Celo peligroso

Un lobo en celo no era algo fácil con lo que lidiar y eso era algo que Dante sabía muy bien. Pero en celo y con la sangre de varios lobos poderosos corriendo por las venas era algo que se le iba de las manos. Dante podía decir ahora que estaba bajo el control de su esposo y mira que le gustaba. 

Lukyan era al único a la que le daría su sumisión si él se lo pedía.

Lo tenía pegado a la pared de la ducha, inmóvil. Los labios del omega estaban enredados con los suyos de forma posesiva, pero Dante no permitiría estar solo en posición sumisa. Sus grandes manos se habían desplazado desde su cadera hasta sus nalgas apretándolas, y pegando sus erecciones crecientes. Sus lenguas tenían una batalla para ver quien tenía control y el alfa quería girarse para ponerlo entre su cuerpo y la pared, pero le era inútil.

Los labios de Lukyan se separaron

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