte con Lucero? ¿Desde cuándo no la llamas? ―Desde que despertaste ―respondió Santiago, bajando su cabeza y dándose cuenta de su error.―¿Es en serio? ―su hermano se pasó la mano por la cabeza con frustración―, y eso que tú eres el inteligente emocional, es que ni que ella fuera la madre Teresa de Calcuta te atendería, debe estar furiosa, porque debe creer que solo fue una calentura de tu parte… ¿Sabes? Ve a buscarla, y si te quiere bañar con agua fría mientras la visitas, aguantas callado, debes demostrarle a Lucero que ella te im
La madre de Lucero retrocedió alarmada ante el violento ataque de Santiago, pero el hombre se mantuvo firme, con una mirada desafiante en los ojos. ―Eso no cambia el hecho de que ella está embarazada de alguien sin estar casada y que nos ha deshonrado a todos con su comportamiento indecente ―replicó el padre de Lucero, con voz entrecortada al mismo tiempo que trataba de recuperar el aire. Santiago lo soltó de inmediato con desprecio. ―Usted no es más que un triste hombre acomplejado, que se cree con el derecho de humillar a los demás, porque piensa que es perfecto… quien sabe cómo estará su conciencia y viene a juzgar a su hija ―expresó el chico sin poder contener la furia en su interior. Se giró hacia la mujer cuya expresión de abatimiento se dibujaba en su cara. ―¿Y usted permitió que echaran a su hija? ―ante su pregunta, ella solo bajó la cabeza en silencio, pero Santiago no calló―. Creo que el título de madre le ha quedado demasiado grande señora, por lo menos ¿Tiene idea dónd
―Santiago ―susurró Lucero― ¡¡¿Qué están haciendo aquí?!! ―preguntó intentando ocultar la creciente emoción que se agitaba en su pechp, no quería demostrarle la alegría que le producía tenerlo al frente.Se contuvo, pero no fue necesario, porque Santiago se acercó a ella y la abrazó con fuerza, alzándola en el proceso.Lucero se dejó envolver por el abrazo reconfortante y las palabras de Santiago. En ese momento, sintió un cálido rayo de esperanza envolviéndola en su interior.―Lucero, lamento mucho todo lo que ha sucedido. Mi intención jamás fue hacerte daño, estaba en la casa, sintiéndome mal por mi hermano, por todo lo ocurrido, pensé que no me amabas, fueron tantas cosas que se cruzaron en mi mente. Me importas más de lo que puedo expresar y estoy aquí para ti, vine a buscarte. Jamás te dejaré sola, lo prometo ―le dijo con voz temblorosa ―cuando tu padre me dijo que te habían echado, quise partirle la cara a él, no podía entender como fue capaz de hacerte eso, si no es por Salvador
Los días pasaron a tal velocidad que a Santiago y Lucero les costaba trabajo mantenerse al corriente de sus actividades. Hicieron una visita a un par de veces a la casa de la abuela de Santiago, la madre de su padre, quien ahora vivía cerca de ellos y tenía personal para que se encargara de hacerle compañía y de cuidarla, ella había cambiado mucho después que supo de ellos y aunque su madre y ella no eran las mejores amigas, ahora su trato era bastante cordial.Pierina adoraba a sus nietos, entendió al conocerlos que la familia y su amor era más importante a cualquier dinero o poder, se lamentaba no haber aprovechado los primeros años de casados de su hijo Julián y Erika, en su lugar trató de hacerle a la choca la vida imposible.Santiago se dio cuenta de que su abuela se había perdido en sus recuerdos y le tocó el brazo con suavidad.―Abuela, por favor, ya no pienses en el pasado… ahora todo está bien, eres la mejor abuela del mundo ―expresó el joven abrazándola cariñosamente.―Es q
Dayana sintió cómo la emoción explotaba en su pecho, ese momento era más hermoso de cómo lo había imaginado.―Por supuesto que te acepto como mi prometido, y futuro esposo ―le dijo la chica, lanzándosele encima y abrazándolo por el cuello, él le colocó el anillo, la levantó y la besó con absoluta pasión, mientras una ovación de emoción se escuchó entre los presentes.Todos estaban conmovidos por la escena que se estaban dando frente a sus ojos, unos lloraban de la emoción, sin embargo, el idílico momento, fue interrumpido por un jocoso Santiago.―Bueno mi gente, ya vieron cómo mi cuñada Dayana le dio el sí a mi hermano, ahora me toca a mí hacer mi propuesta a esta hermosa dama, aunque no creo que me vaya a mandar a la fregada ―dijo tomando la mano de Lucero, mientras todos sonreían sus ocurrencias.Al sentir el contacto con la mano del hombre que amaba, Lucero sintió cómo su corazón se aceleraba, ella no podía creer lo que estaba sucediendo. Él la miró profundamente a los ojos, con u
Al amanecer, los primeros rayos de sol iluminaron el rostro de Salvador. Abrió los ojos lentamente, y vio a Dayana profundamente dormida, acurrucada en su pecho. Él la miró con ternura, admirando su belleza mientras su mano acariciaba suavemente su cabello.De repente, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al recordar la noche anterior. Nunca había sentido tanta pasión junto a una mujer. Se sentía vivo, feliz y, sobre todo, más enamorado que nunca.Dayana se movió ligeramente, abriendo los ojos con lentitud. Al verlo, le sonrió con un brillo especial en su mirada. Salvador no pudo resistirse y le dio un dulce beso en los labios.―Buenos días, mi amor ―dijo con una sonrisa.―Buenos días, Salvador ―saludó ella respondiendo al beso.―Anoche, estaba tan entretenido ―dijo con picardía―, que se me olvidó darte la sorpresa que te tenía… sabes mi hermano y yo queríamos proponerles a Lucero y a ti, casarnos lo más pronto posible, antes de los dos meses.―No, es mucho tiempo, yo qui
Dayana y Lucero estaban en la habitación, donde Alena, las observaba, dándole los últimos detalles a las chicas como una madre orgullosa. Aunque Lucero era mayor a su hija dos años y medio, se conocían desde muy pequeñas, se habían querido como hermanas, y ellos le habían tomado cariño, y en cierta medida la sentían como otra hija.—Se ven hermosísimas, estoy tan orgullosa de ustedes —pronunció con lágrimas en los ojos.—No llores mami, se te va a correr el maquillaje —le dijo Dayana besando con suavidad su mejilla.—Es que este es un momento especial, y eso que nos has visto a tu padre, va a llorar cuando tenga que entregar a su princesita a otro hombre —susurró su madre con complicidad.—Estará feliz, sabes cuánta ama a Salvador, ese es otro de sus hijos —respondió Dayana con un suspiro.—Si, lo sé, siempre dice que los gemelos, lo enseñaron a ser padre, e hicieron crecer en él, un instinto de querer proteger a alguien más que a su propia vida.Unos golpecitos en la puerta interrum