El corazón de Yara latía como un tambor desbocado, golpeando contra la jaula de sus costillas mientras la perseguía la imagen de las manos de su madre, fuertes e inflexibles, empujando a la mujer sin nombre por el borde del acantilado.
Pegó un grito al despertarse.—Aahhhhh —se levantó respirando entrecortadamente y sus ojos se abrieron de golpe hacia la seguridad de su habitación.—Señorita Yara, tranquila, fue solo una pesadilla, todo está bien.La voz de la doncella, calmada y tranquilizadora, atravesó la oscuridad de sus pensamientos como una hoja de plata.—Lo sentí tan real, Marisol —susurró Yara, ocultando a duras penas el temblor que la sacudía por dentro.—Los sueños son engañosos, señorita —respondió Marisol, retirando las sábanas de seda con mano experta.Luego empezó a rebuscar en el armario y sus dedos bailaron sobre las telas hasta que se posaron en el vestido, el más hermoso que poseía Yara.—Es el gran día de su madre —dijo Marisol, mostrando el vestido a la luz, el sol de la mañana filtrándose a través de él como si bendijera los finos hilos. —Debe lucir como la hija de la novia.—¿Pero y si no me siento parte de todo esto? —. La pregunta de Yara quedó flotando en el aire, cargada de dudas—, ese no es mi mundo Marisol, mi mundo es aquí con ustedes.—La vida cambia, señorita. Nosotros también debemos cambiar con ella — respondió Marisol, ayudando a Yara a ponerse el vestido, atándoselo lo bastante apretado como para recordarle que debía respirar, pero no tanto como para sofocar la ansiedad que hervía bajo su piel.—Estás preciosa, es indudable que su belleza es inigualable, todos los chicos caerán rendidos ante sus pies —le aseguró Marisol, dándole un último toque con un delicado peine en el pelo.—Eres una exagerada —murmuró Yara, aunque su reflejo le devolvía un hermoso reflejo.Cuando llegó a la fiesta, todas las miradas se posaron en ella, unas llenas de admiración, otras de envidia y hasta otras de lascivia. El aire estaba cargado de susurros perfumados y el tintineo del cristal fino.Sin embargo, Yara sentía el peso de los ojos sobre ella, como un grillete que le recordaba que no pertenecía al grupo. Deambuló entre la multitud, como un espectro en su propia vida, hasta que su mirada se cruzó con el hombre más apuesto que había visto en su vida, quien no era más que Brad, el hijo del Alfa Izan.Estaba de pie al otro lado de la sala, alto y orgulloso como un árbol milenario, con su atlética figura como una silenciosa promesa de fuerza. Pero no era admiración ni curiosidad lo que parpadeaba en sus ojos acerados: era odio, crudo y desenmascarado."¿Por qué me mira así?" El pensamiento de Yara resonó en su mente mientras le devolvía la mirada, con la columna vertebral erguida en señal de desafío.—Así que eres Yara —la voz de Brad llegó hasta ella, grave y afilada como una espada desenvainada—, no esperaba verte aquí.—Se trata del enlace de mi madre. ¿Dónde más podría estar? —respondió ella, igualando su tono a la frialdad de él y sin entender por qué le hablaba de esa manera cuando ella no lo había visto nunca, por eso no entendía su animadversión.—Quizás en cualquier lugar, menos aquí… no creo que sea conveniente… por cierto, soy Brad, el hijo del alfa Izan — replicó él, y sus palabras atravesaron el zumbido festivo de la multitud.—Entiendo, al parecer no te ves muy contento con la unión de nuestros padres —expresó ella, desafiándolo con la mirada.—Tengo muchas razones para no estarlo —replicó él, con la mandíbula tensa.—Entonces tenemos algo en común —dijo Yara, encontrando una pizca de consuelo en su desdén compartido.—Lo dudo mucho —se alejó Brad, dejándola en medio del jolgorio, sola con sus pensamientos y una creciente sensación de presentimiento.Un rato después se sentía ahogada, necesitaba salir de allí para respirar aire fresco, así que decidió dar una vuelta por el jardín de la nueva casa de su madre.El crepúsculo pintaba de tonos violetas y dorados el jardín, mientras ella paseaba, su cabello flotando como un manto etéreo tras ella. Su belleza, inmaculada y deslumbrante, hacía voltear a cada criatura, humano o no, que se cruzaba por su camino.Mientras iba por una caminería se le atravesaron un trío de jóvenes que le cortaron el paso.—Disculpen —dijo suavemente, controlando el temor que la invadió— ¿Podrían dejarme pasar?—¿Dejarte ir? —rió uno con una sonrisa torcida, mirándola de arriba abajo —. No antes de que sepamos cómo se siente tener sex0 con una humana.—Por favor —imploró ella, el corazón, latiéndole en la garganta al intentar retroceder.—Tranquila, linda —gruñó otro, agarrándola por la muñeca—, te va a gustar lo que te vamos a hacer.—¡Suéltenme! —. Gritó, intentando zafarse, pero las manos de los jóvenes eran garras de deseo.Uno la empujó con fuerza hacia la hierba, y comenzó a desgarrarle la tela de su vestido con ansias salvajes, mientras emitían salvajes gruñidos, al mismo tiempo que se lanzaba sobre ella.—¡No! —susurró ella, la mente girando en un torbellino de terror y vergüenza.De repente, sintió cómo la liberaban de un peso, una sombra se posaba por encima de ellos. Era Brad que había aparecido, su figura imponente irrumpiendo en la escena como un vendaval de justicia.Con un rugido de furia, arrancó al joven de encima de ella, sacó sus garras y comenzó a destrozar al hombre.—Debieron irse cuando podían —gruñó Brad entre dientes, su mano destrozando la mandíbula de otro atacante.Yara se recogió, temblando, las lágrimas, manchando la tierra debajo de ella mientras se abrazaba, buscando protección en su propia vulnerabilidad, porque no entendía lo que ocurría.—¡Porque ya no podrán hacerlo! —rugió Brad, enviando al tercero a tropezar hacia la oscuridad del bosque.Luego se giró hacia ella y la tocó con suavidad.—Estás a salvo —, su voz ahora era un bálsamo suave. Se acercó, extendiendo sus brazos para envolverla en un refugio seguro.—Gracias —murmuró ella, permitiéndose ser sostenida, creyendo, solo por un momento, que, tal vez, podría estar realmente a salvo en este mundo donde la fantasía y el peligro bailaban tan cerca el uno del otro.Un par de días después.La camisa negra se deslizó sobre sus hombros como una segunda piel, los botones ascendiendo uno a uno bajo sus dedos ágiles. Brad se miró al espejo, el reflejo de un hombre decidido lo encara con ojos que destellan una determinación feroz.—¿Estás seguro de esto? —pregunta su amigo Jayden, apoyándose en el marco de la puerta, las cejas fruncidas tejiendo una expresión de duda.—Más que seguro, le voy a dar a Minerva donde más le duele —expresó con tranquilidad—, ahora deberías irte, porque cuando la pequeña llegue no quiero que se cohíba y mucho menos que sospeche de nada.—Brad… —empezó a decir su amigo titubeante.—¿Qué quieres? Habla de una vez —exige y su amigo hizo un gesto de irritación.El tono de su amigo sugiere una advertencia, pero Brad solo escucha el llamado de la venganza, ese antiguo susurro en su sangre.—Quizás a Minerva no le importe mucho, después de todo, no la veo buena madre, además,Los hijos no son responsables de los errores de sus padres
La luz del sol se filtró a través de las cortinas de encaje, proyectando un cálido resplandor sobre la hoja que Yara tenía en sus temblorosas manos. Desplegó la carta con un tacto casi reverente, sus ojos escudriñaron la escritura, emocionada porque Brad le había enviado una carta."Queridísima Yara", empezó la carta, y ella casi podía oír la voz de Brad acariciando cada palabra. "Mi corazón está decidido; late únicamente por ti. Esta noche, bajo el halo de estrellas de la gran velada, en mi casa, proclamaré al mundo que eres la reina de mi corazón". Se quedó sin aliento, las palabras encendieron un fuego en su pecho. Una declaración tan audaz, tan pública, era todo lo que había anhelado en secreto. El amor de Brad, sería ahora tan innegable como la luna en el cielo nocturno. —¿Podría estar ocurriendo de verdad? —murmuró a la habitación vacía, con una sonrisa en los labios. Su reflejo en el espejo le devolvió el gesto, con los ojos llenos de posibilidades. En un arrebato de excita
El corazón de Yara, antaño un recipiente ardiente de amor y esperanza, ahora estaba en ruinas entre los fragmentos destrozados de su confianza, el dolor le laceró el alma. Cada respiración entrecortada era un paso, cada pulso un martillazo contra su voluntad. "Basta", se susurró a sí misma, su voz apenas se elevaba por encima de su tormenta interna. Sus ojos recorrieron la habitación en busca de una salida. El ruido de la fiesta era abrumador, las risas y el parloteo se mezclaron en una sinfonía caótica. Cuando intentó levantarse, las piernas se le doblaron y cayó al suelo. Sus dedos se agarraran a la alfombra y sus nudillos se pusieron blancos mientras luchaba por ponerse de pie.Oyó el ruido ensordecedor de la fiesta a su alrededor, las risas mezclándose con la música en un caos abrumador. Decidió que debía alejarse de allí, aunque sólo fuese por un momento. La fuerza volvió a sus miembros como el primer deshielo de la primavera, y comenzó a caminar, luchando contra las lágrima
Brad está dudoso después de lo que pasó Leo no lo deja en paz, martirizándolo por lo que le hizo a Yara."Debes buscarla porque está en peligro, y reconocer que actuaste mal con ella, los hijos no deben pagar por los errores de sus padres, si no me haces caso te vas a arrepentir".Las recriminaciones de Leo eran constantes, si algo tenía su lobo era su persistencia, así que sin poder aguantar más ordenó a su beta organizar la búsqueda de Yara, y él decide también hacerlo, solo por aliviar la furia e intensidad de su lobo, pero mientras va caminando, se encuentra con Rosalinda quien al verlo termina desplomándose, sin embargo, antes de que toque el piso, el corre hacia ella y la sostiene llevándola al consultorio médico de la manada.Despues de llevarla, se queda a esperar impaciente el diagnóstico médico, cuando este por fin sale, le pregunta por la condición de su amiga. —¿Qué le pasó doctor? ¿Por qué se desmayó? —interrogó con preocupación, porque ella se había criado con él, además
Habían pasado parte del día anterior y toda la noche buscando a Yara, y en ese momento entró al despacho de la casa de la manada.Tuvo la impresión que el espacio se hizo más pequeño al entrar, el olor a cuero viejo y pino se mezcló con los rastros persistentes de su propio malestar. Se dejó caer en la silla, con el peso de sus acciones, presionándole como una fuerza física. —Parece que has perdido el gusto por la caza —dijo Jayden, su amigo, apoyándose en el marco de la puerta con una ceja levantada. Su voz era ligera, pero había un trasfondo de desaprobación que Brad no podía pasar por alto. —¿Es realmente una caza cuando la presa no sabe que está jugando? Brad se frotó el puente de la nariz, con la imagen del inocente del que se burlaban brillando en su mente. —Yara es solo una víctima más en esta historia, de su madre y ahora tuya ¿Puedes si quiera darte cuenta el daño que le causaste? Mientras hablaba le lanzó un informe en la mesa.—Lee lo que está allí para que te des cuent
La luz de sol se filtró a través de las ramas retorcidas, lanzando un juego de sombras sobre la figura imponente del alfa Jacob, cuya mirada reflejaba determinación mezclada con pesar. Mientras que la revelación caía sobre Yara como una cascada helada, inquietante y revitalizante y esperanzadora al mismo tiempo. Pero antes de que su padre siguiera contándole, sintió un agudo dolor mientras sus dientes comenzaron a brotar dolorosamente. La mirada de Yara se volvió agitada mientras un escalofrío recorrió su espina dorsal. Un dolor punzante se apoderó de ella, y sus dedos temblorosos se aferraron a su pecho. Sus sentidos se agudizaron repentinamente, como si una fuerza desconocida la empujara hacia algo más allá de su comprensión. —¡Padre, algo está pasando! ¡¿Qué es esto?! ¡Duele mucho! —exclamó Yara, entre jadeos y luchando por mantener la compostura. Jacob se acercó rápidamente, su rostro mostraba preocupación mientras observaba cómo el cuerpo de su hija comenzaba a cambiar. Un mie
Yara, luego de la conversación con su familia, de la sorpresa al darse cuenta de su verdadera naturaleza y el profundo dolor de su transformación, ahora yacía convertida en una impresionante loba blanca plateada. El bosque se volvió testigo del recorrido vertiginoso de la loba Yara, ahora encarnando a Kira, su loba interior. Corrió a través de los árboles, el viento acariciando su pelaje plateado. Sus patas ágiles dejaban huellas profundas en el suelo del bosque. Una ráfaga de determinación la impulsaba mientras se dirigía hacia el territorio donde residía su manada, Niebla plateada. Cuando llegó a la manada de su padre, compuesta por lobos poderosos y leales, la observaron en silencio desde la distancia, atentos a cada movimiento. Jacob y su hijo, transformados en lobos, al igual que los miembros de su manada, se mantuvieron a su lado, mostrando un respeto reverencial a la majestuosidad de la loba Yara en su forma alfa, su sola presencia era una promesa de una nueva era de prosperi
El aire de la noche estaba cargado de un olor a pino y a tierra húmeda que se impregnaba por la nariz, el bosque que bordeaba el territorio de la manada estaba vivo, parecía un concierto nocturno de los grillos y el susurro de las hojas. Había enviado a uno de sus hombres a reforzar a investigación sobre Yara y lo que le dijo lo dejó aún más con esa terrible sensación de angustia y culpa en su pecho. Descubrió que aunque Yara era hija de Minerva, esta la abandonó a su suerte con tan solo un año de edad, y fue su padre quien la crió en el mundo humano y habia sido apenas hace un par de años que Minerva la buscó, y lo hizo porque quería usarla cuando su loba saliera, pero al darse cuenta que Yara era solo una humana, su interés por ella se disipó. Dentro de él, su lobo agitado le reclamaba."Te dije que era nuestra compañera y que no debías hacerle daño y te negaste a escuchar, y Jayden también te lo dijo, pero ni siquiera quisiste escucharlo, ahora debes buscarla y darle su lugar en