Sentía la boca seca y no pude evitar tragar saliva. Volví a tomar la botella de agua y bebí un sorbo; el líquido frío invadió mi garganta, calmando un poco la inquietud y el nerviosismo, y al mismo tiempo me despertó de golpe a la realidad.Sebastián seguía sin mover su pierna. Simplemente, permitía que yo mantuviera ese contacto. Por un momento, sentí el corazón me detenía, y enseguida comenzó a latir con fuerza.Pero, justo en ese momento, el coche giró con brusquedad y Mariana soltó un grito de sorpresa desde el asiento delantero.—¡Qué susto me diste, Ángel! —exclamó mientras se daba palmaditas en el pecho, antes de añadir, con voz melosa—: Aunque tu reacción fue rapidísima. Si no hubieras girado así, esa piedra, sin duda, hubiera golpeado el coche.—¿Qué tal? ¿A que manejo de maravilla? —respondió Ángel de inmediato, con una gran sonrisa. Mariana, de pronto, se inclinó hacia él y le dio un beso. —Ángel ten un besito. Eres increíble.—No juegues —Ángel, al menos, parecía n
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