Catherine se quedó boquiabierta por un momento, asimilando la gravedad de la solicitud. La idea de tener un arma en sus manos era aterradora, pero también sabía que estaban en una situación extrema. Sin dudarlo, se dirigió al sofá donde reposaba la cartera de Alice y la abrió con manos temblorosas.—¿Estás segura de esto? —Preguntó, con la voz entrecortada.—No tengo otra opción... —Respondió Alice en susurros, con su mirada fija en la puerta, donde Damián seguía insistiendo. —No dejaré que nos amenace más.Catherine finalmente encontró el revólver y lo sacó con cuidado, sintiendo el peso del metal frío en sus manos. Se lo pasó a Alice, quien lo recibió con firmeza. El brillo del cañón reflejó la determinación que no dejaba de flamear en sus ojos.—Si él entra... —Empezó a decir Catherine, pero Alice la interrumpió.—Si entra, no voy a dudar. No puedo permitir que haga daño a nadie que amo.Damián continuaba golpeando la puerta con impaciencia. La atmósfera se volvió opresiva, como si
Promesa m*****a IDalton se encontraba encerrado en su estudio, agobiado por su ansiedad que gorgojaba en su estómago haciendo que experimentara una acidez tremenda. Pensando en su próximo movimiento para poder quitarse a Jennifer del camino y así proteger la nueva imagen de Alice, la cual pendía de un hilo por culpa de Mía.—Es mi hermana y yo debo enmendar su error a como de lugar— Afirmó para sí mismo con severidad, como si intentara reprenderse a sí mismo por haber sido tan irresponsable en las últimas semanas.Dalton respiró hondo, tratando de calmar la tormenta que azotaba su mente. La idea de negociar con Jennifer le causaba un nudo en el estómago, pero sabía que era lo mejor que podía hacer si quería proteger a su amada. Era hora de actuar. Se levantó de su silla, ajustó su camisa y salió del estudio con decidido a no desmayar hasta obtener el éxito.Al llegar a la casa de la rubia, el ojiverde apagó el motor de su auto y bajó de inmediato. Con cada paso hacia la casa de Jennif
Dalton se quedó paralizado por un momento, asimilando las palabras de Jennifer. La mezcla de sorpresa y confusión lo invadió. No había estado preparado para esa propuesta, especialmente viniendo de su exesposa en medio de una conversación tan delicada.—¡Maldición, Jennifer...! —Comenzó, su voz temblaba por la impresión. —Eso no es lo que necesitamos ahora. Esto se trata de encontrar una solución para todos, no de complicar aún más las cosas.Jennifer arqueó una ceja, claramente disfrutando del desconcierto de Dalton.—¿De verdad crees que puedes venir aquí y decidir cómo deben ser las cosas? —Replicó, con su tono desafiador volviendo a surgir. —A veces, hay que romper algunas reglas para conseguir lo que se quiere. Y ya te lo había dicho esta mañana… No estás en posición de exigirme o amenazarme por nada. Tú y tu esposita, están en mis manos, así que no me obligues a empuñarlas hasta asfixiarlos.Dalton sintió cómo la frustración se transformaba en un nudo en su estómago. Había amado
—¿Alice? ¿Está todo bien? —Inquirió Malek preocupado saliendo al patio de la mansión Colman.Alice, que estaba sentada en una de las tumbonas al frente de la piscina, volteó a verlo y le sonrió amablemente, totalmente cautivada por su rápida llegada cuando apenas habían trascurrido unos minutos desde que lo llamó.—Sí. Estoy bien, bueno… más o menos— Masculló ella levantándose rápidamente, siendo presa de su ansiedad.La castaña caminó hacia él y ambos se encontraron a mitad de camino, ella sujetó su mano con sutileza y lo llevó hasta la tumbona en la que ella estaba sentada y luego ambos tomaron asiento en la misma silla.—Lamento haberte asustado, no era mi intención hacerlo. Es solo que necesitaba hablar con alguien que no fuera tu tía y solo en ti puedo confiar por el momento… —Se excusó Alice con la mirada puesta en sus manos, las cuales usaba como distractor para disminuir un poco sus ansías.—No tienes que disculparte. Es mi culpa por ponerme tan nervioso cada vez que hablo con
Malek sintió que el aire se le escapaba de los pulmones al escuchar las palabras de Alice. El mundo a su alrededor se desvaneció por un momento, y todo lo que podía ver era la castaña, con los ojos llenos de lágrimas y el rostro pálido por la angustia.—¿Embarazada? —repitió, con apenas un hilo de voz, lleno de incredulidad. —Pero… ¿Qué vas a hacer? ¿Y Dalton?El nombre de su esposo resonó en la cabeza de Alice martillos demoliendo lo poco de su estabilidad emocional actual. Malek había estado guardando sus sentimientos por Alice desde que la conoció, pero cada vez que la veía con Dalton, el dolor se hacía más intenso. Ahora, con esta noticia, se sentía atrapado entre su deseo de protegerla y el amor no correspondido que llevaba en su corazón.Alice se pasó una mano por el cabello, buscando claridad en medio del caos emocional que ahora los envolvía.—No lo sé, Malek. La situación con Damián es complicada, y ahora esto… No sé cómo enfrentar a Dalton, es una carga que no quiero cerca d
El silencio se apoderó del lugar por un instante eterno mientras Dalton procesaba lo que acababa de escuchar. Sus ojos se ampliaron con sorpresa y confusión, sintió una corriente eléctrica recorriendo cada centímetro de su cuerpo hasta encender la mecha de la bomba que estaba hecha de él.—¿Embarazada? ¿Con él? —Preguntó entre dientes, con un tono apenas audible. Mientras lo que quedaba de su mundo se desmoronaba, cada uno de sus muros hechos pedazos.Malek dio un paso al frente, consciente del dolor que esto le causaría a Dalton.—Dalton, créeme que yo estoy igual de sorprendido que tú por qué acabo de enterarme. —Dijo Malek con calma. —Ella no tiene la culpa, fui yo quien se aprovechó de la situación porque ella estaba ebria…—¡Tú no te atrevas a hablarme si no quieres que te extermine ahora mismo! ¡Como si fuera a tragarme eso de que estaba bajo influencia del alcohol! —Gritó Dalton empujando con fuerza a Malek. —¡Es mi maldita esposa! ¡Desde que la conoces andas babeando por ella!
Lanza la primera piedra.Esa noche ninguno de los dos volvió a casa. Alice decidió pasar la noche en un hotel, pero le fue imposible dormir, mientras que Dalton fue directo al mismo bar que tanto había frecuentado en las últimas semanas y bebió hasta perder la conciencia.Alice se encontraba en la habitación del hotel, la luz tenue de la lámpara apenas iluminaba el espacio. Sentada en la cama, miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos. La ciudad vibraba bajo el manto de la noche, pero ella se sentía completamente desconectada de todo. La decisión de no regresar a casa pesaba sobre sus hombros como una losa. Sabía que si no estaba allí en la mañana podría perder toda su herencia, gracias a la jodida cláusula en el acuerdo nupcial, donde había jurado seguir casad durante un año o todo iría directo al poder de su sucesora, la esposa de Nicholas.Mientras el reloj avanzaba lentamente, cada tictac parecía recordarle todo el infierno que había desatado la noche anterior: mentirle a
La llamadaAlice sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor en el instante en que escuchó la voz de Andrés al teléfono. Su corazón se detuvo por un segundo, y una ola de pánico la invadió.—¿Qué? ¿Cómo? ¿Estás seguro? —Las palabras salían de su boca como un susurro entrecortado, incapaz de procesar la gravedad de la situación.Andrés, con voz firme, pero comprensiva, le explicó que Dalton había tenido un accidente grave y que lo estaban atendiendo de inmediato. Alice no podía pensar con claridad; el miedo se apoderó de ella mientras su mente se llenaba de imágenes del rostro Dalton cuando explotó de ira la noche anterior. Sin pensarlo dos veces, se levantó de la cama y comenzó a vestirse a toda prisa.Cada segundo parecía una eternidad mientras conducía hacia el hospital. El camino estaba lleno de semáforos que parecían eternos y conductores que no entendían su prisa. En su mente, una tormenta de pensamientos la asaltaba: "¿Qué habrá pasado? ¿Por qué no me llamó? ¿Estará bien?