El centro del jardín estaba vivo con un murmullo como el susurro de las hojas antes de una tormenta. Brad estaba de pie en el centro del altar a punto de celebrar la ceremonia de unión entre Rosalinda y él.El lugar estaba llena de expectación y tensión. Los lobos y las personas de la manada reunidos entre los densos árboles del bosque. La atmósfera estaba cargada de emoción y anticipación, pero Brad podía sentir la pesadez de la responsabilidad en sus hombros.Su mirada penetraba a través de la multitud de cuerpos, cada uno irradiando una emoción diferente en respuesta a ese acontecimiento. Las mujeres que antes se regodeaban en la posibilidad de convertirse en su Luna ahora llevaban el corazón en la manga, algunas destrozadas, otras desafiantes.—Alpha Brad —dijo Sienna, acercándosele con un suave gruñido en la voz —has hecho tu elección sin siquiera considerarnos. ¿Tan poco significa nuestra lealtad?—Sienna —respondió Brad, su tono uniforme, una marea controlada contra la tempesta
—¡No vas a salirte con la tuya! —gruñó la voz del padre de Rosalinda, cortando el aire frío como si fuera un cuchillo.Brad lo miró con desdén sus ojos brillando con un reflejo peligroso.—¡¿Estás desafiando a tu alfa?! ¡Esto debe de acabar!—exclamó.—Esto acabará, pero no como lo esperas. Tamaño alfa eres cuando no quieres cumplir tu palabra, tú le habías dado la palabra a mi hija de casarte y no has cumplido… un lobo sin palabra, no tiene derecho a dirigir a la manada Colmillo Plateado. Por eso te desafío. ¡Esto acabará, pero no como esperas!Ante sus palabras, el cuerpo de Brad se tensó como un arco listo para disparar la flecha de su furia.Brad evaluó a su adversario, un líder nato con décadas de dominio sobre la manada. Pero Brad no estaba allí para ceder ante la tradición o el miedo. Ahora “soy el alfa", pensó, sintiendo el poder palpitar en sus venas. Era más que músculo y garra; era voluntad indomable y corazón feroz.—Quieres desafiar las leyes que nos han mantenido a salvo —
Yara miró a su padre y a su hermano, esperando una respuesta clara y coherente a lo que acababan de decirle. Sus ojos reflejaban una mezcla de incredulidad y miedo, pero también una determinación por entender lo que estaba pasando. —Explíquense, ¿A qué se refieren con la maldición? ¿Qué tiene que ver eso con mi embarazo? ¿De qué maldición están hablando? —insistió Yara, con voz temblorosa y un nudo en la garganta. Jacob, su padre, suspiró profundamente, pero no podía hablar, sus ojos reflejaban un pesar que Yara no había visto antes. Fue su hermano quién le tomó la mano con un suspiro y le dijo la verdad. —La maldición, Yara, es que cada hombre de nuestra familia, sin excepción, no logra llegar a anciano. No importa quién sea, cada año los hijos varones, mueren jóvenes, nunca llegan a los cincuenta años, él más que ha durado es nuestro padre. Es una maldición que ha acechado a nuestra familia durante generaciones. Por eso… —dudó, encontrando difícil continuar—. Por eso, Yara, si est
Meses después El horizonte se alzaba, un lienzo infinito de tierras fértiles que se extendían más allá de lo que la vista alcanzaba. Yara, con su vientre abultado como el bulto de semillas que promete vida, se paró firme frente la gran extensión de terreno de su ambicioso proyecto, más de trescientas mil hectáreas. La brisa le acariciaba su cabello, susurrándole dudas y advertencias de aquellos que no compartían su visión.—Es una locura, Yara —dijo uno de los ancianos del consejo, su voz cargada con la pesadez de la tradición —, no creo que deberías destinar tanto territorio para plantar.Un miembro más joven de la manada empezó a negar con la cabeza.—Con todo respeto, pero el futuro no está en la tierra, debemos construir grandes edificaciones, hoteles, centros comerciales, el futuro está allí, no sembrando. Los miembros de nuestra manada quieren modernizarse, estudiar, no andar todos harapientos por tener que estar en el sol sembrando y cosechando como campesino, eso no es progr
Sin embargo, Yara no contó con que lo ocurrido en la otra manada tuviera repercusiones en la suya, y al día siguiente empezaron las protestas en la suya.Se despertó y los gritos en el exterior la hicieron levantarse, caminó hacia el balcón y allí vio a la gente alborotada, intentando entrar en la casa de la manada mientras la guardia los retenía.“La alfa Yara quiere hacer retroceder a nuestra manada”.“¡No queremos trabajar la tierra!”“¡Queremos modernidad!”“Una mujer no tiene la inteligencia para dirigirnos”.“Queremos un alfa hombre, ella debe tomar a su mate”.Eran los gritos que se escuchaban mientras ella los observaba con los ojos entrecerrados.En ese momento, apareció su hermano detrás de ella.—No te preocupes, nosotros lograremos apaciguar a la gente, tal vez explicarles los motivos por lo que preferiste destinar esas tierras a la siembra —expresó su hermano.Sin embargo, ella negó con la cabeza y habló con firmeza.—¡No! No voy a dar explicaciones para decirles cómo deb
—¿Inofensiva? —preguntó Yara con burla, sin dejar de observarlo con lástima, por lo que se le avecinaba.Comenzó a caminar hacia él lentamente, los pasos de Yara eran casi silenciosos mientras se acercaba con los ojos fijos en Will, quien la miraba con un aire de superioridad, mientras su cuerpo empezaba a contorsionarse en plena transformación. Los músculos se le abultaban y los huesos crujían, remodelándose bajo su piel a medida que se convertía en lobo, dispuesto a atacarla para someterla.—¡Detente Will! —le gritó, con voz firme sin sentir un ápice de temor dentro de ella, pero ni el hombre ni el lobo quisieron escuchar.—¡Voy a enseñarte que es el macho que domina la hembra! Y te voy a someter para luego llevar las riendas de esta manada —gruñó Will hasta transformarse por completo.Se volvió hacia ella, con un gruñido grave retumbando en su garganta. Sus ojos, que antes eran de un marrón suave, ahora brillaban con un dorado salvaje. Sin perder tiempo, se abalanzó sobre ella, pe
Los guardias de la manada que presenciaban la escena, al darse cuenta de la situación, comenzaron a abrir paso para permitir que Yara fuera conducida rápidamente a la clínica para que recibiera a su hijo. —Vamos a llevarte al médico, necesitas descansar y prepararte para el nacimiento —dijo su hermano con urgencia, indicando a los guardias que se movieran con rapidez. Una parte de la multitud observaba con respeto mientras Yara, seguía caminando. A medida que caminaban, los murmullos comenzaron a extenderse entre los lobos, comentando en tono de sorpresa y admiración la valentía y la fuerza que Yara había demostrado en la confrontación. La multitud llenaba las entradas a la casa de la manada, Yara siguió caminando mientras su mano acariciaba la curva de su vientre, al mismo tiempo que las olas de dolor se arremolinaban en su interior. —Disculpen —susurró, pero su voz fue tragada por el clamor de conversaciones. Los espasmos crecían, cada uno más intenso que el anterior, apretánd
El suelo tembló bajo el peso de la furia y la sangre que Brad vertía en cada embate. Los invasores, con sus fauces desencajadas y garras sedientas, habían penetrado el sagrado umbral del territorio que él había jurado proteger.Más no conocían la verdad oculta tras los ojos inmisericordes del líder del clan, desde esa noche en que se había dado lugar la unión con Rosalinda se había convertido en un hombre y lobo cruel. En cada movimiento, Brad era un torbellino de muerte, una visión sombría de lo que una vez fue un hombre feliz.—¡Atrás! — gruñó, desgarrando la carne de otro atacante que se osó a desafiarlo. Sus músculos tensos eran como cuerdas de acero, vibrando con cada golpe. El hedor a sangre y a vísceras flotó en el aire mientras los cuerpos caían inertes alrededor suyo.Los árboles se quedaron quietos, cuando finalmente silenció el último lamento enemigo. Respiró pesadamente, cada jadeo arrastrando consigo el peso de la rabia y la desolación.—Recojan los cuerpos de los lobos