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DEMOSTRACION
VERONICA—¿Por qué lo golpeaste? —le pregunté, intentando entender su motivación.Bruno me miró con una expresión firme y decidida, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo sentir un escalofrío. Pero no pude contener mi curiosidad y mi voz salió en un susurro tembloroso.—Porque él te golpeó a ti —dijo, su voz baja y seria.Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar el incidente, y la memoria de la vulnerabilidad y el miedo que había sentido en ese momento volvió a surgir con fuerza, como si el tiempo no hubiera pasado.—Yo te dije que no quería que le hicieras nada —le recordé, intentando hacerle entender mi punto de vista.Bruno se encogió de hombros.—Yo no tengo por qué obedecerte —dijo, su voz ligeramente elevada—. Y mucho menos me iba a quedar de brazos cruzados cuando ese imbécil te tocó. ¿Sabes qué es lo que me enfurece? Que te hayan puesto la mano encima. Y más cuando eres mi secretaria... —su voz se detuvo por un momento, y luego continuó—. Mi responsabilidad.Su
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ZURRA
VERONICAMe preparé para lo que estaba por venir, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Bruno levantó su mano, y yo cerré los ojos, esperando el impacto. La anticipación era casi insoportable, mi cuerpo temblando con una mezcla de miedo y excitación.—Uno —dije, mi voz apenas audible, cuando su mano golpeó mis nalgas.El dolor fue instantáneo, una sensación de calor que se extendió por mi piel como una ola de fuego. Pero también hubo algo más, algo que no podía explicar. Una sensación de conexión, de unión con Bruno, como si nuestros cuerpos estuvieran sincronizados en un baile de dolor y placer.Mi piel comenzó a escocer, a arder, y yo sentí como si me picaran abejas. Pero no era solo dolor. Era una sensación de vivacidad, de intensidad, como si mi cuerpo estuviera despertando de un largo sueño.—Dos —dije, mi voz un poco más firme, cuando su mano golpeó mis nalgas de nuevo.Esta vez, el dolor fue más intenso, pero también más emocionante. Mi sexo comenzó a humedecerse, y yo se
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SUMISA
VERONICAMe acuerdo de aquella noche en que me encontraba frente a mi armario, rodeada de vestidos que parecían gritarme desde la perchera. Rojo, negro, blanco... cada uno era una opción que me hacía sentir de manera diferente. Quería verse atrevida, sensual, no tan inocente. Quería impresionar a Bruno, hacer que se diera cuenta de que yo era una mujer que valía la pena.Me probé varios vestidos, pero no podía evitar sentirme sola y triste. Antes, podía llamar a mis amigas y pedirles su opinión. Podíamos pasar horas hablando de moda, de hombres, de la vida en general. Pero en ese momento, todo eso era solo un recuerdo lejano.Me sentí como si estuviera atrapada en una burbuja, sin nadie con quien compartir mis pensamientos, mis sentimientos. Las personas que creía que eran mis amigas resultaron ser unas traidoras. Me dolía pensar en ellas, en cómo me habían fallado.Pero no podía permitir que eso me detuviera. Tenía que seguir adelante, tenía que impresionar a Bruno. Me miré en el esp
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OTRO DOMINANTE
VERONICAMe tomó de la mano y me condujo a una habitación que me dejó sin aliento. Era enorme, con una cama que parecía un trono y un clóset que ocupaba toda una pared. Me sentí como si hubiera entrado en un palacio.—Esta será tu habitación cuando vengas a quedarte conmigo —dijo Bruno, sonriendo.No entendía muy bien como funcionaba y aunque sabía que el amo no dormía con su sumisa, nunca entendía por qué. En los libros no es que lo expliquen mucho.—¿No vas a dormir conmigo? —pregunté.Bruno se rió suavemente.—No, Verónica. Al menos, no al principio. Como apenas estamos iniciando, lo ideal es que la sumisa no duerma con el amo.—¿Por qué? —pregunté.—Porque dormir con la pareja crea lazos, crea intimidad —explicó Bruno—. Y nosotros somos para disfrutar, para tener sexo, para respetarnos... pero no para crear esos lazos afectivos de necesidad.Me quedé pensativa, tratando de entender su lógica. Pero al mismo tiempo, me sentí un poco incómoda con la idea de no dormir con él.—Ahora v
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DESOBEDIENCIA
VERONICA—Así que esa es tu nueva adquisición —dijo Almir, su voz llena de curiosidad—. ¿Cómo se llama?—No tiene nombre —respondió Bruno—. Al menos, no todavía.Almir se rió suavemente.—Ah, entiendo. Una suma en blanco, esperando a ser moldeada.Bruno asintió con la cabeza.—Algo así.—Me gustaría ver cómo se desenvuelve —dijo Almir, su voz llena de interés—. ¿Puedo?—Pero no será esta noche —dijo Bruno, su voz firme y autoritaria.Almir se rió suavemente.—¿Ah, no? —dijo, su voz llena de sorpresa—. ¿Y por qué no?—Porque esta noche es para mí —dijo Bruno, su voz baja y posesiva—. Y no la compartiré con nadie.Me genera una gran satisfacción saber que no me compartirá con nadie más, porque solo quiero pertenecerle a él. Sé que es normal en este mundo, pero me sentiría incómoda si otros me poseyeran mientras él observa. Sin embargo, no puedo evitar sentir un escalofrío de emoción al imaginar una escena tan oscura y prohibida.—¿Piensas volver al club? —preguntó Almir, su voz llena de
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TENSION
VERONICA— ¡Ayuda! —exclamó la chica, agarrándome del brazo con una fuerza desesperada—. Por favor, ayúdame.Su voz temblaba de miedo y su mirada era wild y desesperada. La observé con preocupación, notando las ojeras oscuras bajo sus ojos y la palidez de su piel.La chica se acercó más a mí, su aliento cálido en mi oreja.— Calma, calma —le dije, tratando de calmarla con un tono suave—. ¿Quién eres?La chica se echó hacia atrás, su mirada escaneando la cocina como si buscara una salida. Su pecho subía y bajaba con rapidez, como si estuviera a punto de hiperventilar.Las suplicas de la chica no las podía obviar, Pero también sabía que estaba violando las exigencias de Bruno.Él me había advertido explícitamente que no hablara con nadie, que no me metiera en nada. Pero ¿cómo podía ignorar la desesperación en los ojos de esa chica? ¿Cómo podía dejarla sola en su momento de necesidad?Me sentí atrapada entre mi lealtad a Bruno y mi instinto de ayudar a alguien que lo necesitaba. Pero sab
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