—¿Inofensiva? —preguntó Yara con burla, sin dejar de observarlo con lástima, por lo que se le avecinaba.Comenzó a caminar hacia él lentamente, los pasos de Yara eran casi silenciosos mientras se acercaba con los ojos fijos en Will, quien la miraba con un aire de superioridad, mientras su cuerpo empezaba a contorsionarse en plena transformación. Los músculos se le abultaban y los huesos crujían, remodelándose bajo su piel a medida que se convertía en lobo, dispuesto a atacarla para someterla.—¡Detente Will! —le gritó, con voz firme sin sentir un ápice de temor dentro de ella, pero ni el hombre ni el lobo quisieron escuchar.—¡Voy a enseñarte que es el macho que domina la hembra! Y te voy a someter para luego llevar las riendas de esta manada —gruñó Will hasta transformarse por completo.Se volvió hacia ella, con un gruñido grave retumbando en su garganta. Sus ojos, que antes eran de un marrón suave, ahora brillaban con un dorado salvaje. Sin perder tiempo, se abalanzó sobre ella, pe
Los guardias de la manada que presenciaban la escena, al darse cuenta de la situación, comenzaron a abrir paso para permitir que Yara fuera conducida rápidamente a la clínica para que recibiera a su hijo. —Vamos a llevarte al médico, necesitas descansar y prepararte para el nacimiento —dijo su hermano con urgencia, indicando a los guardias que se movieran con rapidez. Una parte de la multitud observaba con respeto mientras Yara, seguía caminando. A medida que caminaban, los murmullos comenzaron a extenderse entre los lobos, comentando en tono de sorpresa y admiración la valentía y la fuerza que Yara había demostrado en la confrontación. La multitud llenaba las entradas a la casa de la manada, Yara siguió caminando mientras su mano acariciaba la curva de su vientre, al mismo tiempo que las olas de dolor se arremolinaban en su interior. —Disculpen —susurró, pero su voz fue tragada por el clamor de conversaciones. Los espasmos crecían, cada uno más intenso que el anterior, apretánd
El suelo tembló bajo el peso de la furia y la sangre que Brad vertía en cada embate. Los invasores, con sus fauces desencajadas y garras sedientas, habían penetrado el sagrado umbral del territorio que él había jurado proteger.Más no conocían la verdad oculta tras los ojos inmisericordes del líder del clan, desde esa noche en que se había dado lugar la unión con Rosalinda se había convertido en un hombre y lobo cruel. En cada movimiento, Brad era un torbellino de muerte, una visión sombría de lo que una vez fue un hombre feliz.—¡Atrás! — gruñó, desgarrando la carne de otro atacante que se osó a desafiarlo. Sus músculos tensos eran como cuerdas de acero, vibrando con cada golpe. El hedor a sangre y a vísceras flotó en el aire mientras los cuerpos caían inertes alrededor suyo.Los árboles se quedaron quietos, cuando finalmente silenció el último lamento enemigo. Respiró pesadamente, cada jadeo arrastrando consigo el peso de la rabia y la desolación.—Recojan los cuerpos de los lobos
Lleno de confusión y desesperación, Leo se apresuró tras el rastro de la loba que lo había enloquecido por completo, su olor se le impregnaba en lo más profundo de su ser. Su mente era un torbellino de pensamientos mientras intentaba comprender el inesperado llamado que lo había sacudido hasta lo más profundo. ¿Por qué aquel aullido había resonado de esa manera tan visceral en su ser? ¿Por qué sentía esa extraña conexión con esa loba, una loba desconocida? No tenía sentido. La loba se movió con una destreza que sorprendía a Leo, siempre un paso adelante. Su pelaje claro y brillante se fundía con los destellos del sol, haciéndola más resaltante ante sus ojos. “¡Espera!”, gritó en su mente tratando de alcanzarla. Kira se detuvo por un momento, volteando su cabeza hacia Leo. Sus ojos brillaban con una intensidad sorprendente, su cuerpo estaba tenso, listo para la acción. Y antes de que Leo pudiera siquiera reaccionar, ella gruñó con ferocidad, mostrando sus colmillos afilados, dejando
La expresión de asombro en el rostro de Rosalinda se transformó en una mezcla de incredulidad y furia al escuchar las palabras de Brad.—¡Eso es imposible! ¿Cómo puede estar viva? ¡Ella está muerta! —gritó Rosalinda, visiblemente alterada, con un atisbo de temor en sus ojos.—¡No lo está! Yara está viva, y su loba es la más hermosa criatura que he visto, así que mi luna ha aparecido y es cuestión de tiempo para que ocupe su lugar en la manada —respondió Brad con firmeza, negándose a caer en la manipulación de Rosalinda.La certeza de Brad inquietó a Rosalinda, al punto de que salió corriendo de la casa de la manada como si cientos de demonios la persiguieran. Así llegó a la cabaña de su padre, a quien había dejado viviendo en la manada luego de pedirle piedad a Brad y convencerlo para que no lo echara. Abrió la puerta con violencia, en búsqueda de respuestas en su padre, quien había sido cómplice de la trama que habían urdido para alejar a Yara de Brad.—Explícame padre ¿Cómo es eso
Brad observó desde la ventana cómo Rosalinda salía de su casa, su andar ligero y seguro. Una sonrisa astuta se dibujó en sus labios, una que revelaba más que simple complacencia. Era el presagio de una cacería; había olfateado la traición en la sangre de Rosalinda y de su padre hace mucho tiempo, algo oculto que ahora se desenredaría ante sus ojos como un hilo fatal. Salió al patio y dio la orden. —Vigilen a Rosalinda —ordenó con voz baja a uno de sus hombres más confiables —No pierdan detalle de lo que haga—. Con la mandíbula tensa, los vio partir sigilosos, como sombras entre los árboles. Regresó al salón y se dejó caer en la silla de cuero junto a la ventana, su mirada perdida en el crepúsculo. Recordó aquel día nefasto, cuando Rosalinda se le acercó y olió en ella a Yara, tanto Leo como él sabían que había algo extraño, pero antes de que pudieran analizarlo y reaccionar, sintió cómo le clavaba la aguja con la agilidad de un felino. La sustancia que le inyectó apagó la fur
Kira corrió con todas sus fuerzas sin poder contener los latidos acelerados de su corazón, tratando de evitar que él la alcanzara. Corrió como si su vida dependiera de ello, mirando detrás, para que no la siguiera, aunque estaba segura de que no iba a poder hacerlo porque era cuestión de tiempo para que su lobo muriera. Llegó a la casa, donde había dejado a su bebé a cargo de su nana Marisol, cuando llegó al solar, su padre y su hermano la estaban esperando con una expresión de angustia. —¿Qué pasa? ¿Para dónde fuiste? La voz de su padre era un trueno bajito, cargado de advertencia. A su lado, el hermano de Yara observaba, una mezcla de preocupación y reproche en sus ojos. —¿De dónde vienes? —interrogó este sin dejar de mirarla. La penumbra de la noche se disipaba a medida que Yara, con las extremidades aún temblorosas por la reciente transformación, cruzaba el umbral de su casa. Un siseo de vapor emergió de su piel cuando la luna cedió su influjo y ella recuperó la forma hum
Yara luchaba con la rabia en su interior, pero de pronto su hijo comenzó a llorar, sus sollozos tiernos rasgaban el silencio con una urgencia que sólo una madre podría comprender. Ella lo acunó en sus brazos tratando de consolarlo. —Tranquilo, mi pequeño cachorro —susurró Yara con dulzura, meciendo al niño en un vaivén suave y constante. Sin embargo, el llanto del bebé escaló a un chillido desesperado, y fue entonces cuando la mujer, sintiéndose con ventaja y con sus manos convertidas en garras letales, lanzó un ataque feroz hacia Yara. Pero como guerrera nata, Yara no dudó. Con una mano sostuvo a la agresora, evitando el ataque, dejó a su niño en las piernas seguro y con la otra mano ejecutó su defensa mortal. Con un movimiento fluido, preciso, se aferró a la garganta de la intrusa, la cual quedó abierta, manando vida en un torrente escarlata, mientras el gorjeo de la muerte retumbaba en el bosque. La intrusa cayó al suelo sin vida, su sangre tiñendo el suelo. Yara miró el c