Natalia observó su actitud tan decidida. ¿Qué pasaría si testificaba mañana y revelaba su relación adúltera?Si todo esto se hacía público, no tendría lugar dónde esconderse en Nueva Arcadia.Conteniendo su furia, forzó una sonrisa, se aferró con todas sus fuerzas a su brazo y, con lágrimas en los ojos, le suplicó:—Luis, reconozco mi error. Perdóname, por favor. A partir de ahora, haré todo lo que me pidas.Para su desgracia, Luis tenía el corazón demasiado herido y había perdido toda la confianza en ella. Apartó su mano bruscamente.—Déjate de sucios trucos. No creas que no conozco tus intenciones. Nos vemos mañana en el tribunal.Luis se dio la vuelta para irse. Natalia apretó furiosa los dientes, agarró un jarrón de la mesa y se abalanzó sobre él.Al oír pasos acercándose, Luis pensó que solo intentaría insistir y la ignoró. Nunca imaginó que un objeto pesado le golpearía con fuerza en la cabeza.Enseguida un dolor punzante lo invadió, y Luis sintió que todo daba vueltas a su alred
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