El aire abandonó mi cuerpo y esperé a que se riera o dijera algo sobre que esa proposición era una broma. Pero en cambio me observaba expectante, esperando mi respuesta. Sentí unas enormes ganas de salir huyendo pues campanas de alerta resonaban en mi cabeza, pero en cierta forma me sentía un poco comprometida con él.
«Te llevó a tu casa, Emily. Le debes este favor», mi cabeza susurraba y entonces pensé que solo tenía que mostrarle el lugar y saldaría mi deuda con él. Y que hacerlo no significaba nada.
—Pero ya es tarde... —dije. Tratando de posponer un poco más.
— ¿Es un sí? —Asentí despacio—. ¡Bien!, ¿puedes mañana? —Pasé mi mano izquierda en mi antebrazo derecho un poco contrariada y nerviosa por su entusiasmo, cada vez lo entendía menos.
—Si..., por la tarde.
—Pasaré por ti a las cuatro, ¿está bien?
—Está bien.
Me llevó a una heladería que no solía frecuentar, no dije nada, en cambio me deje llevar por la sensación de experimentar algo nuevo. Abrió la puerta de cristal y me permitió entrar primero —detalles que mi cabeza no dejaba pasar desapercibidos—, buscamos una mesa y al lado de un ventanal nos sentamos uno frente al otro. Y me sentía ansiosa, nerviosa, torpe en gran manera. Pues con él me era difícil pensar, actuar y sobre todo decidir con claridad. Cada uno comenzó a leer su menú. Minutos después alcé la cabeza, sintiéndome observada, pero me arrepentí al instante de haberlo hecho; él me observaba de una manera que me dejaba sin aire, que con facilidad me envolvía y me sumergía en un trance especial, del cual sabía que al entrar de lleno ya nunca saldría, no completa. Ladeé la cabeza, mirándolo de la misma forma, solo que sin tanta fuerza e intensidad. Elevó la comisura izquierda de su boca.—¿Lista para ordenar? —preguntó. Deje el menú extendido sobre la mesa y pase mis manos por en
Intenté que mi mente se mantuviera serena ante el hecho de que solo estábamos los dos. ¿Cómo lo hice?, pues le saqué conversación sobre el clima —ya sé, patético—, ¡pero funcionó! Ya que desde esa tonta pregunta pude indagar un poco más de él. Como por ejemplo que iba ya a último año de universidad y que, por si fuera poco, era una especie de joven talento. Dado que iba un año adelantado a su edad.Kyan a sus veintidós años iba ya abriéndose camino en el mundo, lo cual me hizo sentir admiración por él. Y pese a que nos llevábamos tres años, pensábamos similar, o era lo que hasta ese momento había experimentado en nuestras pláticas.—Qué lástima que no te conocí antes —dije, al tiempo que acomodaba mi cabello a un lado de mi cara. Él vio el movimiento atento. —¿Por qué? —deseó genuinamente saber.—Porque te hubiese obligado a hacer mi tarea —bromeé. Kyan soltó una risa, que erizó mi piel, pues era diferente a todas las que antes había escuchado: cargadas de sorna y burla. Está, en cam
—¿Estabas dormida? Lo siento si te desperté… —Me senté sobre mi cama.—Aún no lo estaba, ¿pasa algo? —cuestioné. Llevando mi mano libre al pecho, sintiendo mi corazón latir aún más desquiciado. —No…, bueno si… —Sonreí embobada al escucharlo balbucear—…, lo qué quiero decir es que… ¿a qué hora paso por ti mañana? —Mordí mi labio, sintiendo mi garganta cerrada.—A las… ¿cuatro? —pregunté. Cerrando los ojos un momento, tratando de imaginar las expresiones de Kyan.—Perfecto, pasaré a esa hora por ti, te llamó para saber dónde estás… —No sé si era mi imaginación, pero lo sentía sonreír ¿Estaba loca?, seguramente si—…, buenas noches, Emily. —Buenas noches, Kyan. —Colgamos.La llamada de Kyan fue, a mi parecer, una excusa para poder confirmar nuestra ¿salida? para mañana. Porque no era una cita, ¿o sí?Cerré los ojos y presté atención a mi pecho, donde se podía percibir lo acelerado que mi corazón latía. « ¡Dios!, ¿qué que me sucedía?» Recosté mi cuerpo sobre la mullida cama y sonreí haci
A la mañana siguiente entrabamos ya a Marzo. Me fui a mi trabajo, en el cual cada dos por tres miraba el reloj, rogando que pasara y a la vez no el tiempo, toda una controversia, ¿no? Suspiré pesadamente, mientras me reprendía mentalmente al encontrarme pensando e imaginando cuando Kyan apareciera a la hora acordada. « ¿Entrará al local o me hará una llamada?, ¿cómo vendrá vestido?, ¿escogí el atuendo ideal?» Preguntas que lo único que lograban era poner mi sistema nervioso a punto de colapsar. Sacudí mi cabeza y me exigí a mí misma, a mi mente en específico el dejar de maquinar tantas ideas. Y con gran dificultad logré salir ilesa, ¿qué sería de mi cuando lo tuviera enfrente? Mis rodillas temblaron, ¡Madre santa!, debía calmarme o desvanecería seguramente en cualquier momento.Cuando la hora de mi salida llegó, pues la chica que me relevaba había entrado, me fui al baño a ducharme y cambiar mi ropa.. Al terminar de vestirme con un jean sencillo, una blusa roja y zapatos a juego, segu
—Muchas gracias por mostrarme la ciudad… —dijo, serio. No me miraba a los ojos, y aunque eso facilitaba todo dentro de mí. Se sentía extraño, ¿por qué no me miraba? No le busqué más patas al gato, quizá estaba cansado. —No fue nada, cuando quieras… —dije, en una forma de sonar amable. Es una frase común, ¿no? Pero entonces dijo algo que cimbró fibras ocultas: desilusión y enojo.—Creo que ahora ya no habrá necesidad de seguir viéndonos… —dijo. Ahora si me miraba y su expresión era seria, fría y sin ninguna emoción. Me causo escalofríos. No entendía su comportamiento; en un momento parecía la mejor persona, cálido y que se preocupaba por mí o eso creía pero como rayo que ves pasar y sin percatarte desaparece se volvía un témpano de hielo. Construyendo una barrera, no dejando pasar a nadie y guardando sus emociones en lo más profundo de su ser.—No comprendo… —confesé. Entorné los ojos, demasiado confusa. Lo escuché suspirar y su expresión luego denotaba enojo, fastidio. ¿Qué ocurría?
****Escenas en continuación de Extra Duele recordarSalimos del recinto donde se estaba dando aquella escandalosa fiesta y nos dirigimos al auto de Luck, nos subimos y esperamos a que Rick apareciera en su vehículo para que nos guiara hacia donde se suponía que ellos estaban.—Todo estará bien... —Miré a Luck—... Pase lo que pase estarás bien. —Observé una media sonrisa por medio del retrovisor.Rick apareció y emprendimos camino. —¿Por qué tenía que ser con esa zorra? —cuestionó Lau, me encogí de hombros.—La misma historia... se repite —susurré. Mis amigos me observaron con semblante decaído, pero infundiéndome apoyo.Pronto llegamos a un suburbio. Rick salió del auto y habló con una persona, quien le indicó a dónde debíamos ir. Se subió de nuevo a su auto, anduvimos un par de calles más y luego nos parqueamos. Mi corazón latía de forma estrepitosa; nos bajamos del auto y comenzamos a seguir a Rick.Lau me tomó del brazo y lo apretó, la volví a ver.—No estás sola —susurró en mi oí
Elevé las comisuras de mi boca en una sonrisa amable. Seguramente salió una mueca de disgusto. Di un paso más, acercándome. —¿En qué puedo ayudarte? —pregunté. Sonrió de nuevo, lo cual me descolocó. ¿Qué le alegraba tanto?, ¿verme? Lo dudaba. —Como ves, quiero un libro… —bromeó. Yo solo asentí con la cabeza y torcí la boca. ¡Era obvio!—…, eh, estaba pensando en uno llamado ¿Correr o muere, morir? No lo sé…—Correr o Morir, ¿te gusta la ciencia ficción y misterio? —pregunté. No sabía mucho de ese tipo de lectura, pero esa saga ya la había curioseado un poco. —Sí, un amigo me lo recomendó y quiero probar —dijo. Comencé a relatarle un poco sobre los comentarios que había escuchado de ese primer libro. Leyó nuevamente la sinopsis y quedó enganchado—. Entonces los quiero todos… —dijo, sin ocultar la emoción en su tono de voz. —Claro… —respondí y comencé a buscar los otros libros. Y mientras lo hacía sentía su mirada en mí. Alcé la cabeza para encontrarlo, en efecto, observándome—… ¿pas
Lo observé un par de segundos, tratando de descifrar si era una especie de espejismo y que no estaba en verdad intentando darme un aventón. ¿Qué no se suponía que me odiaba? ¡Oh vaya!, quizá su madre lo había obligado a ir a traerme. Y contemplar esa posibilidad hizo que el enojo hirviera en mi sangre. Bufé y rodeé la camioneta solo para ver como el autobús cerraba sus puertas y se iba. ¡Maldición! Resoplé, me sentía frustrada, furiosa y sin una pisca de paciencia. Kyan, sonó la bocina de su vehículo intentando llamar mi atención, volví a verlo con una mirada fulminante. —Gracias, ahora tendré que esperar sabe Dios cuánto tiempo para irme a casa —espeté, sin la intención de ocultar el enojo de mi voz. —Lo siento… —murmuró con ojos inocentes. Pestañeé demasiado anonadada, incrédula. ¿Qué clase de juego era ese? Mis manos sudaban y mi vientre cosqui