El mundo se desvaneció en un remolino de luz plateada, como si la luna misma nos hubiera absorbido. Mis pies ya no tocaban el suelo, y el aire se volvió denso, cargado de una energía que hacía vibrar cada fibra de mi ser. Cuando abrí los ojos, estábamos en una cueva iluminada por cristales que brillaban con un fulgor azulado, como estrellas atrapadas en la roca. Dimitri yacía inconsciente a mi lado, la flecha aún clavada en su hombro, su respiración agitada y superficial.—Despierta —le sacudí, pero él no respondió—. ¡Maldito Krevny, no me hagas esto!Con manos temblorosas, arranqué la flecha y presioné mi pañuelo contra la herida. La sangre de Dimitri era más oscura de lo normal, casi negra, y un olor metálico y amargo llenó el aire. ¿Veneno? Rezó a la Luna mientras preparaba un brebaje con las hierbas que siempre llevaba en mi bolsa. Al aplicar la mezcla, los cristales de la cueva resonaron, y una voz ancestral susurró en mi mente:"Hija de la Luna, has despertado el Pacto Olvidado…
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