—Me tomaré un tiempo para pensar en toda esta locura y mientras eso sucede tendrás una habitación para ti— Dijo Moscú dirigiéndose a Dalton —De ninguna manera permitiré que duermas con mi ahijada bajo mi techo y menos aún si no están casados. Me importa una mierda que ya tengan un crío, bajo mi techo ustedes no serán pareja hasta que estén casados… ¡Que conste que esto lo hago por Alice y por mi nieto! ¡No por ti, maldita sabandija! —Añadió antes de salir de la habitación.Acto seguido, un par de subordinados entraron a la habitación y se llevaron a Dalton.—¡Esperen, por favor! ¡Déjenme hablar con él! —Suplicó Alice.—Lo siento señorita, son órdenes de Moscú— Respondió uno de los guardias.—¡No le hagan más daño! —Exigió entre sollozos.—Descuide señorita, estará bien. Lo mantendremos vigilado las veinticuatro horas.Prometió el otro guardia antes de llevárselo de la habitación, dejándole como despedida una mirada de decepción del castaño.(***)Dos días después.Moscú tuvo que volve
Nicholas QueenMientras que Dalton y Alice discutían en la sala para fumar, al otro lado de la ciudad, en una villa de lujo, un anciano empresario multimillonario se había tomado la tarde libre para descansar, a pesar de ser un típico lunes a mediados de noviembre y con mucho trabajo por hacer, Nicholas necesitaba tomarse un descanso luego de haber regresado de aquel turbulento viaje hacía apenas un día.Ciertamente las cosas para el Nick ya no eran como antes, había trabajado durante toda su vida sin descanso y aun a sus setenta y tres años seguía dando trotes como cuando recién empezó su carrera. Ya no podía más con tanto trabajo, deseaba muchísimo jubilarse, pero aún no tenía a nadie lo suficiente eficaz y confiable para dejarle a cargo sus compañías.Sin más energías, Nicholas se sentó aparatosamente en el sofá de su enorme sala de estar y se dedicó a ver las noticias grabadas de la semana pasada que no había podido ver a causa de su viaje, mientras tomaba un vaso de whisky en las
A quema ropa—Ahora no eres tan valiente ¿No? —Farfulló Dalton sonriendo con altivez.—Será mejor que bajes eso si no quieres morir ahora mismo— Amenazó Moscú sin inmutarse.—Si no te has dado cuenta, soy yo quien tiene el arma.Dalton lentamente comenzó a rodear el escritorio de Moscú, pensaba que estando demasiado lejos este podría escaparse, así que si lo mataría sería a quema ropa.—Entonces déjate de juegos y hazlo de una buena vez, no me hagas perder el tiempo— Sugirió el rubio restándole importancia a la situación, lo cual le molestaba aún más al castaño.—Estoy harto de ti, de tu actitud, te crees mejor que yo, mejor que cualquiera en el mundo. Actúas como si fueras el Dios del mundo, pero no eres más que un simple mortal que podría morir en cualquier momento— Respondió Dalton mientas levantaba el arma y la colocaba justo en la frente de Moscú el cual seguía observándolo con indiferencia.—Anda… hazlo, te reto— Pidió el rubio esbozando una amplia sonrisa sínica.—Vaya que está
Luego de que el doctor se fuera, Dalton se encontraba prácticamente solo en la habitación. Él hasta ahora no se había dado la vuelta para ver a Alice, pensando que ella seguía dormida en la cama. La luz tenue apenas iluminaba las sombras que danzaban en las paredes. La presión de sus emociones negativas lo abrumaba, y se sentía atrapado en un torbellino de frustración. Con un gesto desesperado, se frotó el rostro con ambas manos, tratando de ahogar el grito que amenazaba con escapar de su garganta. Sabía que no podía más.En un arranque de furia, perdió el control. Sus puños se cerraron con fuerza y comenzaron a golpear la pared, cada impacto resonando como un eco de su dolor interno. El sonido sordo de los golpes se mezcló con el ritmo acelerado de su corazón, y pronto sintió el ardor en sus nudillos. La sangre comenzó a brotar, manchando la superficie blanca de la pared con un símbolo tangible de su tormento.Se detuvo por un momento, respirando entrecortadamente, mientras las lágri
El suave zumbido de las máquinas llenaba la habitación del hospital, pero para Alice, el sonido se había convertido en un eco distante. Estaba sentada en la cama, sintiendo que el aire era cada vez más escaso. Los recuerdos del caos que había dejado atrás parecían volverse más vívidos al unirse con los nuevos acontecimientos, como si quisieran atraparla en un torbellino de desesperación.Dalton estaba parado a su lado con los brazos cruzados con la mirada fija en los ojos de la castaña, con su expresión seria y preocupada. Había estado allí desde que la llevaron de urgencia, pero ahora veía cómo la ansiedad comenzaba a invadirla.—Alice —dijo con suavidad, tomando su mano—. Estoy aquí contigo.Ella lo miró con los ojos húmedos, sus ojos estaban llenos de miedo y confusión.—No puedo... no puedo respirar —susurró al no poder hablar, sintiendo que el mundo se desvanecía a su alrededor.Dalton se inclinó hacia ella y se sentó al borde de la cama, rozando su muslo con el de ella, tratando
Dalton sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El anciano parecía decidido y para nada confiable, pero sabía que no podía dejar que eso lo intimidara.—No tengo nada que hablar contigo —respondió Dalton con firmeza, manteniendo su mirada fija en él.Aunque Dalton no lo conociera de nada, si había oído hablar de él y con lo que le había contado Alice, no podía confiar en él bajo ninguna circunstancia.—No seas ingenuo —replicó el padre biológico de Alice, acercándose un paso más—. Alice está en medio de algo que tú no entiendes. Si realmente te importa, deberías escucharme.Dalton dudó por un instante, consciente del riesgo que representaba esta situación. Pero su instinto le decía que debía proteger a Alice a toda costa.—No me interesa lo que tengas que decir —Replicó, apretando los puños—. Solo quiero asegurarme de que esté bien.El anciano sonrió fríamente, como si estuviera disfrutando del juego psicológico.—¿Y crees que ella estará bien si llamas a la policía? No sabes lo qu
AnestesiaFinalmente, tras un tenso silencio, el cirujano logra estabilizar a Alice. El doctor mira a Dalton quién no soltó la mano de la castaña en ningún momento y con un asentimiento le informó que la joven se encontraba bien y que estaba fuera de peligro por el momento.Al terminar la cirugía, Alice fue trasladada a su habitación y ahora solo restaba esperar hasta que despertara y que se le pasara el efecto de la anestesia. Mientras que Alice descansaba inconsciente en su habitación del hospital, Dalton decide salir a tomar aire y entre tanto fumarse un cigarrillo. Después de todo, el castaño había vuelto a caer en ese desagradable vicio que tanto odiaba, pero que lo mantenía cuerdo, porque la nicotina lo ayudaba a controlar toda esa ansiedad reprimida desde hace tanto.El aire fresco del estacionamiento del hospital se mezclaba con el humo que Dalton exhalaba. Miraba al suelo, perdido en sus pensamientos, cuando de repente escuchó pasos detrás de él.—Dalton, ¿tenemos que hablar?
AlianzaEl aire en la habitación estaba cargado de tensión. Dalton, con los brazos cruzados, miraba a Damián con incredulidad. Su propuesta era una locura en todos los sentidos posibles.—¿Estás loco, Damián? —exclamó Dalton—. No soy un espía. Esto es demasiado peligroso, si Moscú me descubre no dudará en acabar conmigo y con mi familia.Damián se acercó un poco más, bajando la voz como si las paredes pudieran oírles.—Escucha, Dalton. No te pido que te conviertas en James Bond. Solo necesito que me pases información. Algo sencillo. Según mis informantes, el está interesado en hacer negocios contigo, te necesita con vida si quiere llevarlos a cabo. Sé que no te matará—¿Sencillo? —replicó Dalton, arqueando una ceja—. ¿Y qué pasa si me descubren y va tras mi hijo o a por Alice? —Cuestionó el ojiverde en tono serio— He visto lo desalmado que es Moscú y ningún negocio lo detendrá si le doy motivos como este para que me asesineLa mafia rusa no es precisamente conocida por su amabilidad.