Después de dejar a Brandon instalado en la habitación, Mare y yo nos reunimos con Helen frente a un edificio de apartamentos para ver un piso que llamó mucho mi atención cuando vi las fotos. Mis peticiones no eran muchas, solo quería que se situara cerca de mi galería, que fuera espacioso y contara con mucha entrada de luz natural. Este cumplía con todo eso. Helen parecía muy entusiasmada, estaba segura de que lo elegiría, y tuvo razón. ¡Lo amé! Apenas puse un pie en el lugar, supe que era el indicado. Me encanta que sea de concepto abierto y toda la iluminación que entra desde los amplios ventanales de la sala y el comedor. Con dos cuartos, un baño y medio y unas vistas preciosas, es más de lo que le había pedido. Excede un poco mi presupuesto, pero vale cada centavo. Le digo a Helen que lo quiero y quedamos en firmar los papeles mañana. Al salir del edificio, vamos a comer en un restaurante marroquí cumpliendo los antojos de Mare. Simon se une a nosotros, trayendo a Brandon con él,
Preparo mi mejor cara de póker, porque no pienso enviarle ninguna señal; abro la puerta y lo enfrento, sintiendo mi corazón acelerado y una fuerte opresión en el pecho. La presencia de Nathan es imponente, me deja absorta y fascinada. Es su mirada, es su fragancia, es esa inexplicable conexión que hay entre los dos, como un hilo invisible que nos une. Pero me niego a dejarle saber que tiene ese poder sobre mí y reacciono en consecuencia. —¿Cómo me encontraste? —pregunto arisca. —Tocando muchas puertas —responde, mirando al interior de mi apartamento durante un breve momento. Y aunque me cuesta creer que ha tocado cada puerta del edificio hasta este piso, no se lo cuestiono—. ¿Vives aquí ahora? —Parece interesado, aunque no tengo ninguna intención de saciar su curiosidad. —¿Qué quieres?, ¿por qué estás aquí? —interrogo con la misma actitud, no puedo bajar la guardia. Él traga saliva y me observa enmudecido, buscando las palabras correctas, o sin saber qué decir, no estoy segura. Su
Lo invito a pasar a la sala y le ofrezco algo de beber. Elige whisky. Tengo una botella guardada para mis hermanos, es lo que ellos beben y quise tener para cuando vinieran, pero no pensé que sería a Nathan a quien le serviría el primer trago ni que estaría en mi apartamento hoy. Mucho menos, que me besaría de una manera tan apasionada, despertando cientos de sensaciones que aún hormiguean en mi piel. Quisiera seguir entre sus brazos, que sus labios no cesen de besarme, sentir el calor de su toque, pero entiendo que debemos hablar. Lo miro desde la cocina, mordiéndome la esquina del labio. Es tan atractivo que duele. Los jeans que usa se le ciñen a su redondeado trasero y caen sueltos a lo largo de sus piernas. Lleva una camisa azul índigo y zapatos oscuros casuales. —Me gusta, es vibrante —dice mirando una pintura abstracta en relieve que hice hace muchos años. Es una de las tantas que he conservado para mí. La colgué en la pared de la sala, sobre la chimenea. —La pinté cuando est
Su rostro se ilumina con una sonrisa tan deslumbrante que me deja cautiva. Él es muy atractivo, además de romántico y apasionado. —¿Puedo besarte? —Para besarme no necesitas permiso —murmuro con un hilo en mi voz. Y, en ese mismo instante, sus labios capturan los míos y me besa con dulzura y veneración. Después me abraza y suspira, tocándome el pelo con suaves caricias. —Me gusta tenerte entre mis brazos, sentirte tan cerca, olerte —inspira sobre mi cuello provocándome escalofríos—, tocarte… —Me acaricia la espalda con lentitud y me mira recitando una frase en italiano—: Mia bella, la più bella ragazza che abbia mai visto[1]. —Sei il più bel ragazzo[2]. —Le toco la cara, cubierta por una barba incipiente y me acerco por un beso. Le rozo los labios y succiono el inferior sintiendo el calor de su aliento mezclándose con el mío. Tan tentador, tan excitante… No me resisto y lo beso con ansias, deleitándome con sus suaves labios. Nuestras lenguas se encuentran y se rozan, ávidas, insa
Hace un rato, mientras me duchaba, no podía dejar de traerlo a mi memoria y me dejé llevar por mi imaginación. Simulé que mis manos eran las suyas, que era él quien me acariciaba… Una recorrió mis pechos, pellizcó mis pezones, que se endurecieron bajo su toque, con la otra me froté el clítoris, moviendo mi dedo pulgar en pequeños círculos hasta a que el cuarto de baño se llenó de gemidos y de súplicas que llevaban su nombre grabado. Y no ha sido la primera vez, en más de una oportunidad, después de que me despido de él y cierro la puerta, voy a mi habitación y libero todo el deseo no consumado que acumulo cuando nos besamos. Pero ya no está siendo suficiente, estoy llegando a ese momento en el que me dejaré llevar y no habrá vuelta atrás. «Sí, creo que tienes razón». «¡OMG! ¡Mis oraciones han sido escuchadas! Dime que te has preparado, que no tienes una bestia peluda entre las piernas». ¡Se pasó! Mare es incorregible. «¡Estás loca! Hablamos después, te quiero. Besos a Simon».
Mi corazón late deprisa cuando escucho a Nathan cantándome al oído la canción que interpreta el músico. Y mientras lo hace, me guía en un baile suave que sigue el ritmo de la música. No tenía idea de que su voz podía ser más sexy, pero me ha demostrado que es posible. Escucharlo cantar no solo es sensual, también excitante. Mis bragas mojadas pueden probarlo. Solo tú puedes hacer todo este cambio en mí. Es verdad, eres mi destino. Cuando tomas mi mano, entiendo la magia que hacesTú eres mi sueño hecho realidad. La única y solo tú[1]. Cuando termina de pronunciar la última palabra, me besa en los labios con un roce tierno que me derrite el corazón. Es tan dulce, romántico y apasionado que está consiguiendo ganarse mi afecto a pasos agigantados. —Vamos, hay algo más que quiero mostrarte. —Entrelaza nuestros dedos y me lleva a una sala vip, a la que llegamos subiendo un juego de escaleras detrás del bar. Me encanta el estilo art déco de su diseño. Cuenta con dos espacios definid
Le rodeo el cuello y me fundo sobre él correspondiendo a su arrebato. Nuestras lenguas se encuentran y se rozan rítmicamente. Siento calor en mi sexo, una ardiente necesidad de obtener la misma atención que le da a mi boca. Tomo un puñado de su cabello en mi mano y profundizo el beso, dándole rienda suelta a la pasión. Hago descender mi otra mano en un viaje lento que inicia en su cuello y culmina en la pretina de sus jeans, y me atrevo a levantarle la camiseta para tocarle el costado del torso. Su piel es suave, cálida y tersa. Estaría encantada de verlo sin ropa, de tocarlo y besarlo también. Deslizo con suavidad mi mano hacia arriba y encuentro uno de sus pectorales, firme y demarcado. Sé que se ejercita a diario. Debe ser excitante verlo mientras fortalece sus músculos. —Evelyn. —Lo escucho murmurar con voz gutural. Lo sigo tocando a placer y él me besa febrilmente, incitado por mis caricias. Estoy tentada a desvestirlo, deseo tener la libertad de recorrer cada ondulación de su
Lo tomo del rostro y lo atraigo a mí por un beso. Le rozo los labios y le succiono el inferior propiciando un beso apasionado. Nuestras lenguas se encuentran y danzan entre ellas, codiciosas, queriendo más cada vez. Cruzo mis piernas alrededor de sus caderas y me muevo debajo de él, haciéndole saber lo que quiero. Me pide un momento para tomar otro preservativo y le digo que lo olvide, que estoy en control prenatal y que confío en que está limpio. Asiente con la mirada encendida. Entrelaza nuestros dedos y sube mis manos por encima de mi cabeza. Y dejando caer parte de su peso encima de mí, me penetra de súbito, carne con carne, sin la molestia del látex limitándonos. Nunca me gustó usar preservativo. Los dos nos movemos rítmicamente, él empuja y yo respondo, sincronizados. —Pertenezco a ti, todo mi ser es tuyo desde hoy y por siempre, Evelyn —pronuncia con la respiración agitada. Sus embates son cada vez más rápidos, mueve las caderas como si bailara dentro de mí, un baile erótico y