Capítulo 86 Somos siete hermanosDespués de la exclamación desafiante de Fabián, la tensión en la habitación era palpable. Los ojos furiosos de Felipe se clavaron en Javier, quien mantuvo su compostura con una sonrisa enigmática.— ¿Tú lo invitaste? —preguntó Felipe a Fabián, su voz llena de incredulidad. No pudo evitar agregar con ironía — ¡Es como invitar a un vampiro!—Javier, sin perder la calma, respondió:— ¡Lo hizo!, ¡Me invito a cenar! ¡Nosotros ya somos amigos!, ¡No es extraordinario! ¿Acaso no te gusta que sea bienvenido?—respondió Javier encantado, pasando una mano por el cabello del niño.Teresa decidió actuar conciliatoria.— Todos están aquí ahora. Creo que es mejor que disfrutemos de la cena juntos —propuso, tratando de calmar los ánimos.Daniela se quedó en silencio, observó la escena con Renata sentada en sus piernas.—¿De cuándo acá nuestra vida se alteró tanto?—Es mejor que se vayan los dos.—¡Que se vaya Felipe, yo invite a Javier, mi hermano!— ¡Felipe! ¡Adivina
Capítulo 87 ¡Es tan irresistible! Daniela observó las pupilas de aquellos ojos oscuros que se habían dilatado tanto que parecían totalmente negras. La oscura mirada de él se apartó ahora de los ojos de ella y se desvió hacia la suavidad de sus labios entreabiertos.A Daniela le pareció que trascurrió solo un segundo en que la cabeza de él descendió y su boca reclamo la suya con una imperiosa necesidad, sus brazos la rodearan como pinzas de acero estrechándola contra la dureza de su pecho.Felipe tocó sus labios besándola apasionadamente hasta que perdieron la noción del tiempo. La llama que se encendió con ese toque de sus labios ardía intensamente. Ella abrió sus labios al sentir Ía lengua de él, tratando de abrirse paso en busca de la suya.—Te deseo, Daniela —murmuró él haciendo una mini pausa mientras respiraban—. Te deseo con toda mi alma.—Yo también —dijo ella anhelante, sintiendo que le temblaban las piernas.Felipe la apretó contra él. La parte trasera del automóvil resulto
Capítulo 88 ¡A donde ustedes vayan iré yo!Belinda estaba molesta. Había llamado por teléfono móvil a Felipe innumerables veces y el teléfono sonaba apagado. Ella estúpidamente pensó que él se mantendría a su lado.Escucho unos toques en la puerta y pensó que era Felipe. Se arregló el cabello, y se recostó en la cama con una expresión lastimosa.—Adelante.—Señora Belinda. ¿Se le ofrece algo?—Ernesto…—le respondió Belinda despreciativa — ¿Dónde está Felipe? ¡Necesito hablar con él!—El Señor está en unas gestiones de suma importancia para sus negocios, no puede responder el teléfono. Me dejo a mi pendiente de sus necesidades. Dígame lo que desea— ¡Llámalo!, —le ordeno. ¡Me siento mal! ¡Quiero hablar con él!—Si se siente mal con gusto, la llevaré al médico, o llamó a las enfermeras, pero no puedo molestar al señor— ¿De qué hablas? ¿Sabes lo importante que soy yo para Felipe? Nada o nadie es más relevante para el que yo. ¿Quieres poner tu cargo en riesgo?—Solo sigo órdenes de mi j
Capítulo 89 ¡Eres mi único apoyo!Daniela entró a la habitación de los niños. Escuchó un llanto muy bajo. Se sentó a un lado de la cama donde reposaban los tres niños. Las gemelas parecían dormidas, las arropó y centró su atención en Fabián.—Sé que estás despierto, hermanito.—No quiero hablar ahorita.—Me puedes contar qué te pasa.—No quiero.—Por favor, siempre hemos hablado. ¿Qué haces despierto a esta hora?— ¡Sofía y Renato se van! Su papá irá a trabajar a otro sitio.—Lo lamento, hermanito.— ¿Tú lo sabías?,— le pregunto el niño de mal humor—Él me lo dijo.— ¿Por qué se van todas las personas que queremos? No los veremos más, al igual que a mamá y papá.—No será igual que mami y Federico, pero si se irán un poco lejos, lo lamento mucho, Fabián. Escucha, no es un consuelo, pero muchas personas pasarán por tu vida, unas se quedarán, otras se irán, así es la vida.— ¿Por qué se tienen que ir? Son mis amigos, son los únicos amigos que tenemos en la escuela. Renato es mi amigo y S
PrólogoEn el momento en que se enteró de que su padre había sufrido un accidente de automóvil. Felipe Ortiz acudió rápidamente a su lado sin saber si este estaría vivo o no cuando llegara. Él sabía de sobra que su mamá iba a necesitar su ayuda, mucho más si como temía su padre no lograba superar el accidente.Felipe era un hombre adulto de 35 años; no obstante, seguía sin entender como su madre, aun con todas las dificultades que enfrentaba su matrimonio por las infidelidades de su marido desde hace años, nunca le dio el divorcio a su padre, soportó todas y cada una de sus infidelidades. Estaba obsesionada con ser su esposa y no darles el gusto a las demás mujeres.Felipe fue el último en llegar al hospital y al hacerlo corrió a toda velocidad al lado de Eugenia, su madre, estaba escuchando la información sobre la evolución del paciente.La menuda figura de su madre estaba de pie con una expresión de sufrimiento, tenía los hombros caídos y la mirada en el suelo. Felipe le colocó una
Capítulo 1 Los hijos de mi padreFelipe Ortiz, conocido como uno de los empresarios más jóvenes y con mayor poder económico a nivel mundial, Presidente de la Corporación Ortiz/Atkins, lanzó con violencia el documento que había estado leyendo sobre el escritorio del viejo abogado de su padre. Algunos de los papeles que estaban sobre el escritorio cayeron sobre el piso.Observando fijamente al viejo abogado de su padre, se pasó la mano por el cabello con frustración, comenzó a hablar sin parar, lo que denotaba su estado de ánimo.— ¡¿Cómo es todo esto posible?! — Interrogó con tono autoritario— ¿Mi papá tenía 4 hijos más? — ¿Estás seguro de que son sus hijos? Mi padre ya era mayor ¿Cómo pudo tener la capacidad para tener más hijos? Ese hombre aun después de muerto, cómo puede seguir perturbando mi vida y la de madre.El abogado no estaba acostumbrado a que Felipe tomara esta actitud, con frecuencia era calmado; sin embargo, continuó explicando —Debo informarte que el primero es varón y
Capítulo 2 El futuro de los Cuatro niños. Daniela Blanco había permanecido sentada, y respondía amablemente a su prometido. .de pronto al escuchar sus últimas palabras se levantó bruscamente del sofá, su cuerpo tenso, sus ojos se oscurecieron. La ira la consumía como un fuego voraz.— ¿Adopción? ¿Te has vuelto loco? —le gritó, su voz cortante, como un cuchillo afilado. La idea de separarse de sus hermanos la llenaba de un dolor insoportable. Recordó la promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte: cuidaría de ellos como si fueran lo más preciado del mundo.—. ¡Son mis niños! No los daré en adopción.Mateo, su prometido, la miró con una mezcla de frustración y cansancio. No pudo evitar hablarle con amargura.—Estamos a punto de casarnos, Daniela. Nuestra situación económica no nos permite mantener tantos hijos. Ganamos bien, pero cuando nos casemos solo estará mi sueldo, no será suficiente para tantas personas y encima un bebé.—Y ¿qué quieres que haga, Mateo? ¿Dejarlos
Capítulo 3 ¿Quién eres?Al escuchar esa pregunta, Daniela y Mateo dirigieron su mirada hacia la puerta de entrada de la casa. Ella se quedó atónita al comprobar que allí había un hombre de pie en la puerta, con una expresión iracunda.Tuvo que parpadear para combatir la luz del sol y ver más claramente al hombre. Cuando lo hizo, Daniela inmediatamente adivinó de quién se trataba. Las facciones eran inconfundibles, las veía todos los días en la cara de tres de sus hermanos.Este era un hombre extraordinariamente atractivo. Daniela se quedó contemplando en silencio. Tenía el mismo pelo negro, los impresionantes ojos negros y las mismas largas pestañas que veía en sus hermanos, pero en él sus pestañas le daba a su mirada un aire penetrante y turbador. lo reconoció, sin duda era el hijo mayor de Federico Ortiz. Era muy alto, casi uno noventa, y tenía una complexión atlética y musculosa. Incluso, el corte y el tejido de su traje lo hacían sobresalir. Indiscutiblemente, habría llamado la a