Al amanecer, los primeros rayos de sol iluminaron el rostro de Salvador. Abrió los ojos lentamente, y vio a Dayana profundamente dormida, acurrucada en su pecho. Él la miró con ternura, admirando su belleza mientras su mano acariciaba suavemente su cabello.De repente, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al recordar la noche anterior. Nunca había sentido tanta pasión junto a una mujer. Se sentía vivo, feliz y, sobre todo, más enamorado que nunca.Dayana se movió ligeramente, abriendo los ojos con lentitud. Al verlo, le sonrió con un brillo especial en su mirada. Salvador no pudo resistirse y le dio un dulce beso en los labios.―Buenos días, mi amor ―dijo con una sonrisa.―Buenos días, Salvador ―saludó ella respondiendo al beso.―Anoche, estaba tan entretenido ―dijo con picardía―, que se me olvidó darte la sorpresa que te tenía… sabes mi hermano y yo queríamos proponerles a Lucero y a ti, casarnos lo más pronto posible, antes de los dos meses.―No, es mucho tiempo, yo qui
Dayana y Lucero estaban en la habitación, donde Alena, las observaba, dándole los últimos detalles a las chicas como una madre orgullosa. Aunque Lucero era mayor a su hija dos años y medio, se conocían desde muy pequeñas, se habían querido como hermanas, y ellos le habían tomado cariño, y en cierta medida la sentían como otra hija.—Se ven hermosísimas, estoy tan orgullosa de ustedes —pronunció con lágrimas en los ojos.—No llores mami, se te va a correr el maquillaje —le dijo Dayana besando con suavidad su mejilla.—Es que este es un momento especial, y eso que nos has visto a tu padre, va a llorar cuando tenga que entregar a su princesita a otro hombre —susurró su madre con complicidad.—Estará feliz, sabes cuánta ama a Salvador, ese es otro de sus hijos —respondió Dayana con un suspiro.—Si, lo sé, siempre dice que los gemelos, lo enseñaron a ser padre, e hicieron crecer en él, un instinto de querer proteger a alguien más que a su propia vida.Unos golpecitos en la puerta interrum
Lucero se quedó sin palabras al ver a sus padres frente a ella con los mariachis. No podía creer que hubieran venido después de todo lo que había pasado entre ellos. Miró a Santiago, quien le apretó la mano con cariño, dándole el apoyo que necesitaba en ese momento.—¡Vinieron! —exclamó sorprendida sin poder creerlo.—Si mi amor, vinieron —respondió él viendo como a su esposa le brillaban los ojos de la emoción— ¿Quieres bajarte para saludarlos?—¿Tú estás de acuerdo? —preguntó un poco temerosa.—Luce mi vida, no se trata que yo quiera o no, sino de lo que tú deseas, son tus padres y si quieres perdonarlos, te apoyaré en todo lo que quieras hacer, actúa conforme a tu corazón.Santiago la ayudó a bajar, los padres de Lucero se acercaron a ellos, pidiéndoles disculpas.—Hija, sabemos que actuamos mal y por eso hemos venido a pedir tu perdón… nos dejamos cegar por la rabia, por el que dirán. Por favor, perdónanos —dijo su padre con los ojos humedecidos por las lágrimas y con una expresió
Seis años despuésLuego de seis años de haber vivido en los Estados Unidos, Dayana y Salvador, regresaron a San Andrés, cuando tomaron sus maletas que empezaron a caminar hacia la salida, estaba toda la familia en pleno esperándolos.Apenas verlos comenzaron a aplaudir emocionados, sus cuatro sobrinos, porque tanto Rayito y Lucero, habían tenido un hijo más cada una.Los pequeños corrieron hacia sus tíos abrazándolos, Dayana y Salvador se sintieron abrumados por el amor y la alegría recibida por su familia. Era una sensación que habían olvidado después de tanto tiempo lejos de casa.Más tarde, mientras estaban sentados en la terraza de la casa de la familia, Dayana se acurrucó junto a Salvador y le preguntó en voz baja:—¿Recuerdas las veces que jugábamos aquí? ¡Fue hace tantos años! —Salvador sonrió y asintió.—Por supuesto que lo recuerdo, creo que no hace tanto tiempo —dijo besando su frente.—¿Viste la cantidad de sobrinos que tenemos? Son cuatro, lo que falta es que Salomón, tamb
—¡Eres una tonta Julieth! —exclamó sin detenerse, hasta llegar a la terraza donde habían estado antes—, él jamás se va a enamorar de ti, porque no eres su tipo —se dijo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.Se quedó mirando hacia el horizonte, con una expresión de desolación en su rostro y el corazón roto, no era la primera vez que se sentía así y quizás no sería la última, porque jamás Salomón se fijaría en ella, simplemente, había amores que no estaban destinados a materializarse y él de ella por ese chico era uno de ellos.—Deberías haberte resignado, y no importarte con quien se acueste —se dijo.Llevaba años enamorada de Salomón, eso a pesar de que él nunca había mostrado ningún interés romántico en ella, sin embargo, ella seguía a su lado, soportando la angustia de verlo con otras mujeres, pero también disfrutando de su amistad.Salomón confiaba plenamente en ella, hablaban de todo, de sus proyectos, algunos los habían puesto a marchar juntos, no dejaba de apoyarlo en
Salomón frunció el ceño, desconcertado ante las palabras de su amiga, tuvo la impresión de que estaba molesta, pero no entendía sus razones, por un momento se detuvo a pensar que quizás lo había escuchado hablar con sus hermanos, pese a ello, pensaba que no tenía motivo para molestarse, porque realmente ella era su amiga, y para él entre una amiga, una amante y una conquista, una amiga estaba por encima porque aparte de las relaciones familiares, era la única relación duradera que había tenido en la vida y por eso la apreciaba.La vio caminar, subirse al auto y alejarse, y de pronto tuvo un mal presentimiento, uno donde la perdía. Negó con la cabeza.—No pienses en estupideces, Judith siempre será tu mejor amiga y nunca va a apartarse de su lado —pronunció metiéndose las manos en los bolsillos y deshaciendo el camino andado hasta donde estaba su familia.Por su parte, Julieth se fue pensando en lo que acababa de suceder, quizás ella debería dejar de ilusionarse con ese hombre.—Eres u
Al día siguiente Salomón estaba ansioso, porque ya eran más de las ocho de la mañana y Julieth no lo había llamado, ni en la noche, ni en la mañana, cuando siempre lo hacía de seis a siete, antes algunas veces se había molestado con ella, diciéndole que lo dejara dormir, pero ese día que por primera vez no lo hacía lo tenía de mal humor, confundido.Bajo al comedor y allí estaban sus padres desayunando, lo vieron sentarse serio y con una actitud hostil. —Buen día a todos.—Buen día, ¿Qué te ocurre hijo? ¿Parece que te tragó un ogro? —bromeó su madre.—No me pasa nada, solo amanecí de mal humor.Por un momento Erika y Julián se miraron a los rostros y una leve sonrisa se dibujó en ellos.Salomón estaba tan inquieto que marcó el número de Julieth, después de varios repiques por fin le atendió la llamada.—¿Dónde estabas metida? ¿Por qué no me atendías las llamadas? Tampoco me llamaste a primera hora del día —cada palabra que salía de su boca era un reclamo.Sus padres se dieron cuenta
Salomón no podía creer lo que escuchaba, el mundo se le venía abajo. Había perdido a Julieth, la persona más importante en su vida. Todo su cuerpo se tensó y la ira comenzó a apoderarse de él.—No puede ser cierto, tú estás mintiendo —dijo con voz entrecortada.Salomón miró fijamente a Julieth, buscando una señal de que todo era solo una mentira. Pero la expresión de ella en su rostro confirmó sus peores temores. El corazón de Salomón se rompió en mil pedazos, y la ira que había sentido momentos antes se convirtió en tristeza, al darse cuenta de que ella había hecho cosas sin contárselas, o eso era lo que pensaba, sin sospechar que la semilla del amor se había instalado hace mucho tiempo en su corazón y era ahora cuando comenzaría a germinar.—Lo siento, Salomón. Julieth es mi prometida y espero que puedas respetar nuestra relación —respondió Daniel con una sonrisa en su rostro.Julieth permaneció en silencio, sin darle ninguna explicación.—¿Por qué? ¿Desde cuándo? —pero ella se mant