Me siento muy nerviosa, no sé qué es lo que tenemos Fabrizio y yo, siendo sincera, los nervios por saberlo me están matando, en este corto tiempo de conocernos he pasado situaciones un tanto vergonzosas con él, pero no se ha ido, ha estado siempre a mi lado, tampoco me ha criticado o juzgado por mis debilidades o recaídas. Sus padres no se encuentran en casa, han salido a cenar fuera, según me comenta, tienen citas de vez en cuando para que no se apague el romanticismo, y se mantenga viva la llama del amor, eso es hermoso. Son las nueve de la noche y muero de hambre. Entramos a la casa y subimos a la habitación de su hermana, no sin antes tomarme de la mano, esa sensación en mi estómago me alarma, porque me gusta sentir su tacto. Fabrizio me gusta y mucho, no puedo negarlo Toca la puerta y el «delante» de Samanta, nos hace pasar. La habitación está iluminada, la observamos viendo televisión sentada en su cama con un bote enorme de helado, por lo que se nota el sabor es chocolate bl
Me despierto en los brazos de Fabrizio, su “muralla” la almohada que puso, no sería de protección en ese momento en el que me tiene aprisionada contra su cuerpo, después de lo de anoche no me siento cómoda con su compañía, me siento usada. Es muy temprano, y decidida a marcharme, llamo a la agencia de taxi, me cambio con rapidez de ropa y salgo como un descarado ladrón, en el camino me encuentro con una chica de la servidumbre con sus ojos verdes mirándome sorprendida, le doy una sonrisa nerviosa y le pido que me lleve a la salida. Su sorpresa es evidente cuando le digo que soy amiga de Fabrizio, y que, según ella, nunca había llevado amigas a casa de sus padres. No, porque las lleva a la suya. El taxi se estaciona justo a tiempo cuando veo a Fabrizio salir descalzo con el cabello alborotado y agitado gritando mi nombre, lo ignoro por completo. Me subo al taxi, saludo al señor que siempre me envían. Rodolfo, me dijo que es de Nicaragua. Un señor moreno con unos cincuenta años con u
Le doy muchas vueltas a la conversación con los gemelos, estaban tan calmados como siempre, en la familia yo siempre he sido histérica, pero los muy malditos se mantienen tan tranquilos ¿Cómo lo hacen? La semana pasa no tan rápido como habría deseado, después de que regresé del almuerzo, me encontré con la cara arrugada de Fabrizio, y con una pila de trabajo que no sé de dónde demonios había salido, él solo se limitó a darme órdenes y no me volvió a molestar con que debíamos hablar, mejor para mi estado de ánimo y sumándole la noticia de mis primos, tenía suficiente. No logro concentrarme en el trabajo, mi mente divaga en la conversación que tuve con los gemelos en el restaurante. *** —¿Qué mi tío que cosa? —por poco me atraganto con el agua. —Va a jubilarse y mi tío Edgar, tu padre, no puede quedarse solo a cargo de la empresa porque le ha dejado las riendas a nuestro padre. —Tienes que hacerte cargo de la empresa junto a Virginia. —Miren copias baratas, no pienso hacer para na
Duermo plácidamente hasta que mi celular suena notificando una llamada entrante de un número que no tengo registrado, ¿ahora qué se traen que me llaman tanto? Dudo, sin embargo, por la insistencia, contesto de muy mala gana —Si no es una emergencia como algo que se está incendiando te aseguro que voy a untar tu cuerpo en miel y se lo daré a comer a las hormigas. — Su voz ronca resuena detrás de la línea. —Buenos días para ti también, cuñada. —¿Alessandro? —Emm, si ¿cuál otro cuñado tienes? —Lo siento, es que… Oye, ¿Quién te dio mi número? —bostezo. —Sam, no quise pedírselo a mi hermano, lleva días que anda de un humor demasiado pesado. —¡Vaya! Así que también contigo, dime ¿a qué se debe el honor de tu llamada? —Ni siquiera te molestas en ocultar tu sarcasmo. —Que te puedo decir, es un don. —Ahora entiendo muchas cosas. —No entiendo. —Olvídalo, dentro de pocos días será el cumpleaños de Virginia, sé que lo recuerdas y necesito me ayudes a escoger un regalo para ella, ¿tien
Cuando llego a casa, guardo el regalo que le he comprado a mi hermana, ella está con Alessandro en el cine así que aprovecho para empacarlo y guardarlo. Me siento muy agotada, mi día ha sido tan ajetreado, no tengo sueño así que me dispongo a guardar mis cosas de la clase en el dichoso cuarto. Sí, logré abrir la puerta que está sin cerradura, por esa vez que la destrocé con el b**e de beisbol para desaparecer la pintura que había creado. La original era una fotografía que venía como marca de agua en las invitaciones de la boda, hice una réplica de esa fotografía donde Rodrigo estaba de traje negro y yo vestida de novia mientras él me sujetaba por la cintura. Amaba esta imagen no voy a negarlo, era el hombre que amé con toda mi alma y al que odié con la misma intensidad. El reloj marca las cinco de la tarde, después de torturar a Fabrizio, vengo dispuesta a hacer de ese sitio, mi lugar de refugio y hacer lo que me gusta, pintar. Tomo un enorme respiro y enciendo el interruptor, el c
Dos años y medio antes… Me siento impaciente, esa palabra es la que me define en este momento. Estoy en la limusina junto a mis padres esperando el auto donde se supone, llegará mi novio para esperarme en el altar. Tecleo un mensaje a Virginia, quien está dentro de la iglesia. Yo ¿Vino? Vir Lo siento Di, Valentino no está aquí. Yo Quizás venga más tarde. Vir Quizás… —¿Cómo que no ha venido? Debería estar dentro. No, ella no hará ese recorrido sola. —Levanto mi cabeza para ver a mi padre hablando por teléfono, frustrado y molesto al mismo tiempo. Otra notificación llega a mi celular, pienso que es mi hermana anunciando que Valentino, ha llegado. Mis manos tiemblan al ver el contenido de las imágenes que han llegado a mi celular. Dejo caer el aparato el cual no deja de sonar por la llegada de muchas más notificaciones. Mis padres me ven con intriga, mi padre recoge mi celular y se da cuenta del porqué de mi reacción. Le quito el aparato de entre sus manos y marco el número
En la misma línea de tiempo… Me despierto, estiro mis músculos y tengo la sensación de estar liviana, son las 10:00 de la mañana por lo que imagino estaré sola, ya que Virginia estará en el trabajo, veo el celular y la bandeja de W******p está llena de mensajes recibidos, eso no me extraña en nada, quieren saber si aún sigo viva, no me molesto en abrir ninguna conversación. Me siento en la orilla de la cama viendo mis pies descalzos, suspirando con pesadez. Anoche igual que las demás noches, lloré hasta quedarme dormida, hasta que las malditas pastillas hicieron su efecto. Veo el yeso que cubre mi mano derecha firmado por mi hermana, mi mejor amigo, mis padres, los gemelos y el tío Edmu. La última firma es de mi amiga Valeria y su esposo Fernando. Estos seis meses han sido muy difíciles para mí. Siento que llevo una terrible y pesada carga. El celular suena con una llamada entrante. Valentino, se lee en la pantalla, la foto de contacto que aparece es de ambos haciendo caras grac
De vuelta a la actualidad… La tortura de Fabrizio. Después de salir del restaurante, Fabrizio me deja conducir mientras él duerme muy tranquilo sigo las indicaciones del GPS que con antelación él preparó para que pudiese llevarlo a su destino. Vuelvo mi vista de vez en cuando hacia él, reposa con los ojos cerrados, el cinturón alrededor de su cuerpo, su respiración es pausada y se ve tan tranquilo que no quiero despertarlo. Cuando el aparato anuncia nuestra llegada, dudo en hablarle. Me quito el cinturón de seguridad y me acerco a él, lo muevo un poco para desabrochar su cinturón. —Fabrizio —susurro en cerca de su oído para no espantarlo—, Fabri… —en un rápido movimiento, me toma de la cintura levantándome, y en el proceso doy un golpe seco en el techo del vehículo y me quejo al instante— ¡Merde! —levanto mis manos y me sobo la coronilla, me percato de que estoy sobre de él. Trago grueso, tanta cercanía me pone nerviosa, sus manos aprisionan mi cintura, abre los ojos y sonríe. —