Lukyan retrocedió un paso para detenerse temblando violentamente. La imagen del alfa ante él lo aterraba, tanto como podía cautivarlo. El oscuro cabello suelto y alborotado que enmarcaba su rostro perlado en pequeñas gotas de sudor. La camisa desabotonada que se pegaba como una segunda piel, dejando a la vista los músculos definidos de un lobo adulto en la mejor etapa de su vida. Los pantalones holgados que apenas hacían el esfuerzo de ocultar sus torneadas piernas y la ausencia total de zapatos; le daba un aspecto más salvaje de lo que usualmente mostraba. Aunque, Lukyan estaba más atento al brillo amenazador de sus plateados ojos, que podía definir incluso con su deteriorada vista. Retrocedió otro paso solo para recibir un gruñido y su garganta se secó. Su cuerpo entero se retraía, queriendo huir e ir hacia él en partes iguales. Su mente dictaba que tenía que salir de allí, pero la naturaleza animal era fuerte y dictaba que debía unirse a ese alfa. No quería. Le haría recordar el
Buscando dentro de uno de los bolsillos de su pantalón sacó una llave y abrió el grillete dejando libre la pierna, con un hematoma ya morado alrededor del tobillo. Lo agarró del brazo y lo hizo ponerse de pie. -Sígueme y no intentes escapar, tengo lobos en todos lados y no vacilarán con arrancar la cabeza a cualquiera que no sea de la manada- sus palabras eran tranquilas, pero el deje de amenaza no las abandonaba. Lukyan lo siguió por un largo pasillo hasta llegar a una puerta de hierro al final de este, que tenía varios seguros. La atmósfera se sentía cargada y pesada y le costó respirar. Su corazón latía nervioso indicándole que detrás de la puerta no había nada bueno. Lucian tocó algunos mecanismos y la puerta se abrió lentamente dejando salir un olor rancio, así como el sonido de un rugido. Lukyan retrocedió, pero fue detenido por la mano del alfa que lo detuvo y lo arrastró hasta el interior, en contra de su voluntad. La oscuridad en el interior solo era rota por la luz de peq
Lukyan estaba muy tranquilo. Demasiado tranquilo para el gusto y preocupación de Lucian. No había tocado los alimentos que habían sido llevados a su habitación y tampoco había indicios de fuga. El alfa daba toques con su dedo encima de la mesa, signo inequívoco de inquietud, mirando a su beta. -¿Y?- preguntó a su beta que se mantenía parado al otro lado con las manos en su espalda. -No ha hablado, se mantiene sentado en su cama sin nada más que mirar al vacío. Mirar al vacío era algo que de seguro hacía, pensó Lucian, era del conocimiento público la dificultad que poseía en sus ojos. Pero algo más, necesitaba algo más. Estaba seguro de que él no se quedaría con los brazos cruzados, mientras lo tenía prestado, como decía él. Se levantó de su asiento con tanto impulso que lo tumbó. No podía dilatar tampoco la razón del porqué lo tenía allí. Ya hacía dos días que lo había traído y de seguro se habían dado cuenta en la Manada de Plata de su ausencia, y la de él. Por el momento, no le
Lucian abrió la puerta y Dante frunció el ceño al percibir el olor que provenía de su interior. Se acercó a Lukyan y agarrándolo del brazo lo atrajo hacia él, hasta que su espalda tocó su pecho. -No entrarás ahí, es peligroso- su brazo envolvió la pequeña cintura protectoramente. Lucian no dijo nada, solo esperó. Al perecer el único que podía dominar al otro alfa estaba entre sus propias manos, así que esperaría a que él hiciera su magia. Lukyan acarició el brazo que lo aprisionaba desde el codo hasta la muñeca con delicadeza; recorriendo cada vena y tendón que se marcaba por la tensión hasta llegar a sus dedos. -Dante, estaré bien, ya estuve ahí adentro y no me ocurrió nada- mintió descaradamente- Solo será un momento-le prometió. -No- su voz retumbó en el pecho – lo que está ahí adentro es letal, no te dejaré someterte a ese peligro-no cedía. Lukyan alzó la cabeza hacia atrás descansándola sobre su pecho y estiró su palma hasta la mejilla de él. El lobo lo miró con los ojos ent
Apartó la sábana que se le pegaba y se encontró totalmente desnudo y la imagen del torso también desprovisto de ropa de Lukyan llegó a su mente. Su exquisita clavícula, la piel blanquecina que necesitaba de rayos del sol para broncearse, el pecho plano pero con pezones regordetes, pero que cabrían perfecto en sus manos para masajearlos hasta estar satisfecho, el abdomen plano, la estrecha cintura... Se tocó el puente de la nariz y recordó los no muy decentes movimientos que había hecho en su momento febril. ¿Por qué demonios no recordaba más? ¿Habían llegado hasta el final? ¿Lo había tomado? ¿Lo había marcado? Su mente divagaba entre lo que parecía verdad y su imaginación. Se quedó sentado en el borde de la cama apretándose la cabeza cuando la puerta fue abierta y un Lucian sonriente y más alegre que lo que Dante había visto en años lo saludó. -Mi buen amigo, por fin despertaste- saludó todo sonrisas el alfa. Un temblor cruzó la columna vertebral del alfa moreno que lo hizo sentar
-No te preocupes, alfa- recalcó la última parte- Te invitaré cuando cierto alfa- volvió a recalcar- Me ilumine sobre los detalles de esa próxima boda y de ¿padrino?-su metal de voz fue peligrosamente helado. -De eso hablaría contigo en el viaje de regreso- Dante puso una mano sobre su hombro y él la palmeó apartándola- Y te juro que lo del padrino no vino de mí-intentó aclarar el malentendido. -Claro que me contarás- no es que estuviera realmente molesto, solo no toleraba que se tomaran decisiones que tenían que ver con él y no lo incluyeran, al menos como oyente. -Dante me aseguraré que la próxima vez que visite tu manada saludarlo a él como alfa en vez de reina porque por el camino que vas...-dejó caer insinuante. -Por el camino que voy no es de tu incumbencia-replicó Dante molesto. Lukyan cerró los ojos. Ahí iban otra vez. -¿Cómo está él?- los interrumpió -Descansando- los rasgos faciales de Lucian se suavizaron- Está mejorando rápidamente-el recuerdo de su recién recuperado
Después de recuperar la vista se había percatado que la imagen que tenía en su cabeza, de lo que recordaba, no estaba distorsionada, más bien lo real superaba con creces la imagen en su mente. Con razón había quien se lo comía con los ojos. La belleza y lo sexual en su rostro estaba esculpido con el mejor cincel y aquellos labios con los que había tenido contacto estaban mucho más apetitosos de lo que se sentían. Por no mencionar lo que se marcaba del cuello hacia abajo. -No te voy a mentir, tengo más de 600 años. He estado con el número necesario de hembras buscando tener un cachorro, siempre he querido tener uno propio o cientos-declaró con sinceridad su sueño. Lukyan sintió como su interior se removía ante su afirmación tan llena de sentimientos, aquel lobo estaba anhelando tener su propia descendencia; ya entendía un poco más la desesperación de estar con él. La voz con deje de dolor de él lo inquietó de pronto. -Tal vez no estoy hecho para ser padre- lo miró y sonrió levemente-
Lukyan solo pudo negar. Le había demostrado más de una vez que en nada se parecía ni a Sylas ni a ningún lobo que hubiera conocido antes. Él sonrió y dejó un beso sobre su nariz antes de volver hacia sus labios. -Permíteme tocarte, no iremos más allá si tú no lo deseas, déjame enseñarte los secretos de tu maravilloso cuerpo- La respiración de él apenas de oía. Su mente trabajando en varios sentidos sin saber si ceder o no. Si lo hacía, como lo había hecho la primera vez, podía volver a caer en aquel círculo vicioso que casi lo destruye. Aun si su interior le decía que Dante no era de esa forma, confiar tan rápido no era algo que se podía lograr después de todo por lo que había pasado. Al ver la incertidumbre en sus ojos, el alfa le agarró de ambas muñecas. -Ven- le hizo rodear su cuello con los brazos quedando casi de puntillas teniendo que calzarlo en una raíz, cosa que le dio gracia. Era pequeño y delgado, pero por alguna razón sentía que ese delicado cuerpo podría darle todo lo