―Santiago ―susurró Lucero― ¡¡¿Qué están haciendo aquí?!! ―preguntó intentando ocultar la creciente emoción que se agitaba en su pechp, no quería demostrarle la alegría que le producía tenerlo al frente.Se contuvo, pero no fue necesario, porque Santiago se acercó a ella y la abrazó con fuerza, alzándola en el proceso.Lucero se dejó envolver por el abrazo reconfortante y las palabras de Santiago. En ese momento, sintió un cálido rayo de esperanza envolviéndola en su interior.―Lucero, lamento mucho todo lo que ha sucedido. Mi intención jamás fue hacerte daño, estaba en la casa, sintiéndome mal por mi hermano, por todo lo ocurrido, pensé que no me amabas, fueron tantas cosas que se cruzaron en mi mente. Me importas más de lo que puedo expresar y estoy aquí para ti, vine a buscarte. Jamás te dejaré sola, lo prometo ―le dijo con voz temblorosa ―cuando tu padre me dijo que te habían echado, quise partirle la cara a él, no podía entender como fue capaz de hacerte eso, si no es por Salvador
Los días pasaron a tal velocidad que a Santiago y Lucero les costaba trabajo mantenerse al corriente de sus actividades. Hicieron una visita a un par de veces a la casa de la abuela de Santiago, la madre de su padre, quien ahora vivía cerca de ellos y tenía personal para que se encargara de hacerle compañía y de cuidarla, ella había cambiado mucho después que supo de ellos y aunque su madre y ella no eran las mejores amigas, ahora su trato era bastante cordial.Pierina adoraba a sus nietos, entendió al conocerlos que la familia y su amor era más importante a cualquier dinero o poder, se lamentaba no haber aprovechado los primeros años de casados de su hijo Julián y Erika, en su lugar trató de hacerle a la choca la vida imposible.Santiago se dio cuenta de que su abuela se había perdido en sus recuerdos y le tocó el brazo con suavidad.―Abuela, por favor, ya no pienses en el pasado… ahora todo está bien, eres la mejor abuela del mundo ―expresó el joven abrazándola cariñosamente.―Es q
Dayana sintió cómo la emoción explotaba en su pecho, ese momento era más hermoso de cómo lo había imaginado.―Por supuesto que te acepto como mi prometido, y futuro esposo ―le dijo la chica, lanzándosele encima y abrazándolo por el cuello, él le colocó el anillo, la levantó y la besó con absoluta pasión, mientras una ovación de emoción se escuchó entre los presentes.Todos estaban conmovidos por la escena que se estaban dando frente a sus ojos, unos lloraban de la emoción, sin embargo, el idílico momento, fue interrumpido por un jocoso Santiago.―Bueno mi gente, ya vieron cómo mi cuñada Dayana le dio el sí a mi hermano, ahora me toca a mí hacer mi propuesta a esta hermosa dama, aunque no creo que me vaya a mandar a la fregada ―dijo tomando la mano de Lucero, mientras todos sonreían sus ocurrencias.Al sentir el contacto con la mano del hombre que amaba, Lucero sintió cómo su corazón se aceleraba, ella no podía creer lo que estaba sucediendo. Él la miró profundamente a los ojos, con u
Al amanecer, los primeros rayos de sol iluminaron el rostro de Salvador. Abrió los ojos lentamente, y vio a Dayana profundamente dormida, acurrucada en su pecho. Él la miró con ternura, admirando su belleza mientras su mano acariciaba suavemente su cabello.De repente, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al recordar la noche anterior. Nunca había sentido tanta pasión junto a una mujer. Se sentía vivo, feliz y, sobre todo, más enamorado que nunca.Dayana se movió ligeramente, abriendo los ojos con lentitud. Al verlo, le sonrió con un brillo especial en su mirada. Salvador no pudo resistirse y le dio un dulce beso en los labios.―Buenos días, mi amor ―dijo con una sonrisa.―Buenos días, Salvador ―saludó ella respondiendo al beso.―Anoche, estaba tan entretenido ―dijo con picardía―, que se me olvidó darte la sorpresa que te tenía… sabes mi hermano y yo queríamos proponerles a Lucero y a ti, casarnos lo más pronto posible, antes de los dos meses.―No, es mucho tiempo, yo qui
Dayana y Lucero estaban en la habitación, donde Alena, las observaba, dándole los últimos detalles a las chicas como una madre orgullosa. Aunque Lucero era mayor a su hija dos años y medio, se conocían desde muy pequeñas, se habían querido como hermanas, y ellos le habían tomado cariño, y en cierta medida la sentían como otra hija.—Se ven hermosísimas, estoy tan orgullosa de ustedes —pronunció con lágrimas en los ojos.—No llores mami, se te va a correr el maquillaje —le dijo Dayana besando con suavidad su mejilla.—Es que este es un momento especial, y eso que nos has visto a tu padre, va a llorar cuando tenga que entregar a su princesita a otro hombre —susurró su madre con complicidad.—Estará feliz, sabes cuánta ama a Salvador, ese es otro de sus hijos —respondió Dayana con un suspiro.—Si, lo sé, siempre dice que los gemelos, lo enseñaron a ser padre, e hicieron crecer en él, un instinto de querer proteger a alguien más que a su propia vida.Unos golpecitos en la puerta interrum
Lucero se quedó sin palabras al ver a sus padres frente a ella con los mariachis. No podía creer que hubieran venido después de todo lo que había pasado entre ellos. Miró a Santiago, quien le apretó la mano con cariño, dándole el apoyo que necesitaba en ese momento.—¡Vinieron! —exclamó sorprendida sin poder creerlo.—Si mi amor, vinieron —respondió él viendo como a su esposa le brillaban los ojos de la emoción— ¿Quieres bajarte para saludarlos?—¿Tú estás de acuerdo? —preguntó un poco temerosa.—Luce mi vida, no se trata que yo quiera o no, sino de lo que tú deseas, son tus padres y si quieres perdonarlos, te apoyaré en todo lo que quieras hacer, actúa conforme a tu corazón.Santiago la ayudó a bajar, los padres de Lucero se acercaron a ellos, pidiéndoles disculpas.—Hija, sabemos que actuamos mal y por eso hemos venido a pedir tu perdón… nos dejamos cegar por la rabia, por el que dirán. Por favor, perdónanos —dijo su padre con los ojos humedecidos por las lágrimas y con una expresió
Seis años despuésLuego de seis años de haber vivido en los Estados Unidos, Dayana y Salvador, regresaron a San Andrés, cuando tomaron sus maletas que empezaron a caminar hacia la salida, estaba toda la familia en pleno esperándolos.Apenas verlos comenzaron a aplaudir emocionados, sus cuatro sobrinos, porque tanto Rayito y Lucero, habían tenido un hijo más cada una.Los pequeños corrieron hacia sus tíos abrazándolos, Dayana y Salvador se sintieron abrumados por el amor y la alegría recibida por su familia. Era una sensación que habían olvidado después de tanto tiempo lejos de casa.Más tarde, mientras estaban sentados en la terraza de la casa de la familia, Dayana se acurrucó junto a Salvador y le preguntó en voz baja:—¿Recuerdas las veces que jugábamos aquí? ¡Fue hace tantos años! —Salvador sonrió y asintió.—Por supuesto que lo recuerdo, creo que no hace tanto tiempo —dijo besando su frente.—¿Viste la cantidad de sobrinos que tenemos? Son cuatro, lo que falta es que Salomón, tamb
—¡Eres una tonta Julieth! —exclamó sin detenerse, hasta llegar a la terraza donde habían estado antes—, él jamás se va a enamorar de ti, porque no eres su tipo —se dijo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.Se quedó mirando hacia el horizonte, con una expresión de desolación en su rostro y el corazón roto, no era la primera vez que se sentía así y quizás no sería la última, porque jamás Salomón se fijaría en ella, simplemente, había amores que no estaban destinados a materializarse y él de ella por ese chico era uno de ellos.—Deberías haberte resignado, y no importarte con quien se acueste —se dijo.Llevaba años enamorada de Salomón, eso a pesar de que él nunca había mostrado ningún interés romántico en ella, sin embargo, ella seguía a su lado, soportando la angustia de verlo con otras mujeres, pero también disfrutando de su amistad.Salomón confiaba plenamente en ella, hablaban de todo, de sus proyectos, algunos los habían puesto a marchar juntos, no dejaba de apoyarlo en