Jared alzó las cejas, desconcertado, pero antes de que pudiera responder, Hayley carraspeó, arrastrando las palabras.—¿Q-qué haces aquí, Evan? —balbuceó, tambaleándose hacia un lado. Su equilibrio era precario, y él reaccionó por reflejo, sosteniéndola antes de que cayera al suelo.El pelinegro apretó los labios, luchando por mantener la calma. Su mirada pasó de ella al hombre que seguía allí, observándolo con una mueca de ligera diversión.—Te llevaré a casa —declaró, su tono frío pero decidido—. Es tarde, y estás completamente ebria.Sus ojos se posaron entonces en los dos acompañantes, analizándolos con la misma intensidad que un depredador evalúa a su presa. No se molestaron en disimular su incomodidad, aunque el moreno intentó mantener una actitud relajada.—¿Así que tú eres su esposo? —preguntó el hombre, una sonrisa burlona curvando sus labios.—Así es. Y tú, ¿quién demonios se supone que eres? —respondió Evan, con una frialdad que helaba el aire a su alrededor.—Soy Jared, y
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