Capítulo 5
Ella sonreía radiante con un anillo en la mano:

—¡Qué coincidencia, Camila! Manuel me traía a este restaurante con frecuencia. No esperaba que también te gustara. Tiene la vista nocturna más hermosa de la ciudad. Una vez dije que sería maravilloso recibir una propuesta de matrimonio aquí.

Mi corazón tembló, asentí para marcharme, pero Camila me detuvo.

—Camila, ese vestido y el mío son del mismo diseñador, ¿también te gustan sus creaciones?

¿También?

En realidad, no me gustan los vestidos de este estilo, algo fríos. Mis amigos decían que a veces parecía una niña usando ropa de adultos.

Fue Manuel quien dijo que me veía más madura usando esto para el trabajo.

Camila añadió:

—Y también el abrigo del otro día, no esperaba que también te gustara.

Yo pensaba que realmente se preocupaba por mi imagen.

En realidad, solo quería transformarme completamente en Camila.

—Camila —de repente se acercó a mí, tiró de mi ropa para mirar adentro, y dijo sonriendo: —En la fiesta de bienvenida quería decirte, tienes mi sombra de pies a cabeza. No esperaba que incluso la marca y el estilo de tu ropa interior fueran idénticos.

Mi cara ardía.

Una sensación ridícula, confusa y expuesta me oprimía.

Por primera vez, hui precipitadamente, escuchando vagamente su risa detrás de mí.

De vuelta en el reservado, mi jefe y los gerentes me reconfortaron con palabras amables, mejorando un poco mi estado de ánimo.

Poco después, recibí un WhatsApp de Manuel:

[Sal, estoy en la puerta de tu reservado.]

Apenas salí, me agarró fuertemente de la muñeca y me arrastró hacia un lado.

Mi pie tocó el suelo y fruncí el ceño:

—¡El pie!

Manuel me ignoró, arrastrándome a la fuerza. Volví a sentir un dolor punzante.

Al llegar a la esquina, Manuel me soltó bruscamente.

Mi rostro palideció, temblando de dolor.

—Tú...

¡PAF!

Manuel me dio una bofetada en la cara.

Inmediatamente sentí un zumbido en los oídos.

En nueve años, era la primera vez que me ponía la mano encima.

Desde pequeña, mi familia ni siquiera me había regañado, pero ahora mi cara ardía de dolor.

Este hombre que dijo que me amaría toda la vida me acababa de dar la primera bofetada de mi vida.

Cuando vio mi mirada interrogante, Manuel la ignoró y me recriminó:

—Liana, ¿por qué te has vuelto tan irracional? Te dije que te explicaría, ¿cómo pudiste abrir la ropa de Camila en público y tirar de su ropa interior?

Sentí la humedad de la sangre saliendo de mi oído.

En ese momento, apareció Camila sujetándose la ropa con expresión afligida.

Al verme, pareció asustada, incluso temblaba:

—Manuel, no importa qué, no uses la violencia. Camila es joven e inmadura. Si su hermana se entera, ¿cómo lo explicarías?

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