La noche había caído con una tristeza densa y persistente, de esas que se sienten en los huesos, que se cuelan por las rendijas del alma y dejan una marca invisible. La casa de Ethan estaba sumida en un silencio inquietante, un mutismo que no traía paz, sino una tensión palpable que impregnaba cada rincón. El aire era pesado, como si las paredes mismas contuvieran la respiración, esperando a que alguien dijera algo que aliviara la opresión que flotaba en el ambiente.Adrián, desde su habitación, había escuchado fragmentos de la discusión entre Ethan y Ava. Las voces elevadas, las palabras entrecortadas y los silencios abruptos se filtraban a través de las paredes, creando un mosaico de emociones que el niño no lograba comprender del todo, pero que intuía lo suficiente como para que el miedo comenzara a enroscarse en su pequeño corazón. La voz quebrada de Ava, la frustración en las palabras de su padre, los silencios prolongados, los portazos, todo formaba un paisaje emocional que le r
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