Capítulo 50 Hablaremos a mi regreso—No puede ser… ¿Eres virgen? ¡Explícame eso! ¿No eres la madre de los niños? ¿Has estado mintiéndome?Daniela se bajó del mesón, buscó su ropa y se la colocó rápidamente. Estaba avergonzada y preocupada. Se culpó a sí misma. Se dejó llevar por la pasión. ¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Cómo pudo olvidar la mentira que había dicho que era la madre de los niños? Ahora Felipe sabría qué le había mentido.En el jardín, los niños disfrutan de sus juegos. Fabián estaba atento a Renata, quien aplaudía con los juegos de las niñas. Ángela y Manuela jugaban un juego de manos. Ángela estaba sentada en un banco de madera, mientras Manuela estaba de pie frente a ella.Eugenia había salido a tomar el sol, sentada frente a una de las mesas del jardín.No muy lejos de allí, vio jugar a los niños sin ver por ninguna parte a su maldita madre o a su cuidadora. Una rabia inmensa la invadió al pensar que ellos eran el producto de la relación ilícita de Federico con esa mujer y d
Capítulo 51 Esa mujer me ha estado mintiendoEsa noche, la mansión de los Ortiz estaba envuelta en un silencio tenso, interrumpido solo por el suave murmullo del viento que atravesaba el jardín.Felipe, aun con la preocupación marcada en su rostro, regresó con Eugenia del hospital. Aunque lo que Eugenia tenía solo era un esguince, se quejaba tanto como si fuese a morir pronto, no permitiendo que Felipe se alejara de su lado.Georgina, siempre vigilante, se acercó solícita a Eugenia. Su expresión era preocupada.— ¿Cómo se siente, señora? Desea cenar o algo de beber. Yo misma se lo prepararé—preguntó con un tono de preocupación y nerviosismo.Eugenia se dejó caer en el sofá, sintiendo que el dolor en su pie era más leve. —Estoy bien, solo es un esguince. —balbuceo, recordando a Fabián. Ver a ese niño le hacía recordar no solo la traición de su marido, también su parecido innegable, era como volverlo a ver de nuevo.—Señora, no debería permitir que ese niño se le acerque. Es un peligro
Capítulo 52 No hay otra alternativaFelipe se despertó antes de las 7 de la mañana. La noche fue interminable para él. Con determinación, se vistió rápidamente y salió de la mansión. Espero a Daniela en la cocina mientras desayunaba. Ella le debía una explicación y hoy mismo tendría que dársela.Daniela era virgen. De ningún modo podía ser la madre de esos niños. Hoy mismo tendría que salir de dudas. Tendría que explicarle por qué lo engaño y quién es ella.Paso una hora y ella no llegó. Así que decidió ir hasta la casa de huéspedes. Ese lugar que había sido el refugio de ella y los niños en los últimos días.Al llegar, sintió una extraña mezcla de ansiedad y esperanza. Llamó a la puerta, su corazón latiendo con fuerza, anticipando lo que pudiera descubrir.Alicia, la niñera de los niños, abrió la puerta. Su rostro reflejó sorpresa al verlo allí, tan temprano en la mañana.— ¡Señor Ortiz, en que puedo servirle! —exclamó, con sorpresa y preocupación—Buen día. Necesito hablar con Dani
Capítulo 53 No te preocupes… estamos bien— ¿Y si él te encuentra? ¿Qué puede pasar?—preguntó Elisa, rompiendo el silencio con una voz suave, pero firme—. Felipe Ortiz es un hombre poderoso. No podemos subestimar su influencia.Daniela aún recordaba estas palabras mientras acariciaba al perrito que habían metido en su cesta. El pequeño ladró de alegría, feliz de estar fuera. Se portó muy bien en la propiedad de los Ortiz, y ahora, en su nuevo entorno, parecía disfrutar de la libertad.—Lo lamento, pequeño. Nos olvidamos de ti —dijo Daniela, sonriendo mientras lo sacaba de la cesta y lo sostenía en sus brazos. El perrito movió la cola, como si entendiera que, a partir de ahora, todo cambiaría.La llegada de Elisa interrumpió sus pensamientos.—Todo listo. Ya hablé con mi madrina —anunció con una sonrisa.— ¿Tu madrina? —preguntó Daniela, su curiosidad despertándose.—Vive en un pueblo no muy lejos de aquí. Está en la costa. Está lejos de donde ustedes vivían.— ¿La costa? —Daniela sonr
PrólogoEn el momento en que se enteró de que su padre había sufrido un accidente de automóvil. Felipe Ortiz acudió rápidamente a su lado sin saber si este estaría vivo o no cuando llegara. Él sabía de sobra que su mamá iba a necesitar su ayuda, mucho más si como temía su padre no lograba superar el accidente.Felipe era un hombre adulto de 35 años; no obstante, seguía sin entender como su madre, aun con todas las dificultades que enfrentaba su matrimonio por las infidelidades de su marido desde hace años, nunca le dio el divorcio a su padre, soportó todas y cada una de sus infidelidades. Estaba obsesionada con ser su esposa y no darles el gusto a las demás mujeres.Felipe fue el último en llegar al hospital y al hacerlo corrió a toda velocidad al lado de Eugenia, su madre, estaba escuchando la información sobre la evolución del paciente.La menuda figura de su madre estaba de pie con una expresión de sufrimiento, tenía los hombros caídos y la mirada en el suelo. Felipe le colocó una
Capítulo 1 Los hijos de mi padreFelipe Ortiz, conocido como uno de los empresarios más jóvenes y con mayor poder económico a nivel mundial, Presidente de la Corporación Ortiz/Atkins, lanzó con violencia el documento que había estado leyendo sobre el escritorio del viejo abogado de su padre. Algunos de los papeles que estaban sobre el escritorio cayeron sobre el piso.Observando fijamente al viejo abogado de su padre, se pasó la mano por el cabello con frustración, comenzó a hablar sin parar, lo que denotaba su estado de ánimo.— ¡¿Cómo es todo esto posible?! — Interrogó con tono autoritario— ¿Mi papá tenía 4 hijos más? — ¿Estás seguro de que son sus hijos? Mi padre ya era mayor ¿Cómo pudo tener la capacidad para tener más hijos? Ese hombre aun después de muerto, cómo puede seguir perturbando mi vida y la de madre.El abogado no estaba acostumbrado a que Felipe tomara esta actitud, con frecuencia era calmado; sin embargo, continuó explicando —Debo informarte que el primero es varón y
Capítulo 2 El futuro de los Cuatro niños. Daniela Blanco había permanecido sentada, y respondía amablemente a su prometido. .de pronto al escuchar sus últimas palabras se levantó bruscamente del sofá, su cuerpo tenso, sus ojos se oscurecieron. La ira la consumía como un fuego voraz.— ¿Adopción? ¿Te has vuelto loco? —le gritó, su voz cortante, como un cuchillo afilado. La idea de separarse de sus hermanos la llenaba de un dolor insoportable. Recordó la promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte: cuidaría de ellos como si fueran lo más preciado del mundo.—. ¡Son mis niños! No los daré en adopción.Mateo, su prometido, la miró con una mezcla de frustración y cansancio. No pudo evitar hablarle con amargura.—Estamos a punto de casarnos, Daniela. Nuestra situación económica no nos permite mantener tantos hijos. Ganamos bien, pero cuando nos casemos solo estará mi sueldo, no será suficiente para tantas personas y encima un bebé.—Y ¿qué quieres que haga, Mateo? ¿Dejarlos
Capítulo 3 ¿Quién eres?Al escuchar esa pregunta, Daniela y Mateo dirigieron su mirada hacia la puerta de entrada de la casa. Ella se quedó atónita al comprobar que allí había un hombre de pie en la puerta, con una expresión iracunda.Tuvo que parpadear para combatir la luz del sol y ver más claramente al hombre. Cuando lo hizo, Daniela inmediatamente adivinó de quién se trataba. Las facciones eran inconfundibles, las veía todos los días en la cara de tres de sus hermanos.Este era un hombre extraordinariamente atractivo. Daniela se quedó contemplando en silencio. Tenía el mismo pelo negro, los impresionantes ojos negros y las mismas largas pestañas que veía en sus hermanos, pero en él sus pestañas le daba a su mirada un aire penetrante y turbador. lo reconoció, sin duda era el hijo mayor de Federico Ortiz. Era muy alto, casi uno noventa, y tenía una complexión atlética y musculosa. Incluso, el corte y el tejido de su traje lo hacían sobresalir. Indiscutiblemente, habría llamado la a