No siento nada

Lukyan tuvo que esperar por lo menos dos minutos antes que todos los lobos alfas de aquella sala volvieran a calmarse. Él había cerrado los ojos en calma, sin dejarse perturbar. Sabía que esa iba a ser una pelea difícil de ganar pues, después de todo, no confiaban plenamente en su persona. Sintió el peso de la mirada de su esposo más no le respondió. Esto era algo que tenía que hacer le gustara o no por el bien de todos a su alrededor.

Lucian por fin puso orden nuevamente y él abrió los ojos. En sus orbes no había ninguna muestra de que se echara hacia atrás.

-¿Podemos seguir?- les preguntó inclinando la cabeza. Apenas la habían dejado continuar después de que les había pedido su sangre –¿Edgar, pudieras explicarles?-

El lobo asintió con la cabeza y esperó la afirmación de Lucian para hablar.

-La r

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