—Manuel.Al escucharme llamarlo así de repente, se quedó desconcertado.Le conté la verdad, y al instante Manuel me tumbó sobre la cama.—Amor, ¿es porque anoche no dormí contigo que ya no somos cercanos?Como siempre, le gustaba bromear así conmigo.—Amor, perdóname. En adelante te atenderé en la cama todos los días, hasta que estemos muy, muy cercanos.Palabras que antes me parecían íntimas, hoy me provocaban náuseas y escalofríos.Cuando se quitó la camisa, vi la marca de un beso en su pecho.Durante nuestros momentos íntimos, nunca me permitió dejarle marcas, diciendo que era adulto y no le iban esas cosas. Qué ridículo. Hoy me doy cuenta de que dependía de la persona.Al momento siguiente, tocó mi tobillo.Un dolor desgarrador recorrió mi tobillo. Lo empujé con fuerza mientras las lágrimas brotaban, no sé si por asco o por dolor.—¡Suéltame!Manuel, medio desvestido, bajó la mirada y al ver mis lágrimas, mostró preocupación:—Amor, ¿estás enferma?—El pie.Desde que entró hasta ah
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