Salvador salió corriendo de la habitación de su hermano sin decir nada, y él estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta de su presencia, caminó por los pasillos de su casa con el corazón lleno de angustia. La imagen que acababa de presenciar lo había dejado profundamente herido. No era fácil procesar, ver a tu propio hermano teniendo intimidad con tu prometida. Pero su dolor no provenía del hecho de que Lucero estuviera con Santiago, ya que él no la amaba realmente. Lo que lo lastimaba era el hecho de que su propio hermano hubiera llegado a ese extremo de traicionarlo.Se detuvo en medio de la sala, dejando que las emociones lo abrumaran. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero luchó por contenerlas. La sensación de traición y abandono lo invadió. ¿Cómo podía haberse acostado con Lucero cuando supuestamente conocía que él albergaba sentimientos por ella?Los pensamientos se agolpaban en su mente, causando un torbellino de emociones. Se sentía profundamente heri
Dayana se sentía desesperada por la situación. No sabía qué había sucedido entre Salvador, Santiago y Lucero, pero esperaba que él hubiese tenido el valor de conversar. Esperó ansiosamente una llamada de Salvador, pero el tiempo pasaba y no recibía noticias suyas.Finalmente, decidida a tomar medidas, Dayana agarró su teléfono y marcó el número de Salvador. El móvil repicó varias veces, pero él no contesto, respiró profundo y le dejó un mensaje de voz.“Salvador, ¿dónde estás? Estoy preocupada, necesito saber qué está pasando ¿Te decidiste?” dijo Dayana, con su voz cargada de angustia.Cuando vio que el tiempo pasó y no llamó, por fin tomó una decisión, caminó hacia sus padres, quienes estaban en la sala de estar viendo una película muy cerca uno de otro.―Papá, mamá ¿Podemos hablar un momento? ―interrogó la chica con inquietud.Enseguida sus padres posaron su mirada en ella con interés.―¿Qué pasa hija? ―interrogó Aníbal presintiendo que lo que le iba a decir su hija no iba a gustarl
En la morgue del hospital vio el rostro pálido y ya sin vida de un joven con sus mismas facciones, retrocedió con miedo, no podía creer lo que estaba ocurriendo, se imaginaba que se trataba de una pesadilla, de un sueño del que pronto iba a despertar.Pero no era así, su madre se lanzó encima llorando en el frío cuerpo, por completo angustiada mientras no dejaba de abrazarlo.―¡Ay, mi hijo! ¡Por Dios! ¿Cómo fue esto posible? ¡Qué dolor tan grande! Esto no puede estar pasando ―gritó su madre desesperada, mientras su padre con gruesas lágrimas corriendo por su rostro trataba de darle fortaleza.―Mi amor, por favor… ―le decía tratando de calmarla, pero sabía que eso no serviría de nada, porque él mismo estaba agobiado por el dolor, esa noticia los había impactado como si un rayo destructor hubiera caído sobre sus cabezas, sin ninguna misericordia.―Él está dormido ¿Verdad? Dime que está bien, por favor, que mi bebé va a despertar ¡Párate Salva! No juegues conmigo de esta manera ¡Levántat
Las hojas del almanaque fueron cayendo, y tal como Santiago le había pedido a Lucero, ella se alejó, pero no se había ido sola, porque producto de esa noche, un hijo crecía en su vientre.El día que se enteró de la noticia ella se emocionó, porque a pesar de todo, aún lo amaba, como el primer día que lo vio, posó la mano en su vientre sintiendo una alegría como nunca. Sabía que tenía que avisarle a Santiago, él tenía que conocer de la llegada de su hijo.La chica lo llamó, pero todas las veces él se negó a hablar con ella, por eso decidió ir a su oficina para darle la noticia, porque no quería más secretos.Se llegó a la oficina, pero cuando entró en el lobby del edificio la detuvieron.―Buenas tardes, señorita, necesito ir a la oficina de Santiago Del Pino.―¿De parte de quién? ―interrogó la mujer.―Dígale que es Lucero Santamaría.―¿Tiene cita? ―interrogó y Lucero negó―, déjeme y la anuncio.Un par de minutos después la mujer negó con la cabeza.―Lo siento señorita, el señor Del Pin
Erika escuchó el teléfono, y se apresuró a contestar, sintiendo el alma en un hilo, esperando que no fuera lo que temía en lo más profundo de su ser, Julián la siguió, intentó atender, pero ella negó con la cabeza.―Hola, ¿quién habla? ―dijo, su voz temblorosa.“Buenas noches, ¿Es usted familiar del joven Salvador Del Pino?” preguntó una voz de hombre al otro lado de la línea.―Sí, soy madre, ¿qué ha sucedido? ―respondió Erika, con el corazón latiendo con fuerza.“Siento mucho tener que informarle que su hijo ha tenido un accidente automovilístico en la carretera. Y se encuentra en el hospital central. Necesitamos que venga lo antes posible”.Erika sintió que todo el aire se escapaba de sus pulmones y un nudo se formaba en su garganta. ―¿Pero cómo está mi hijo? ¿Está bien? ―preguntó angustiada.“Señora, cuando llegue se le dará toda la información que requiera”. Julián no necesitó preguntar por qué ya había escuchado, cuando iba a llamar a sus hijos, estos ya estaban bajando, ambos
―¿Cómo... cómo sucedió? ―preguntó Dayana, apenas logrando articular las palabras entre sollozos, su cuerpo temblaba y sentía que su corazón se había encogido en su pecho producto del dolor y la tristeza que le producía la noticia.Su madre respiró profundamente antes de responder.“Hasta ahora, solo sé que fue un accidente automovilístico, cariño. No tengo muchos detalles, pero parece ser grave. Estoy esperando que tu papá me llame para informarme, no sé si querrás regresar, solo sé que Salvador te necesitan ahora más que nunca” explicó su madre con voz entrecortada.Dayana sintió una mezcla de emociones abrumadoras: dolor, culpa y miedo. Se culpó a sí misma porque si hubiese aceptado pasar la noche con él, nada de eso habría pasado.―Voy a tomar un vuelo de regreso lo más pronto posible, por favor, mantenme informada de cualquier cambio. Necesito ver a Salvador, decirle cuánto lo amo ―dijo Dayana con determinación, con la voz rota como consecuencia del llanto.Después de colgar, Daya
A pesar de sus deseos no tuvo esa suerte, Salvador, dibujó una sonrisa de medio lado, luego movió sus labios, pero como ella no escuchó nada, ella se inclinó aún más cerca, esperando escuchar su voz.―T... te amo... Dayana ―logró susurrar con debilidad.Inmediatamente, las lágrimas inundaron los ojos de Dayana, esta vez de alegría y alivio. Aunque Salvador estaba débil y herido, sus palabras eran un bálsamo para el alma de Dayana.Ver su mirada de ternura la paralizó, al fin había despertado, Dayana no pudo evitar sorprenderse con su confesión, en un acto reflejo de esto, al ver su mirada de amor, sintió una profunda emoción.―Yo también te amo, Salvador. Siempre lo he hecho y siempre lo haré, mi tontito, me diste un susto de muerte, creí que morirías ―respondió con ternura, sin apartar la mirada de sus ojos.―Yo… también lo pensé… de hecho no quería despertar… hasta que vi a Santi pidiéndote matrimonio… no pude soportar eso y desperté… fue muy raro… yo me vi en la morgue, mis padres
Lucero se alejó de Santiago, decidida a no presionarlo ni aferrarse a una ilusión. Aunque en su interior anhelaba que él la buscara, pero entendía que su encuentro había sido solo producto del deseo y no quería ilusionarse en vano. Por eso, se mantuvo en silencio y puso distancia entre ellos. Días y semanas pasaron sin que Santiago se comunicara con ella. Cada día que transcurría, Lucero sentía cómo su esperanza se desvanecía poco a poco. Aunque intentaba convencerse de que había tomado la decisión correcta al alejarse, su corazón se lo cuestionaba, anhelaba que Santiago demostrara algún interés en mantener contacto. En medio de la confusión y la tristeza, Lucero encontró apoyo en su amiga Dayana. Juntas compartían sus pensamientos y emociones, y Dayana se convertía en su fuente de consuelo y aliento. ―Lucero, sé que es difícil, pero debes recordar que no puedes controlar los sentimientos de otra persona. Si Santiago no se ha acercado, puede ser que no esté listo para enfrentar lo q