Lo tomo del rostro y lo atraigo a mí por un beso. Le rozo los labios y le succiono el inferior propiciando un beso apasionado. Nuestras lenguas se encuentran y danzan entre ellas, codiciosas, queriendo más cada vez. Cruzo mis piernas alrededor de sus caderas y me muevo debajo de él, haciéndole saber lo que quiero. Me pide un momento para tomar otro preservativo y le digo que lo olvide, que estoy en control prenatal y que confío en que está limpio. Asiente con la mirada encendida. Entrelaza nuestros dedos y sube mis manos por encima de mi cabeza. Y dejando caer parte de su peso encima de mí, me penetra de súbito, carne con carne, sin la molestia del látex limitándonos. Nunca me gustó usar preservativo. Los dos nos movemos rítmicamente, él empuja y yo respondo, sincronizados. —Pertenezco a ti, todo mi ser es tuyo desde hoy y por siempre, Evelyn —pronuncia con la respiración agitada. Sus embates son cada vez más rápidos, mueve las caderas como si bailara dentro de mí, un baile erótico y
Cuando despierto en la mañana, me encuentro sola en la cama, la habitación está oscura, pero ya debe ser de día, siento que dormí muchísimo. Me levanto y lo primero que hago es ir al baño. Sonrío al ver la notita que me dejó en el espejo: «¡Te espero en la cocina, bellisima!». Orino y me aseo los dientes con un cepillo nuevo que me dejó junto al lavabo antes de reunirme con él en la cocina. —Buenos días, mia bella. —Me saluda volteándose a mirarme cuando me siente llegar. Usa pantalones sueltos oscuros y una camiseta blanca sin mangas. El cabello se le ve desordenado de una manera sexy. Todo él es sexy. El recuerdo de lo que hicimos anoche está tan fresco en mi mente que entro en calor, pero trato de disimular, Nathan va a pensar que soy adicta al sexo… ¡Aunque podría serlo! —Buenos días —respondo sonriéndole. Y me siento en un taburete detrás de la isla, no quiero distraerlo acercándome a él—. ¿Qué hora es? —Mediodía, no quise despertarte antes. —¡Dios, dormí muchísimo! ¿Y no ten
Al salir de la tienda, vamos por algo de comer y después Elliot me deja en Inspiration, debo reunirme con uno de los candidatos a encargado, el segundo que entrevistaré. El primero tenía conocimiento mas no experiencia. Guardo las bolsas en la oficina y espero en una de las mesas mientras llega. Quedamos a las tres, son las dos cuarenta y cinco. Le escribo un mensaje a Nathan diciéndole que ya estoy en el bar, pero sé que quizá no me responda hasta la noche, pasa casi todo el día ocupado. Gunther llega cinco minutos antes de la cita, viste casual, es bajo, de piel tostada, ojos oscuros y lleva el cabello rapado, estilo militar. Se presenta diciendo su nombre y me extiende la mano. Se la estrecho y lo invito a sentarse. Y de inmediato comenzamos a hablar del tema que nos concierne. Leí su curriculum y llamó mi atención que fue encargado de un bar importante en Frankfurt, el motivo de su renuncia fue personal. Le formulo algunas preguntas que él responde a mi satisfacción. Y luego lo po
No le respondo. Entro al edificio y me apresuro a los ascensores. Ella me sigue. —Vete. —Le digo sin mirarla. —No, no voy a quedarme en la calle mientras espero a Simon. —Espéralo aquí, a mi apartamento no vas a entrar. Decido tomar las escaleras porque no pienso arriesgarme a que se suba conmigo en el ascensor. Cuando llego a mi piso, entro a mi apartamento y me encierro deseando retroceder el tiempo para no pasar por un momento tan amargo. Sin poder evitarlo, las lágrimas se hacen presentes y me dejo ir hasta el suelo contra la puerta. Mi madre no me ama, no sabe cómo amar a alguien. El que creí mi padre no pudo amarme porque no era suya. Y mis hermanos, los únicos que me aman, no están tan unidos a mí como creía. De todo, eso es lo que más me duele. Sé que ellos no harán ninguna diferencia, pero no puedo evitar sentirme triste. Tras un rato llorando, Simon me llama y me pregunta qué ha pasado. Y un gemido se escapa de mis labios. No sé si pueda hablar con él ahora mismo, no sé
No le respondo. Entro al edificio y me apresuro a los ascensores. Ella me sigue. —Vete. —Le digo sin mirarla. —No, no voy a quedarme en la calle mientras espero a Simon. —Espéralo aquí, a mi apartamento no vas a entrar. Decido tomar las escaleras porque no pienso arriesgarme a que se suba conmigo en el ascensor. Cuando llego a mi piso, entro a mi apartamento y me encierro deseando retroceder el tiempo para no pasar por un momento tan amargo. Sin poder evitarlo, las lágrimas se hacen presentes y me dejo ir hasta el suelo contra la puerta. Mi madre no me ama, no sabe cómo amar a alguien. El que creí mi padre no pudo amarme porque no era suya. Y mis hermanos, los únicos que me aman, no están tan unidos a mí como creía. De todo, eso es lo que más me duele. Sé que ellos no harán ninguna diferencia, pero no puedo evitar sentirme triste. Tras un rato llorando, Simon me llama y me pregunta qué ha pasado. Y un gemido se escapa de mis labios. No sé si pueda hablar con él ahora mismo, no sé
Me quedo en el sillón y trato de mantener mi mente en blanco mientras Mare vuelve, sin embargo, es difícil no recordar las palabras de Elise, lo que lleva a preguntarme quién es mi padre. Si es un Decker, solo hay dos opciones: August y German, los hermanos de Maximilian. August es el mayor de todos, su aspecto es muy similar al de Maximilian, aunque él es más bajo y usa barba; tiene un hijo de la edad de Sebastian y vive en Dresde con su esposa Renata. Ella es muy dulce, recuerdo que una Navidad me regaló unas golosinas a escondidas porque mis padres no me permitían comerlas. Fue mi cómplice en esa ocasión, siempre que la veía, le sonreía recordando nuestra travesura. German es el menor, tiene el cabello cenizo, ojos almendrados y facciones asimétricas. Es alto, atlético y carismático, siempre sonríe y bromea. No lo imagino teniendo una aventura con Elise, debía ser muy joven en esa época. Se casó recientemente con una bella pelirroja varios años menor que él. Antes de establecerse, e
Unos minutos más tarde, escucho que tocan la puerta y pienso que son Mare y Simon que han olvidado algo. Pero cuando abro, me llevo una gran sorpresa al ver a Nathan en el pasillo. Me lanzo a sus brazos y lo beso emocionada, estoy tan feliz de que esté aquí. —Me mentiste, dijiste que llegarías mañana. —Quise sorprenderte —responde sonriendo. —Gracias a Dios por eso. No sabes lo que ha sido este día. Deseaba verte. —Y yo a ti. —Me besa en los labios acunándome el rostro—. Sabes a tequila. ¿Estabas bebiendo? —Mare hizo margaritas. Larga historia —suspiro. —¿Has dicho que fue un mal día? —Frunce el ceño. —Sí, pero no tengo ganas de hablar. —Le rodeo el cuello—. Te extrañé. —Yo más. —Me toma por la cintura y me besa con pasión, cerrando la puerta detrás de nosotros. La ropa comienza a volar por todas partes y pronto estamos desnudos, en el sofá, él sobre mí. Todo sucede rápido. Nos pudieron las ganas, el deseo reprimido por la distancia. Pasamos al baño y hacemos buen uso de la du
Nathan se viste con su ropa y se va la cocina a preparar un desayuno rápido, necesita pasar por su apartamento a cambiarse por un traje para ir a la oficina. Yo elijo blue jeans, una blusa estilo hindú y botines bajos. Simon me llama y me quedo hablando con él en la habitación. —America se ha ido —murmura con la voz rota. ¡Al final lo hizo! Pensé que cambiaría de idea cuando hablara con él. —Lo siento mucho, Simon. Espero que regrese pronto y logre recuperarse —pronuncio conmovida, me duele escuchar a mi hermano tan triste. —¿Por qué no puede hacerlo conmigo? ¿Por qué necesita alejarse de mí? —Lamenta frustrado. Y no sé qué decirle, igual no hará ninguna diferencia que lo haga—. ¿Qué m****a se supone que haré sin ella? ¡America es todo mi puto mundo! —No se ha ido para siempre, ella volverá y estarán juntos otra vez —emito en tono conciliador, no debe hundirse en la desesperanza, necesita ser fuerte por los dos. —¿Y si no lo hace? —Su voz es un susurro quebrantado. Me parte el c