NathanSilva le revisa los brazos y pide con voz de mando naloxona. El otro paramédico prepara la inyección y trae la jeringa. Silva encuentra una vena en su muñeca y le pone una dosis.—No sabemos cuánto consumió, si no reacciona en dos minutos, le pondremos otra dosis. —Me dice con serenidad. Esta no debe ser la primera vez que atiende a alguien con sobredosis, sabe lo que hace. Espero que lo haga—. Segunda dosis de naloxona —informa antes de inyectarla. Lleva sus dedos a la muñeca de Evelyn tomándole el pulso. Un minuto después, ella abre los ojos y aspira una gran bocanada de aire, para luego toser de forma compulsiva.—Todo estará bien, amore. Todo estará bien, estoy aquí —susurro abrazándola a mí, con un mar de lágrimas cayéndole en su pelo. He revivido en el momento en el que ella reaccionó, sentía que estaba muerto, siendo consumido por las llamas del infierno.—Na… Nathan —suscita con la voz ronca—. Nathan, qué… qué haces… —pronuncia con debilidad.—Debemos llevarla al hospit
NathanEmpujo la puerta y entro a la habitación temblando de miedo. Temo que Evelyn me rechace de nuevo, que me diga otra vez que me odia. He estado quemándome desde que me dejó, no soporto más estar sin ella. Si no logro convencerla esta vez de que me dé una oportunidad de arreglar las cosas, estaré condenado.—Evelyn, amore mio —recito con alivio inmensurable cuando la veo, está a salvo, ha recuperado el color de su piel y el rosado de sus labios.Ella aparta la vista de la pantalla de televisión que cuelga en la pared y me mira como si hubiera visto a un demonio.—¡Vete, no te quiero aquí! —grita agitada, con los ojos brillosos y expresión dolida.Aunque no esperaba un recibimiento efusivo, tenía la esperanza de que estuviera menos enojada conmigo.—Evelyn, por favor, no me pidas que me vaya. Sé que te fallé, pero te amo y no puedo vivir sin ti. No me alejes de tu lado, dame la oportunidad de reparar lo que hice —suplico acercándome a ella, no de un todo, porque no quiero alterarla
Nathan America me llamó en cuanto llegó a Ibiza, me hizo más de seis preguntas en menos de veinte segundos, y la puse al tanto de la situación sin entrar en muchos detalles. Deben estar por llegar al hospital, y sé que no estarán contentos de verme, mas no pienso permitir que me intimiden, me quedaré todo el tiempo que quiera. Piero se fue antes de que America llamara, tenía que regresar a Milán y, antes, debía ir al hotel por su equipaje. Le agradecí una vez más por todo lo que hizo y él fue modesto en decir que no fue nada, algo que jamás hubiera esperado de él. Antes de que se fuera, le pedí que mantuviera todo esto entre nosotros, que yo le contaría después a Dante. Él prometió que lo haría. Veo a Sebastian acercándose por el pasillo, hecho una furia, y me preparo para la confrontación. —Ella pudo morir, imbécil, y todo por tu culpa —espeta empujándome contra la pared. Con una mano, me presiona el pecho, la otra la usa para apuntar su dedo a mi cara de manera amenazante—. Aléja
EvelynCreí en Nathan, le abrí mi corazón y él lo resquebrajó, dejándolo desecho. Todo lo que vivimos juntos ha perdido significado. No puedo saber qué fue real y qué no. Él es una mentira, un espejismo, un desconocido. Una vez más, lo tuve todo y lo perdí. Puse mi fe en una relación que se construyó sobre falsos cimientos. Me dejé llevar por la pasión, por el deseo de llenar ese espacio hueco en mi alma. ¿Por qué fui tan tonta al pensar que sería feliz con Nathan el resto de mi vida?He recapitulado nuestra historia paso a paso y me he dado cuenta de todas las señales que estúpidamente ignoré. Por eso Nathan decía que no me merecía, por eso tenía esos ataques repentinos de inseguridad y ansiedad. Pero no había forma de que supiera que escondía algo tan grande. Pensaba que sus celos estaban justificados, que no era fácil para él saber que una parte de mi corazón pertenecía a otro hombre. Me sentía fatal por no ser capaz de darle todo, por no entregarle mi vida entera, como una vez se
EvelynHace más de tres semanas que salí de Berlín burlando a Ben, no quería que nadie supiera dónde encontrarme, necesitaba un tiempo a solas, sin llamadas ni mensajes, sin tener que escuchar que regresara o que todo iba a estar bien. Cada siete días, envío una carta sin remitente a casa de Sebastian diciéndole cómo estoy y lo mucho que los extraño a todos, sería cruel de mi parte no hacerle saber nada de mí.¿Voy a volver? No lo sé, no soy la misma Evelyn que se fue, me he convertido en una persona que apenas reconozco. Me siento enojada todo el tiempo, nada me satisface, soy como un cuerpo sin alma, como un cascarón vacío. El único momento en el que el dolor se va, y los pensamientos que me agobian se sumergen en el fondo de mi mente, es cuando contamino mi cuerpo con ese peligroso y dañino veneno, al que cada vez soy más adicta. Mis hermanos se decepcionarían de mí si lo supieran. Es mejor estar lejos, no quiero que vean en lo que me convertí, no deseo que sientan lástima por la p
EvelynEvelynNo tengo idea de lo que pasó entre ese hombre y yo en aquella habitación, solo recuerdo escuchar la voz de Nathan diciéndome que todo estaría bien, que estaba conmigo. Llegué a pensar que había alucinado, todo era muy confuso, me sentía aletargada y débil. Pero fue real, Nathan sí estuvo ahí. No sé cómo supo dónde encontrarme, solo sé que si no hubiera aparecido, estaría muerta.La doctora que me atendió me dijo que tuve una sobredosis por heroína, que los paramédicos llegaron justo a tiempo para evitar un desenlace fatal. Yo estaba en shock, no podía creer lo que me había pasado. Fui descuidada, puse mi vida en peligro. Solo podía pensar en el dolor que hubieran sentido mis hermanos y todos los que me aman de haber fallecido.Ella me preguntó si recordaba haberme inyectado la heroína, le dije que no; también quiso saber si consumía alguna otra droga, de nuevo respondí de forma negativa, no quería que algo como eso apareciera en mi historial médico. Además, no había cons
Evelyn—Ya se han ido, el vehículo no tenía placa, no hay manera de saber a dónde se lo han llevado —responde Sebastian en tono estoico, sin ninguna intención de seguirlos.—Sé que estás disgustado con Nathan, yo también, pero tenemos que hacer algo para ayudarlo. Estoy viva porque él me encontró.—No habrías estado en peligro de no ser por él —replica exasperado.—No puedo quedarme sin hacer nada, tengo que ayudarlo, tengo que… —El llanto impide que termine mi oración, no quiero que Nathan muera, no podría soportarlo. No importa que estemos separados o lo mucho que me ha dolido lo que hizo, no quiero que le suceda nada malo.—Tranquila, Eve, yo te ayudaré —asegura Simon, apoyando sus manos en mis hombros con un gesto cariñoso.—Gracias, gracias. ¿Qué podemos hacer?, ¿llamamos a la policía?—No, tenemos que actuar por nuestra cuenta. Nathan le dijo a Mare que un tal Sergei lo puso en contacto con las personas que te encontraron. ¿Sabes quién es?—No, pero Luka puede saber algo. Tengo
Nathan Filipo Rizzo llega acompañado de cuatro escoltas, altos y corpulentos, que exudan peligro por los poros. Se quedan detrás de él mientras su jefe se acerca a mí, observándome con escrutinio y desprecio; sus ojos son oscuros y siniestros, y su mirada fulminante. Imaginé a un hombre mayor, regordete y de baja estatura. Filipo es todo lo contrario, debe rondar los cincuenta y tantos años, su complexión es delgada y su estatura supera el promedio. Usa un traje gris oscuro de diseñador, hecho a la medida; no lleva corbata y dos de los botones de su camisa blanca están desabrochados, dándole un aspecto informal. —Nathan Müller —sisea con acritud, deteniéndose a un metro de mí—. No estaba seguro de lo que iba a hacer contigo hasta que vi una fotografía tuya de cuando eras más joven. ¡Qué pequeño es el maldito mundo! —expresa con el rostro contorsionado de furia—. Pensé que era una jodida coincidencia, pero luego comprobé que mis sospechas eran ciertas, que di en el puto clavo. —¿De