Mi boca se abre e intento hablar pero no sé qué decir. Probablemente tenga que llamar a Massimiliano así que doy media vuelta para salir cuando su voz me sorprende.
—Es extraño verte aquí —me quedo completamente quieta, me está hablando a mí—. Es la primera vez que lo escucho hablar así, y es contigo, algo bueno estás haciendo.
Sus palabras me dejan atónita. ¿Qué se supone que debo de contestar?, me giro en su dirección.
—Él… te quiere muchísimo—digo tragando saliva—. No cabe duda, sé que las situaciones han sido difíciles, que tal vez sientas que no encajas ni con tu madre ni con él pero… él te necesita.
—Es difícil comprender eso, sobretodo por qué pensé que mamá era la buena aquí, aunque hace unos meses, con el proceso de divorcio comprendí que l
Él. Me cuesta creer aún la reacción que ha tenido Michael. ¿Qué sucede ahora? —Quisiera ir a un partido de baseball —dice Michael —Claro, solo hay que esperar a que el Doctor te dé de alta. Podemos comprar los boletos desde hoy mismo —tomo la mano de Jenna, no tenía ni idea de que le gustará el baseball. —Me encantaría —su móvil suena de nuevo y eso me disgusta, es casi medianoche y sigue recibiendo mensajes. —¿Quién es? —pregunto y ella niega apagando la pantalla —Pamela —le hago saber mi disgusto solo con una mirada—. No te pongas así. —Deberías dormir —le digo a Michael
Entro a mi departamento aún abatida por todo lo que ha sucedido. Me alegra que Michael se encuentre bien pero me agobia las reacciones de Massimiliano. Voy directo al baño y es cuando me doy cuenta que mi periodo ha llegado. Lo sabía. Estos bochornos se debían a algo. Comienzo a desnudarme para adentrarme a la ducha y dejo que el agua corra por mi cuerpo cubriéndolo y dejándome limpia. Me relajo hasta que mi móvil suena. Maldigo entre dientes. ¿Quién llama a la 1 de la mañana?, espero que Pamela no siga preguntando los pormenores del accidente. Termino de liberar mi cuerpo del jabón y me envuelvo en una toalla. Camino hacia la mesita de noche donde está el móvil y miro que la llamada es de un número desconocido. La ignoro y voy por mi pi
Él. Termino de despedir a casi todos los accionistas cuando mi móvil suena. —Papá —es Michel, he olvidado la última vez que me ha llamado al móvil. —Michel, ¿qué pasa?, ¿estás bien? —Sí, es solo que… la nonna está aquí —cierro los ojos de golpe, mierda—. Y está muy enojada. Su tono es mera diversión, yo no estaría tan tranquilo. —Bueno… ponla al teléfono por favor —en segundo la voz de mi madre resuena. —¿Qué no pensabas decírmelo? —trato de hablar pero no me deja, es tan testaruda—. Mi pobre nieto en el hospital, y está solo… Aún no puedo creer que haya accedido a ir a la cena familiar de Massimiliano. “Familia”, ¿Qué no lo comprende?, ¿qué me acueste con él ya me convierte en familia? El sentimiento que tengo por él sin duda va creciendo pero… al ir a esa cena me estaría convirtiendo oficialmente en la madrastra de Michael. Dejo caer mi cuerpo en el colchón después de haberme liberado de toda la ropa de oficina y cierro los ojos. Necesito dormir. ◂▸◂▸◂▸ Siento como sus labios chocan en mi mejilla, mi frente, mis párpados. Siento su aroma, su barba delata que no se ha afeitado esta mañana. Siento también el aroma que deja el puro en él. Siento sus manos en mis glúteos y sé también que no quiero dejar de sentirlo. —MassimiliaCapítulo 28
Massimiliano sigue recostado en mi cama. Le he dado la espalda por una hora y no ha dicho nada en absoluto. De vez en cuando mis ojos se cierran y vuelven a abrirse y todo sigue igual. Me siento en la orilla de la cama con trabajo y me quedo así, mirando la ventana que hay junto a mí. Ya ha anochecido. —Jenna —escucho su voz pero no me vuelvo—. No te quería presionar, solo quería saber que pensabas pero… creo que no fue una buena idea. —Ya… —me limito a decir. —No tienes por qué ir a vivir conmigo, solo creí que… era diferente —frunzo el ceño y me giro hacía él. ¿Pero qué me está diciendo? —¿A qué te refieres con eso? —digo de mala gana —Creí que tú q
Nuestros cuerpos se separan de a poco y escucho como timbra un móvil. —Lo siento, es el mío —dice entre jadeos y camina hasta la mesita de noche—. Es Michael. Responde a la llamada y veo que son las 7:50 pm, en 10 minutos tendríamos que llegar a la cena. No digo nada y voy directo al baño a tomar una ducha. Tengo que ir a esa reunión, tengo que hacerlo por Massimiliano y… por lo que siento. El agua corre por mi cuerpo y termino de quitarme el jabón cuando escucho la puerta. —¿Jenna? —Estaré lista en un par de minutos lo prometo —digo de forma apresurada y me giro para mirar atreves del cristal. Sus ojos están posados en mí—. ¿Está bien? —Luces h
La puerta se abre dejando ver a la madre de Massimiliano usando un bonito vestido. Su presencia denota elegancia pura. —¡Que gusto que han llegado! —besa las mejillas de Massimiliano y luego hace lo mismo conmigo—. Pasen por favor, que gusto tenerte aquí Jenna. Apenas y puedo decir buenas noches y Massimiliano me conduce por un pasillo largo cubierto por pinturas y diferentes adornos. La luz es tenue y hace ver todo aún más elegante. Llegamos hasta una sala de estar. El padre de Massimiliano se pone de pie y le abraza. —Hijo, has llegado tarde, tu madre por poco se volvía loca —dice entre risas y luego se gira a mí—. Jenna, bienvenida, ¿te ofrezco algo de tomar? —Gracias, estoy bien señor —asiente
—Mamá, él y yo —suspira—. Debí tener unos 7 años cuando los escuche discutir por primera vez. Eran unas peleas horribles. Mamá gritaba por toda la casa repitiendo que se odiaba a ella misma por haberse unido a él. Bueno, yo era la causa de esa unión ¿sabes?, me di cuenta que papá trataba de tranquilizarla diciendo que estaba cerca, que podía oírlos pero a ella no le importaba. Los años siguientes fue lo mismo, mamá le reclamaba sobre mujeres, mujeres que él veía, ahora sé que no es cierto. Papá siempre le fue fiel pero ella me confundía, jugaba conmigo como con él. Veía a mi padre por las tardes alcoholizado, tumbado en el sofá a veces llorando a veces… dormido. Hacía su mejor esfuerzo por portarse bien conmigo y jugar, hablar, pero siempre… alcoholizado. Ahora comprendo por qué, estar con mi madre no ameritaba más que vivir sumergido en un sedante. Después nos fuimos a Bolonia un par de meses, mi abuela llamaba siempre, solo para hablar conmigo. Habl