Todos los capítulos de Alfa de sangre y Luna enemiga: Capítulo 1 - Capítulo 4
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Capítulo 1: El Lamento del Lobo
Selene VolkovEl frío me abrazó como un viejo enemigo, aquel que conocía cada grieta de mi piel y cada secreto que guardaba en lo más profundo de mi alma. Mis botas se hundían en la nieve fresca, crujiendo con cada paso, mientras el Bosque de las Almas se extendía ante mí como un laberinto de sombras y susurros. Nunca había sido un lugar seguro para mí, pero esa noche, algo en el aire me llamó con una fuerza que no pude ignorar. Era como si el propio bosque me susurrara al oído, arrastrándome hacia su corazón oscuro.Un gemido lastimero, débil pero desgarrador, se coló entre los árboles y llegó hasta mí. No era humano, pero tampoco del todo animal. Lo reconocí al instante: era el sonido de un lobo herido. Un sonido que despertó algo primitivo en mí, algo que no podía —ni quería— ignorar.No debería estar aquí, me dije, mientras el viento helado me azotaba el rostro, llevándose consigo cualquier rastro de calor que quedara en mi cuerpo. Pero mi instinto de curandera era más fuerte que
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Capítulo 2: El Vínculo de la Luna
El mundo se desvaneció en un remolino de luz plateada, como si la luna misma nos hubiera absorbido. Mis pies ya no tocaban el suelo, y el aire se volvió denso, cargado de una energía que hacía vibrar cada fibra de mi ser. Cuando abrí los ojos, estábamos en una cueva iluminada por cristales que brillaban con un fulgor azulado, como estrellas atrapadas en la roca. Dimitri yacía inconsciente a mi lado, la flecha aún clavada en su hombro, su respiración agitada y superficial.—Despierta —le sacudí, pero él no respondió—. ¡Maldito Krevny, no me hagas esto!Con manos temblorosas, arranqué la flecha y presioné mi pañuelo contra la herida. La sangre de Dimitri era más oscura de lo normal, casi negra, y un olor metálico y amargo llenó el aire. ¿Veneno? Rezó a la Luna mientras preparaba un brebaje con las hierbas que siempre llevaba en mi bolsa. Al aplicar la mezcla, los cristales de la cueva resonaron, y una voz ancestral susurró en mi mente:"Hija de la Luna, has despertado el Pacto Olvidado…
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Capítulo 3: El Pacto de Sangre
La noche se había vuelto una criatura viva, respirando a nuestro alrededor con susurros de hojas y sombras que se retorcían como serpientes. Dimitri me apartó bruscamente después del beso, pero sus manos temblaban contra mi cintura, traicionando la misma fiebre que quemaba mis venas.—No debería haber pasado eso —gruñó, limpiándose los labios con el dorso de la mano, como si mi sabor fuera veneno. Pero sus ojos dorados brillaban con una intensidad que me hizo contener el aliento—. Esto... no es natural.Los caballos relinchaban, sus patas golpeando el suelo cubierto de hojas secas. Gregor, el lobo anciano, nos observaba desde la distancia, su rostro surcado por arrugas de desconfianza.—Alteza —dijo, señalando la marca plateada que ahora serpenteaba bajo la piel de Dimitri—, el veneno...—No es veneno —interrumpí, recordando las visiones de la cueva y las runas que habían danzado en mi mente—. Es una maldición. Alguien no quería que sobrevivieras a esta noche.Gregor escupió al suelo.
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Capítulo 4: Las Cenizas del Alba
El AmanecerAl despuntar el alba, los clanes se retiraron, llevando a sus heridos y muertos. Dimitri y yo nos quedamos en el santuario, nuestras marcas brillando con menos intensidad.—Esto no ha terminado —advirtió él, limpiando sangre de mi rostro—. Solo es el principio.Lo sabía. Los Spectros nos observaban desde los árboles, y en la distancia, Luka juró venganza con una mirada que me partió el alma. Pero por primera vez en siglos, la luna brilló sobre un bosque en silencio.—Juntos —dije, tomando su mano—. Lo enfrentaremos juntos.Dimitri no sonrió, pero su contacto se suavizó. —Hasta que la sangre deje de correr.Y en ese momento, bajo la luz del amanecer, creí que era posible.La paz, si es que podía llamarse así, era frágil como el rocío sobre la hierba al amanecer. Después de la batalla, Dimitri y yo nos refugiamos en una aldea abandonada al borde del Bosque de las Almas, un lugar que olía a cenizas y recuerdos quemados. Las casas de madera podrida se inclinaban como ancianas
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