Capítulo 38 ¿Es tu amante?Eugenia permanecía inmóvil, con la mirada fija en Felipe. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, ahora reflejaban una mezcla de incredulidad, furia y algo más profundo… algo que parecía miedo.—Espero una explicación de tu parte, Felipe —dijo, su voz cortante como una hoja afilada, cargada de un desprecio que lo atravesaba como una daga—. ¿Te gusta esa mujer? ¿Quieres ser su próximo amante?Felipe, que hasta ahora había mantenido la calma, cerró los ojos un momento, respirando hondo. Al abrirlos, su mirada era dura, llena de exasperación.— ¿Qué dices, mamá? ¿Estás loca? —replicó, alzando la voz por primera vez. Su tono era más firme que nunca—. Ya te di una respuesta antes. Estaba allí porque Fabián está de cumpleaños.Eugenia soltó una risa amarga, incrédula.—¡Fabián! —exclamó, señalándolo con un gesto impaciente—. ¡Que te importa ese niño! No puedes aceptar a ese niño como tu hermano! ¡Ese niño es hijo de Federico, con esa mujer! Ella es otra de sus…
Capítulo 39 Buscaré una soluciónDaniela lo observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos, mientras su mente, traicionada por el resentimiento y el agotamiento, vagaba en direcciones inesperadas.Al notar que el sistema de riego del jardín se había encendido, no pudo evitar imaginarse a sí misma tomando una manguera y disparándole agua directamente al rostro, tan fuerte y constante que Felipe terminaría atragantándose. La idea le arrancó una sonrisa casi imperceptible.Pero no se detuvo ahí. Su imaginación, alimentada por la tensión acumulada, la llevó más lejos: se lo imaginó atrapado en una olla gigante con agua hirviendo, tratando de escapar mientras ella lo obligaba a pedir clemencia y perdón. ¿Perdón por qué?, se preguntó. ¿Por ofender a su madre o por ofenderla a ella misma? Ya no estaba segura.Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado, abandonando esas fantasías absurdas, y se apoyó contra el marco de la puerta, como si el peso de toda la situación estuviera
Capítulo 40 ¡Muchacho malcriado!—Te preocupas por mí, por tu mamá o por ti mismo —preguntó antes de poder controlarse.Felipe la miró con intensidad, su voz baja pero cargada de advertencia.—Ni se te ocurra recurrir a Javier. No tienes idea de quién es realmente.Daniela frunció el ceño, sintiendo que su determinación se fortalecía ante su amenaza.—Ah, ¿no? —dijo ella con una amarga sonrisa—. ¿Acaso piensas que puedo confiar en ti y en tu madre? Si Javier puede ayudar de alguna manera, lo buscaré. También es hermano de los niños.Felipe dio un paso hacia adelante, su expresión tornándose más seria.—Te lo advierto, Daniela. Si hablas con Javier, no solo te expones tú, sino también a los niños. Ya estoy arreglando lo del colegio, solo necesito que me des los documentos. Estoy intentando apoyarte.—¿Y crees que soy tan tonta como para depender de ti? —replicó ella, cruzando los brazos y haciendo una pausa—. Dime dónde queda el colegio, y yo misma iré a inscribirlos.Felipe sintió que
Capítulo 41 Cuando haya pagado mis pecadosAl día siguiente, Daniela se levantó casi de madrugada. La casa estaba en silencio, pero su mente no dejaba de dar vueltas. Tenía que dejar el desayuno y el almuerzo de los niños listos, e ir a revisar las tareas que Georgina le tenía para hoy. Alicia, la niñera, solo debía atender a los niños y no había otra persona que hiciera la comida del día.Además, necesitaba aclarar lo del colegio de los niños.Mientras preparaba la comida, decidió enviarle un mensaje a Felipe, deseando que le respondiera en cuanto despertara, era necesario hablar sobre la educación de los niños.Con el desayuno listo y el almuerzo preparado con anticipación, se colocó su uniforme de matrona color negro que le había entregado Georgina el día de ayer y se dirigió a la casa grande. Al llegar, vio a Georgina en la cocina, organizando un desayuno.—Buen día, señora Georgina. ¿Podría decirme qué tengo que hacer hoy, por favor? —preguntó Daniela, intentando mantener un ton
Capítulo 42 ¡No puedo más!Eugenia había llegado hasta la cocina para determinar que había demorado a Georgina. Su asistente sabía de sobra que tenía una hora fija para su desayuno todos los días.Cuando cruzo por una de las puertas de la cocina, escucho las palabras de la desgraciada amante de su esposo. Así que no pudo evitar decirle:—Nunca, nunca pagarás todo el mal que me has hecho. Eres una sinvergüenza, todavía te atreves a hacerte la víctima.Georgina, al sentir el apoyo de Eugenia, se tranquilizó y se cruzó de brazos, observando la escena con una mezcla de satisfacción y desdén.Felipe se dio cuenta de que debía intervenir. Sin saber exactamente por qué, todo lo que escucho antes acerca de los niños, lo puso incómodo. En realidad toda esta situación lo tenía bastante alterado. Sin importarle la presencia de su madre, dijo directamente lo que pensaba, —Georgina, creo que ha ido demasiado lejos —dijo, manteniendo su mirada fija en la asistente de su madre—. Este no es el ambien
Capítulo 43 Felipe… ¿Qué haces aquí? Al ver a Daniela inconsciente en sus brazos, la expresión de Felipe se tornó grave y llena de preocupación. Sus cejas se fruncieron, reflejando la tensión que sentía en su interior. Sus ojos, usualmente seguros y decididos, ahora estaban cargados de angustia y culpa.Mientras la sostenía, su mirada vacilaba entre la preocupación y el deseo de poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar su sufrimiento. Sabía que había contribuido a este caos, y la culpa lo consumía. En su mente, una pregunta resonaba: ¿cómo había llegado a este punto?Sin pensarlo dos veces, la alzó en sus brazos con cuidado, asegurándose de que estuviera cómoda mientras se dirigía hacia la salida de la mansión. La determinación reemplazó su angustia; sabía que debía actuar rápidamente. Nunca había pasado por una situación similar.Con cada paso que daba, su corazón latía con fuerza, y la preocupación se reflejaba en su rostro. Pasó junto al personal de la casa, que lo miraba co
Capítulo 44 ¿Desde cuándo tienes amigos en el personal de servicio?Belinda se detuvo en seco al ver a Felipe en el pasillo del hospital. Su expresión de sorpresa se transformó rápidamente en una mezcla de sospecha y preocupación. Había estado llamándolo sin cesar, pero él nunca había respondido. La imagen de Daniela en la silla de ruedas, él tan cerca de ella, con esa expresión de preocupación, la inquietó aún más.— ¿Felipe? ¿Qué haces aquí? —repitió, su voz un poco más alta de lo que pretendía, mientras sus ojos se movían entre él y la mujer que lo acompañaba.Felipe se sintió indeciso. No quería que Belinda u otra persona supiera nada sobre Daniela o la situación con los niños por el momento. No quería dar tantas explicaciones en un lugar público. Además, si se supiera la verdad, la perjudicada no solo sería su madre, también los niños y Daniela. Y esta última ya tenía mucho que procesar con su estado de salud. Por esta razón, se apresuró a buscar una respuesta que no levantara má
Capítulo 45 La sabiduría de los niñosFelipe se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se apoyó en una columna cercana. Sacó su teléfono y llamó a su chofer.— ¿Estás de regreso al hospital? —preguntó, su voz tensa.—Ya voy de vuelta —respondió el chofer.—Ven, te espero aquí. Necesito ir a casa.Aún no entendía bien por qué le había dicho a Belinda que Daniela era parte de su personal. Belinda era su amiga desde hace muchos años, pero también estaba en trámites de divorcio con Javier y aún podía verse y a ella escapársele esa información. No confiaba en Javier. Aunque en realidad no había mentido, solo omitió información, no podía arriesgarse a que Belinda le diera esa información a Javier.Javier era peligroso. Su apodo, "Tiburón", lo decía todo. En el mundo de los negocios, su reputación era temida; siempre estaba dispuesto a devorar a quienes se interponían en su camino. No era solo su agresividad lo que asustaba, sino su astucia.Estos comportamientos lo habían converti