La luz del sol se filtró a través de las cortinas de encaje, proyectando un cálido resplandor sobre la hoja que Yara tenía en sus temblorosas manos. Desplegó la carta con un tacto casi reverente, sus ojos escudriñaron la escritura, emocionada porque Brad le había enviado una carta.
"Queridísima Yara", empezó la carta, y ella casi podía oír la voz de Brad acariciando cada palabra. "Mi corazón está decidido; late únicamente por ti. Esta noche, bajo el halo de estrellas de la gran velada, en mi casa, proclamaré al mundo que eres la reina de mi corazón".Se quedó sin aliento, las palabras encendieron un fuego en su pecho. Una declaración tan audaz, tan pública, era todo lo que había anhelado en secreto.El amor de Brad, sería ahora tan innegable como la luna en el cielo nocturno.—¿Podría estar ocurriendo de verdad? —murmuró a la habitación vacía, con una sonrisa en los labios.Su reflejo en el espejo le devolvió el gesto, con los ojos llenos de posibilidades.En un arrebato de excitación, Yara se levantó del borde de la cama, le dejó una nota a su padre, para que llegara hasta donde ella estaría.Luego, sus manos comenzaron a buscar en el closet, porque Marisol su nana no estaba, escogió un vestido que había comprado días antes: una visión en azul noche que se ceñía a sus curvas como una segunda piel. La tela brilló cuando se lo puso, con la luz de las estrellas entretejida en cada hilo.—Perfecto —susurró para sí misma, girando a un lado y a otro, admirando la forma en que el vestido la hacía sentir poderosa y vulnerable a la vez.Era la armadura que necesitaba para lo que le esperaba esa noche.Se acercó a su tocador, donde le esperaban pinceles y paletas como si fueran las herramientas de un artista.Se pintó la cara cuidadosamente, esculpiendo sus rasgos hasta dejarlos tan radiantes como el cielo bañado por el sol y pintó sus labios de carmesí.—Esta noche, no soy sólo Yara—declaró a su reflejo, ajustándose un delicado pendiente al lóbulo. —sino, la encarnación de su amor.Mientras se agarraba el pelo en un elegante recogido, Yara se permitió un momento de vulnerabilidad. Los recuerdos bailaban detrás de sus ojos: los besos, el toque eléctrico de la mano de Brad sobre su piel, suspiró feliz.¿Esta noche cambiará todo? La pregunta quedó flotando en el aire y su corazón respondió con un latido esperanzado. Respiró hondo, calmando los nervios.—Brad, mi amor —practicó, su voz apenas por encima de un susurro —. Esta noche será nuestro comienzo.Con una última mirada al espejo, Yara cogió la carta y la acercó a su corazón. Era un talismán, una promesa escrita a la que se aferraría hasta que las palabras cobraran vida ante sus propios ojos.—Que el mundo vea nuestro amor —dijo ilusionada y sin dejar de sonreír.Cuando llegó al lugar, la grandeza del salón de baile se desplegó ante sus ojos, un tapiz de brillante alegría y susurrante elegancia. Las relucientes lámparas goteaban diamantes desde lo alto, arrojando una luz prismática sobre el mar de vestidos y trajes a medida. Entró, con el corazón como un tambor que resonaba en los pasillos de sus costillas.—¿Brad? — murmuró en voz baja, escudriñando la sala con ojos fervientes.Las risas burbujeaban a su alrededor, el aire estaba impregnado del aroma del jazmín y de algo más embriagador: la expectación. Sus manos alisaron la tela del vestido, un gesto nervioso que delataba su agitación interior."¿Dónde estás?” La pregunta fue muda, un pensamiento envuelto en deseo.—Yara —una voz se abrió paso entre el ruido.Se giró y allí estaba él: Brad. Su sonrisa era un faro, un encantador canto de sirena que tiraba de las cuerdas de su corazón.Tenía todo el aspecto del futuro que ella había imaginado: elegante, seguro de sí mismo, la encarnación de sus aspiraciones románticas.—Brad —. El nombre escapó de sus labios, un suspiro disfrazado de saludo.—Ven conmigo —dijo él, con la mano extendida, una invitación que ella no podía rechazar.Sus dedos encontraron los de él, tentativos pero confiados. Se movieron juntos, alejándose del alcance de la multitud, como si fueran los dos únicos seres que existían.—¿Adónde vamos? —preguntó ella, con un tono que mezclaba la curiosidad con la más leve preocupación.—A un lugar privado—respondió Brad, con una sonrisa que le hacía un hoyuelo en la mejilla —. Tengo una sorpresa para ti.—¿Debería preocuparme? —ella intentó darle un tono juguetón a su voz, pero vaciló, producto de los. nervios que sentía.—Nunca —le aseguró él, apretándole suavemente la mano —Confía en mí.Se alejaron por un pasillo y se adentraron en una alcoba oculta por cortinas de terciopelo. Los sonidos de la fiesta se redujeron, su aislamiento contrastaba con la diversión que había afuera.—Ya hemos llegado —anunció Brad, con los ojos clavados en los de ella.—Brad, ¿de qué va esto?El pulso en su garganta marcaba un ritmo de anhelo y temor.—Paciencia, mi hermosa Yara —susurró él, con su aliento como una cálida caricia sobre su piel —Todo será revelado.En aquel mundo privado, los dos solos, Yara sintió el precipicio del cambio bajo sus pies. Su pecho subía y bajaba con respiraciones superficiales, su mente era un torbellino de "y si..." y "tal vez" no era lo qye esperaba. Y en medio de todo ello, su corazón se atrevió.La mano de Brad se posó en la parte baja de su espalda, guiándola hacia delante. El silencio de la alcoba aislada parecía un mundo aparte de la alegría que habían dejado atrás.El aire que los rodeaba estaba cargado de expectación, y Yara podía sentir los latidos de su propio corazón como el eco lejano de unos tambores.—Aquí estamos —dijo Brad, señalando una gran pantalla que parpadeó. —Mirad.El proyector bañó la habitación con un resplandor fantasmal, captando por completo la atención de Yara. En la pantalla se proyectaban la, siluetas de dos personas entrelazadas en una cama en un momento apasionado.Era el apartamento, donde ella y Brad habían compartido un momento privado, aunque el rostro de él permanecía oculto, el de Yara era visible.—¿Brad? —Su voz era un susurro entrecortado, la confusión marcaba su frente mientras se volvía hacia él buscando respuestas.—¿No es hermoso? —murmuró él con una risa maliciosa.Observando la reacción de ella más que la confesión visual que se desplegaba ante ellos.Pero la belleza estaba lejos de la mente de Yara. Sus ojos se posaron fijos en la exhibición íntima, en los gestos gemidos que reconocií como propios. Una mano recorriendo la piel, la suave presión de los labios sobre el cuello. Cada caricia era un recuerdo, un secreto que ahora salía a la luz.—¡Basta ya! ¿Qué es todo esto? ¿Por qué eso está grabado allí? —preguntó.Las palabras subieron por su garganta, ásperas y crudas.—¡Apágalo¡ ¿Qué diablos significa esto?Él no se movió. Su expresión era ilegible, una máscara de satisfacción mientras el vídeo seguía revelando lo que debía ser sólo suyo.—Yara, así como se está transmitiendo en esta habitación, lo esta haciendo allí afuera, que todos sepan la naturaleza de la hija de la.luna de esta manada —dijo Brad con frialdad, su voz una nota discordante contra los suaves suspiros procedentes de la pantalla.Ella alzó la voz, aguda por la incredulida—¿Le estás enseñando nuestros recuerdos privados a cualquiera que pueda estar merodeando allí?Brad se sonrió y sin dejarla continuar protestando, la besó y comenzó a acariciarla, mientras ella se quedó estática, sin podee luchar contra esas sensaciones que Brad le hacia sentir.La comenzó a desvestir, y de pronto Yara sintió un aire frío, cuando reaccionó, se dio cuenta que la tela de la habitación correspondía a un telón y había sido retirada y allí pudo ver como todos los presentes se quedaban viéndola.Un murmullo de risas surgió de la fiesta al otro lado de las cortinas, ignorantes del drama que se desarrollaba en su interior.Se sentía humillada, traicionada, se negaba a creer en las malas intenciones de Bras.Se puso nerviosa, se cubrió el cuerpo como pudo y comenzó a hablar con voz entrecortada.—Brad y yo… estamos comprometidos, él va a anunciar ante todos hoy que tenemos una relación ¿Verdad Brad? —trató de justificarse frente a la multitud.El aire estaba impregnado del aroma del engaño, una mezcla embriagadora que se posó sobre los hombros de Yara como un manto indeseado.La silueta de Brad se alzó ante ella, como una figura siniestra envuelta en sombras y medias verdades.—Brad —susurró, cada sílaba cargada de una esperanza que se deshilachaba rápidamente —¿ verdad?—¿La verdad? —se burló él, y la agudeza de su voz atravesó el espacio poco iluminado —Bien. Nosotros no existimos, Yara. Nunca hubo un nosotros.Ella sintió el aguijón de sus palabras, un golpe físico.—¿Qué estás diciendo?Sus ojos, antes cálidos, ahora se clavaban en los de ella con gélido desapego.—No te quiero. No puedo casarme contigo porque esto solo es venganza en contra de tu madre, Minerva, para que pague por lo que le hizo a mi madre —Una sonrisa cruel torció sus labios, mientras veía a la mujer de su padre—, y no puedo comprometerme contigo porque ya estoy comprometida con otra.El corazón de Yara se hizo añicos, cada fragmento un testimonio de su ingenuidad. El suelo bajo ella pareció inclinarse, sus rodillas se doblaron como si la tierra misma compartiera su conmoción.—¿Comprometido? ¡No! Esto debe ser una locura —expresó en tono de angustia.—¿Acaso crees que voy a comprometerme con una humana débil como tú? ¿Qué no vale nada? Déjame explicarte algo Yara, yo soy un poderoso alfa de una manada, y debo involucrarme con una mujer fuerte proveniente de un legado importante, no con una pobre muchacha insignificante como tú —continuó Brad, su tono cínico, distante.A Yara le temblaron las manos, una tempestad de ira y dolor se gestó en su interior.—¿Y yo qué era? ¿Una distracción? ¿Un juguete?—Más o menos —respondió él, encogiéndose de hombros con desdén.Las lágrimas amenazaron con derramarse, pero ella las contuvo, negándose a darle esa satisfacción. La habitación le dio vueltas, un carrusel de sueños rotos, cada uno de ellos un trozo mellado de su corazón roto.—¿Algo de eso fue real? —.Su voz era un susurro, una hoja atrapada en una tormenta.—Lo bastante real para lo que necesitaba —admitió sin remordimientos.Las piernas de Yara cedieron y su cuerpo se desplomó sobre el frío suelo. Se agarró el pecho, donde irradiaba el dolor, un faro de su locura.Sobre ella, la silueta de Brad se difuminaba a través del brillo de sus lágrimas, un espejismo que se disolvía en la dura luz de la verdad.—Suerte Yara —dijo con burla y se alejó, mientras Yara sentía en su corazón, el peso del dolor y supo que desde ese día esa Yara había muerto.El corazón de Yara, antaño un recipiente ardiente de amor y esperanza, ahora estaba en ruinas entre los fragmentos destrozados de su confianza, el dolor le laceró el alma. Cada respiración entrecortada era un paso, cada pulso un martillazo contra su voluntad. "Basta", se susurró a sí misma, su voz apenas se elevaba por encima de su tormenta interna. Sus ojos recorrieron la habitación en busca de una salida. El ruido de la fiesta era abrumador, las risas y el parloteo se mezclaron en una sinfonía caótica. Cuando intentó levantarse, las piernas se le doblaron y cayó al suelo. Sus dedos se agarraran a la alfombra y sus nudillos se pusieron blancos mientras luchaba por ponerse de pie.Oyó el ruido ensordecedor de la fiesta a su alrededor, las risas mezclándose con la música en un caos abrumador. Decidió que debía alejarse de allí, aunque sólo fuese por un momento. La fuerza volvió a sus miembros como el primer deshielo de la primavera, y comenzó a caminar, luchando contra las lágrima
Brad está dudoso después de lo que pasó Leo no lo deja en paz, martirizándolo por lo que le hizo a Yara."Debes buscarla porque está en peligro, y reconocer que actuaste mal con ella, los hijos no deben pagar por los errores de sus padres, si no me haces caso te vas a arrepentir".Las recriminaciones de Leo eran constantes, si algo tenía su lobo era su persistencia, así que sin poder aguantar más ordenó a su beta organizar la búsqueda de Yara, y él decide también hacerlo, solo por aliviar la furia e intensidad de su lobo, pero mientras va caminando, se encuentra con Rosalinda quien al verlo termina desplomándose, sin embargo, antes de que toque el piso, el corre hacia ella y la sostiene llevándola al consultorio médico de la manada.Despues de llevarla, se queda a esperar impaciente el diagnóstico médico, cuando este por fin sale, le pregunta por la condición de su amiga. —¿Qué le pasó doctor? ¿Por qué se desmayó? —interrogó con preocupación, porque ella se había criado con él, además
Habían pasado parte del día anterior y toda la noche buscando a Yara, y en ese momento entró al despacho de la casa de la manada.Tuvo la impresión que el espacio se hizo más pequeño al entrar, el olor a cuero viejo y pino se mezcló con los rastros persistentes de su propio malestar. Se dejó caer en la silla, con el peso de sus acciones, presionándole como una fuerza física. —Parece que has perdido el gusto por la caza —dijo Jayden, su amigo, apoyándose en el marco de la puerta con una ceja levantada. Su voz era ligera, pero había un trasfondo de desaprobación que Brad no podía pasar por alto. —¿Es realmente una caza cuando la presa no sabe que está jugando? Brad se frotó el puente de la nariz, con la imagen del inocente del que se burlaban brillando en su mente. —Yara es solo una víctima más en esta historia, de su madre y ahora tuya ¿Puedes si quiera darte cuenta el daño que le causaste? Mientras hablaba le lanzó un informe en la mesa.—Lee lo que está allí para que te des cuent
La luz de sol se filtró a través de las ramas retorcidas, lanzando un juego de sombras sobre la figura imponente del alfa Jacob, cuya mirada reflejaba determinación mezclada con pesar. Mientras que la revelación caía sobre Yara como una cascada helada, inquietante y revitalizante y esperanzadora al mismo tiempo. Pero antes de que su padre siguiera contándole, sintió un agudo dolor mientras sus dientes comenzaron a brotar dolorosamente. La mirada de Yara se volvió agitada mientras un escalofrío recorrió su espina dorsal. Un dolor punzante se apoderó de ella, y sus dedos temblorosos se aferraron a su pecho. Sus sentidos se agudizaron repentinamente, como si una fuerza desconocida la empujara hacia algo más allá de su comprensión. —¡Padre, algo está pasando! ¡¿Qué es esto?! ¡Duele mucho! —exclamó Yara, entre jadeos y luchando por mantener la compostura. Jacob se acercó rápidamente, su rostro mostraba preocupación mientras observaba cómo el cuerpo de su hija comenzaba a cambiar. Un mie
Yara, luego de la conversación con su familia, de la sorpresa al darse cuenta de su verdadera naturaleza y el profundo dolor de su transformación, ahora yacía convertida en una impresionante loba blanca plateada. El bosque se volvió testigo del recorrido vertiginoso de la loba Yara, ahora encarnando a Kira, su loba interior. Corrió a través de los árboles, el viento acariciando su pelaje plateado. Sus patas ágiles dejaban huellas profundas en el suelo del bosque. Una ráfaga de determinación la impulsaba mientras se dirigía hacia el territorio donde residía su manada, Niebla plateada. Cuando llegó a la manada de su padre, compuesta por lobos poderosos y leales, la observaron en silencio desde la distancia, atentos a cada movimiento. Jacob y su hijo, transformados en lobos, al igual que los miembros de su manada, se mantuvieron a su lado, mostrando un respeto reverencial a la majestuosidad de la loba Yara en su forma alfa, su sola presencia era una promesa de una nueva era de prosperi
El aire de la noche estaba cargado de un olor a pino y a tierra húmeda que se impregnaba por la nariz, el bosque que bordeaba el territorio de la manada estaba vivo, parecía un concierto nocturno de los grillos y el susurro de las hojas. Había enviado a uno de sus hombres a reforzar a investigación sobre Yara y lo que le dijo lo dejó aún más con esa terrible sensación de angustia y culpa en su pecho. Descubrió que aunque Yara era hija de Minerva, esta la abandonó a su suerte con tan solo un año de edad, y fue su padre quien la crió en el mundo humano y habia sido apenas hace un par de años que Minerva la buscó, y lo hizo porque quería usarla cuando su loba saliera, pero al darse cuenta que Yara era solo una humana, su interés por ella se disipó. Dentro de él, su lobo agitado le reclamaba."Te dije que era nuestra compañera y que no debías hacerle daño y te negaste a escuchar, y Jayden también te lo dijo, pero ni siquiera quisiste escucharlo, ahora debes buscarla y darle su lugar en
La furia y el conflicto se desvanecieron momentáneamente. Las lobas, con expresiones de sorpresa y temor, se apartaron unas de otras, reconociendo la orden de su Alfa.Brad caminó con determinación hacia el centro del claro, su mirada recorriendo a cada una de las lobas allí presentes. La tensión en el aire era palpable mientras las miradas se cruzaban entre las integrantes de la manada y su líder.—Esto no es lo que somos. No es así como resolvemos nuestras diferencias. Somos una manada, una familia. No nos enfrentamos entre nosotros —declaró con voz firme, su mirada severa, pero cargada de preocupación.Al escuchar las palabras de su Alfa, las lobas bajaron su cabeza en señal de sumisión, avergonzadas por su comportamiento. Sabían que habían desafiado las normas y la autoridad de Brad.Enseguida volvieron a su forma humana. —Pido disculpas, Alfa —dijo una de las lobas con tono apenado, representando el sentir del grupo—. Nos dejamos llevar por la tensión y la incertidumbre.Brad exh
El lamento por la pérdida de Yara se extendió en el interior de Brad como una sombra de tristeza, después del ritual del funeral llevado a cabo con solemnidad y respeto. Pero incluso en medio de su duelo, el conflicto latente volvió a surgir, porque el enfrentamiento entre las lobas se reanudó y el ambiente en la manada se hizo tenso y denso. Por eso al día siguiente de la ceremonia, Brad fue abordado por algunos miembros del consejo de ancianos y mujeres líderes. —Brad, debemos hablar —comenzó a decir Oslo, el padre de Rosalinda, el miembro más influyente del consejo—. Ya te he dichi qur la manada necesita un cambio. La ausencia de una Luna hace más débil la manada, además que como te has dado cuenta ha generado descontento entre las hembras. El Alfa frunció el ceño con desdén, mientras Leo gruñía molesto, su corazón pesándole por la muerte de Yara. Sin embargo, el tono de urgencia en la voz de los ancianos y líderes femeninos era innegable. —¿Qué quieren decir? —preguntó Brad, su