Capítulo 2: Un plan.

Un par de días después.

La camisa negra se deslizó sobre sus hombros como una segunda piel, los botones ascendiendo uno a uno bajo sus dedos ágiles. Brad se miró al espejo, el reflejo de un hombre decidido lo encara con ojos que destellan una determinación feroz.

—¿Estás seguro de esto? —pregunta su amigo Jayden, apoyándose en el marco de la puerta, las cejas fruncidas tejiendo una expresión de duda.

—Más que seguro, le voy a dar a Minerva donde más le duele —expresó con tranquilidad—, ahora deberías irte, porque cuando la pequeña llegue no quiero que se cohíba y mucho menos que sospeche de nada.

—Brad… —empezó a decir su amigo titubeante.

—¿Qué quieres? Habla de una vez —exige y su amigo hizo un gesto de irritación.

El tono de su amigo sugiere una advertencia, pero Brad solo escucha el llamado de la venganza, ese antiguo susurro en su sangre.

—Quizás a Minerva no le importe mucho, después de todo, no la veo buena madre, además,Los hijos no son responsables de los errores de sus padres… ella es inocente, ingenua, además, eso que harás de…—antes de que su amigo siguiera hablando lo detuvo.

—¡No me importa! A veces deben pagar justos por pecadores, si eso es todo lo que tenías que decir ya puedes irte —expresó sin ningún ápice de remordimiento, su voz era la de un lobo antes de la caza —Nadie me va a detener.

La discusión es corta, como la mecha de una dinamita.

—Entonces, que sea lo que debe ser —dijo su amigo antes de darse media vuelta y desaparecer. Su partida deja un silencio pesado, cargado de presagios.

Solo, Brad respira hondo; puede sentir cómo algo se agita dentro de él, su lobo interno incitándolo a la acción.

De pronto un aroma dulce y floral invade la habitación, lavanda fresca, mezclado con Gardenia, llenan sus fosas nasales y su animal interior se revuelve inquieto, casi aullando en reconocimiento.

“Corre, búscala, es nuestra compañera”, expresó Leo con una mezcla de emoción y turbación.

Abrió la puerta y allí encontró a Yara con los ojos verdes y sus rizos mirándolo como si fuera el centro de su universo, en su interior su lobo se emocionó, pero lo detuvo, mientras ella sostenía una tarta de aspecto casero en las manos, una sonrisa tímida adornando sus labios.

“Leo, me niego a tener algo que ver con ella más de lo que tengo planeado, una chica tan insignificante como ella no puede ser nuestra compañera, es que solo es una pobre humana, Jamás me involucraría con alguien así, solo haría débil a mi manada!”

Antes de continuar discutiendo con su lobo, ella habló.

—¡Hola, Brad! —saludó con entusiasmo, interrumpiendo sus pensamientos oscuros.

—Hola, Yara. Puedes pasar —respondió ocultando su verdadero propósito detrás de una fachada serena.

Tomó la bandeja y la colocó en la mesa mientras sus ojos se posaban en ella con desdén. ¿No podía creer que se iba a involucrar con una chica como ella?

Una humana, sin lobo, sin poderes sobrenaturales. Pensaba que no era digna de su tiempo ni de su atención, pero allí estaba, con su sonrisa inocente y su olor dulce, adentrándose en su espacio personal sin tener idea de lo que se le avecinaba.

—¿Pruébalo? Lo hice yo misma —expresó ella con emoción, señalando el pastel.

Asintió, sin mucho interés, la haló hacia él golpeándola contra su pecho, ella lo mira con los ojos abierto de par en par.

—Prefiero probarte a ti —le dijo.

Sus labios se encontraron con los de ella en un beso arrebatador, impetuoso como la tormenta.

Ella se sorprendió por su repentina muestra de afecto, pero pronto se dejó llevar por el beso. Él sintió su cuerpo temblar en sus brazos y su corazón latir con fuerza en el pecho. Yara apenas tiene tiempo de reaccionar, perdida en la vorágine que es Brad. Él la besa con una intensidad desesperada, cada roce es un intento de borrar sentimientos que no quiere admitir.

—Yara —murmura entre besos, pero no hay ternura en su voz, solo el eco de una batalla interna.

Cuando finalmente se aparta, su respiración es irregular y su corazón late con la furia de la tempestad que acaba de desatar.

La sensación que ella le producía le gustaba, aunque estaba decidido a no involucrarse emocionalmente con ella, así que intenta desechar esa extraña conexión, justificándola en que su inocencia, su dulzura, y su perfume embriagador, era lo que estaba provocándola.

Deja de besarla y la mira a los ojos. Nota que su mirada está llena de confusión y antes de que ella pueda protestar la vuelve a besar.

Yara se dejó llevar por el beso, sus manos se enredaron en su cabello mientras el lobo de Brad se agita en su interior, sintiendo la electricidad que recorría su cuerpo al estar con su pareja destinada.

Pero, a pesar de ello, no puede quitarse la sensación de desprecio que siente hacia ella. ¿Cómo podía alguien como Yara ser su compañera?

No obstante, a medida que el beso avanza, empezó a sentir un extraño cosquilleo en su estómago. Era una sensación rara, que no había experimentado antes, dejó de pensar y se centró en retener las sensaciones, sus labios eran suaves y dulces.

Mientras seguía besándola, su lobo se agitó en su interior, como si quisiera salir y reclamarla como su compañera. Pero él no podía permitirlo, no podía dejar que una m*****a humana débil, se convirtiera en luna cuando el fuera el alfa de la manada.

Después de un rato, la llevó a la habitación, la recostó en la cama, mientras la besaba y con una mano tomó el mando, apretó un botón y lo volvió a colocar en su lugar.

Saboreó el sabor de su labio inferior en su boca. Yara lo miró con los ojos brillantes, parecía extasiada.

Se separó y la miró con desdén. Ella no tenía idea de lo que estaba por venir. Su dulzura e inocencia solo la hacían más vulnerable a sus planes.

—¿Qué pasa, Brad? —preguntó ella con una voz suave.

—No pasa nada —respondió con una sonrisa falsa—. Solo estoy pensando en nuestro futuro juntos y en las ganas que tengo de hacerte mía.

Ella sonrió con inocencia, sin darse cuenta de que sus palabras ocultaban sus malas intenciones, la besó de nuevo, desnudándola lentamente, recorrió con sus labios cada parte de su cuerpo, hasta que se acomodó dentro de sus piernas y la poseyó con fuerza y desenfreno.

Ella gimió y lloró bajo su cuerpo, sus tímidas manos tocando su espalda, sus ojos cerrados y su cuerpo arqueándose hacia él. Pero Brad estaba centrado en no sentir nada por ella, solo la pulsante necesidad de venganza que lo guiaba.

Sabía cuál era su propósito, la simple humana frente a él, era su llave para conseguir su ansiada venganza.

Rato después, Yara yacía inmóvil, un bulto tembloroso en la vastedad de las sábanas desordenadas. Los ecos del silencio pesaban sobre ella como una losa. Debajo de su pecho, el corazón latía frenético, buscando alguna señal de Brad que no llegaba ¿Será que no la quería en su vida?

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