Por primera vez en años, Lukyan se sintió durmiendo en una burbuja. Todo a su alrededor era irrelevante. No sentía nada, no pensaba en nada, solo había tranquilidad y fue un sentimiento gratificante. Si pudiera quedarse así por más tiempo sería maravilloso pero se dio cuenta que aquello estaba durando mucho y él tenía ganas de ver rostros familiares. Así que con más esfuerzo que el que pensaba abrió los ojos lentamente. Rápidamente el techo reconocible de su habitación con Dante se enfocó. Ah, estaba de vuelta. ¿Cuánto tiempo había estado durmiendo? Debía ser mucho pues su cuerpo estaba entumecido completamente y le dolía de todo. A pesar de que había estado durmiendo se sentía cansado, muy cansado, al punto de que los párpados volvían a pesar y amenazaban con cerrarse y no pudo evitarlo. Una mano cálida y grande se movía sobre su cabeza enredándose entre sus cabellos y dándole un masaje que lo tuvo dormida profundamente, otra vez. Para cuando logró desperezarse y que el sueño no fue
Dante sintió como sus rodillas se ponían inestables y su cuerpo tembló violentamente mientras su palma estaba sobre el vientre de Lukyan. Hilos invisibles de poder se enlazaban entre sus dedos haciendo que picaran. Su rostro se puso tan pálido que Lukyan pensó que se iba a desmayar. Lo rodeó con los brazos y lo sostuvo rápidamente. Verlo colapsar dos veces sería demasiado para él, ya había pasado por el susto antes. El gran lobo parecía de gelatina y sus temblores eran muy notables. La cabeza de Dante cayó pesadamente hacia adelante y las lágrimas calientes mancharon el pequeño hombro de su esposo. Lo volvió a rodear con sus brazos y lo apretó contra él. Quería comprobar que era verdad, que lo que había dentro de su omega era cierto. Que no estaba soñando. Apenas si era perceptible pero el poder que emanaba su interior se había conectado con él llenándolo de un calor reconfortador que alejaba todos sus miedos. Era como si el cachorro que se formaba le decía que estaría bien y que espe
-AHHHHHHHH- un grito resonó en toda la mansión poniendo de punta el pelo de todos los lobos que estaban dentro. Lukyan había hecho todo lo posible por aguantar los gritos en su boca pero este último fue imposible haciéndole perder toda su fuerza y caer en la cama con el cuerpo bañado en sudor. Jadeando fuertemente mientras un llanto llegaba a sus oídos. Bastian corrió y pasó un paño seco por su frente y cuello en un intento de refrescarlo. El omega había tenido cinco partos antes y un aborto pero ninguno tan difícil como este. El embarazo no lo había pasado mal. Los meses había trascurrido tranquilamente mientras veía su panza crecer, oía a su esposo pelear porque él quería hacer cosas y él no lo dejaba y sus hijos se fajaban con su padre para hacer un horario para compartir con su madre, alegando que lo acaparaba para él solo, cosa que no era verdad. La mansión de había vuelto literal un campo de batalla y había momentos que para tener un tiempo de tranquilidad él se colaba en el c
Dante sabía que el embarazo era un problema total, sobre todo para las parejas de los lobos en estado. La razón: a partir de la segunda semana empezaban los antojos de madrugada. Antojos que podían ser de diversos tipos. Desde salir a correr, como morder a su compañero solo porque necesitaba aliviar sus colmillos. En el caso de su esposo y reina de su manada, Lukyan… las cosas fueron un poco… diferentes. Por naturaleza tenían antojos como máximo tres cosas a lo largo de todo su embarazo. Quizás porque él era una omega es que la situación se salió de control. Todo se inició después del primer mes, pero con tanta fuerza que Dante realmente se estaba volviendo loco. Y eso que serían máximo tres antojos. Ilusos todos, Lukyan ya tenía cuatro meses y él ya había perdido la cuenta de por cuantos había pasado. Primero, se despertaba en plena madrugada y comenzaba a besarle la espalda, la mayoría de las veces despertándolo en el proceso. No se quejó en ese momento. Las caricias nocturnas er
Lukyan sabía sobre muchas cosas. Era un lobo inteligente que aprendía muy rápido, conocía acerca las manadas y sobre la anatomía de los lobos. Había aprendido a como intentar ser una buena madre para sus cuatro hijos y su nuevo cachorrito de dos años, Aidan. Pero había una cosa que no sabía… y era qué le regalaría a su esposo el día de su cumpleaños.Y eso le estaba rompiendo la cabeza en mil pedazos. Porque quería darle a Dante algo muy, pero muy especial. Él se lo merecía, y no tenía idea que podía estar a la altura.–… na… Rei… na… Reina –la voz de Dmitri lo sacó de su retardo.Él alzó la cabeza y pestañeó varias veces.–¿Qué ocurre? –recuperó la compostura.Dmitri se sentó frente a él, con el escritorio de por medio, y le puso unos papeles delante.–Eso mismo me pregunto yo –el lobo y él estaban trabajando, en ese momento, en la organización de la guardia de la manada para aligerarle el trabajo a Dante– Ha estado algo entretenido desde hace dos días. Le preocupa nuestro cumpleaños
Dante no era un alfa por gusto. Su instinto era refinado y ahora que su esposo estaba enlazado con él ya se había dado cuenta de que algo estaba mal. Muy mal. Por eso, cuando su reina abrió la puerta del baño, él lo esperaba sentado en el borde de la cama, con su rostro serio y los brazos cruzados.Quería saber qué era lo que molestaba a Lukyan y sería esa noche.–No me gusta cómo me miras –Lukyan cerró la puerta detrás de su espalda.Había escondido aquel conjunto en un lugar seguro porque sabía que la escena que se realizaba delante de él vendría. Dante podía ser muy terco e insistente cuando quería.–Acaso no puedo mirarte –el alfa inclinó la cabeza y sus rasgos se relajaron– Ven –le extendió la mano.Lukyan se acercó a él y agarró su mano. Su esposo lo jaló y lo sentó sobre su regazo, abrazando su estrecha cintura. Dejó un suave beso sobre su clavícula, que era visible por el escote de su delgado conjunto de dormir.–Hueles bien –olfateó su cuello y lo acercó más hacia él. Lukyan
Para los que vieran a Lukyan en ese momento pensarían que estaba totalmente tranquilo, esperando a que volviera su alfa y el resto de los guardias. Pero no, era todo lo contrario. Lukyan temblaba ligeramente y su corazón latía en su pecho dolorosamente.Una mano sobre su hombro lo hizo sobresaltarse un poco y girar la cabeza. A su lado estaba su hijo Matías y él soltó un suspiro.–Madre, estás muy tenso.Él dirigió su vista hacia adelante mientras apretaba la mano de su hijo con la suya. Un calor reconfortante lo invadía. Miraba hacia afuera, en la entrada de la mansión y a lo lejos aún no había rastros de su esposo.–Estoy preocupado –su rostro estaba sombrío.–¿No puedes comunicarte con el alfa?Él negó.–Parece que está en una situación densa y mi voz no le llega –sus palabras salieron graves– Espero… espero que todo esté bien –tuvo que respirar profundo.–Tranquilo, madre –Matías hizo algo que él no se esperó, lo rodeó desde atrás con sus brazos y lo acogió con su olor. Era leve d
Como siempre, las fiestas de la manada de Plata eran por todo lo alto, y más cuando se trataba del cumpleaños del alfa y de su gemelo, el Comandante de la manada. Y Dante podía sentir que cada año era mejor, sobre todo, porque su familia cada día era más grande. Tenía un hermoso esposo y cinco cachorros a los que cuidar, aunque algunos de estos crecían muy rápido.El bullicio en el comedor era inmenso. Toda la manada estaba reunida comiendo, bebiendo y riéndose. Era una escena típica de una esperada celebración.Dante estaba feliz y lo mostraba con una enorme sonrisa.Había recibido muchos regalos. Quizás demasiado, como todos los años, solo que esta vez se emocionó aún más con los de sus hijos. Matías le regaló una cadena que contenía una piedra de color tan claro y traslúcida que era idéntica a sus ojos, Fallen le dio un libro extraño de la historia de las manadas que ni siquiera se preguntó de dónde lo había sacado, pero le encantó. Axel y Sacha habían dibujado un cuadro y pintado